23 noviembre 2011

DEL CORREO DEL BLOG

Pobre Felipe
Este hombre salió del anonimato cuando le tocó llevar el proceso de concurso mercantil de Mexicana de Aviación.
David Páramo



 

Si Felipe Consuelo tuviera algún mínimo talento para cantar, quizá hubiera hecho una prueba para La Academia o, si antes hubiera descubierto sus “dotes histriónicas”, pues quizá debió haberse postulado para participar en Big Brother.

Sin embargo, este hombre es un caso más de aquellos que se suben en un pequeño banquito y sufren vértigo. Este hombre salió del anonimato público cuando le tocó llevar el proceso de concurso mercantil de Mexicana de Aviación.

No sólo se enamoró del encargo sino que también de ver su nombre en las páginas de los periódicos. Se encandiló conociendo a empresarios mineros como Iván Barona y su fondeador que, en palabras de Consuelo, merecerían una alfombra roja. Vamos, este hombre tiene debilidad ante el brillo de las promesas de dinero.

Ayer mismo el supuesto fondeador de este proceso, Mickhael Shamis, confirmó lo que aquí le adelantamos. Se trataba de puro rollo y no había dinero contante y sonante; se trataba de un hombre que, a pesar de los mil pretextos que pondrá, estaba tratando de hacer alguna clase de trampa. El enamoramiento de su nombre en el periódico le causó a Consuelo no sólo una suerte de ceguera que le impide ver los defectos propios y del objeto de su amor, sino que también, con un espíritu digno de Romeo, se cree capaz de hacer cualquier cosa.

Bueno, por su propia voz ha dicho que tiene la capacidad de decirle al Poder Ejecutivo (en particular al secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez-Jácome) “oye, haz tu trabajo”.

En sus opiniones llega al ridículo de señalar como omisa a esta autoridad y algo así tan torcido como decir que era su responsabilidad una vez que se dio cuenta que no estaba haciendo bien su trabajo.

Bueno, llega al extremo de decir que le corresponde a la SCT determinar si Mexicana va a la quiebra o no. Independientemente de que se trata de una gran mentira, puesto que se trata de un concurso mercantil y quienes lo deben llevar son el propio Consuelo y Gerardo Badín, el conciliador. También recurrió al extremo de señalar que esta autoridad tiene un peligroso doble discurso.

Queda muy claro que Consuelo está obnubilado por la notoriedad que ha alcanzado en los últimos meses, cree que es una suerte de genio por hacer declaraciones que carecen de razón y fundamento; sin embargo, ahí está la parte más triste, cuando termine este proceso concursal el pobre juez volverá al anonimato.

Lo que quizá no sabe o no alcanza a comprender es que el Consejo de la Judicatura podría removerlo porque, como quedó claro en su escarceo pasado, simple y sencillamente ya se torció y no trabaja de una manera objetiva.

Mucho más allá, es momento de ir por la quiebra. Desde hace ya mucho tiempo hemos señalado en esta columna que ese es el camino adecuado, puesto que no es razonable desde el punto de vista económico.