Ruido
insoportable
“Dices
que tienes corazón, y sólo lo dices porque sientes sus latidos; pero lo que
tienes no es corazón, es una máquina que al moverse hace ruido”. Lo anterior lo
escribió Gustavo Adolfo Bécquer, en 1868, y viene a cuento porque en esta
columna hablaremos del ruido. Recientemente el SENEAM (Servicios a la
Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano), realizó algunos cambios y ajustes a
los patrones de vuelo, y esto provocó que algunos habitantes del sur de la
ciudad expresaran su molestia por el “insoportable ruido de los aviones”, afirmando
incluso que impedían o interrumpían sus horas de sueños de forma considerable.
En los
días pasados, ríos de tinta corrieron en diversos medios, ya sean escritos,
tradicionales, alternativos o digitales, con un factor en común: la referencia
a “el insoportable ruido”.
Sin
embargo, en este espacio no vamos a analizar el estudio que sobre el particular
hizo un grupo independiente, ni tampoco desglosaremos todos y cada uno de los
cambios y estudios correspondientes realizados por parte del SENEAM. Quiero
invitarlos a que hablemos de un tema mucho más profundo y nos hagamos la
siguiente pregunta: ¿por qué nos resulta molesto el ruido? Siendo sincera, ese “ruido
insoportable” no lo es; más de 15 años viví en la Colonia Narvarte, en un
departamento en el primer piso de un edificio que daba a un eje vial. Yo venía
de vivir en la casa materna, ubicada en un fraccionamiento de Coyoacán y ahí, cuando
pasaban los aviones por encima, lo hacían a tal altitud que uno ni se daba
cuenta.
Con mi
cambio de domicilio a Narvarte, lo primero que llamó mi atención fue que todos
los aviones pasaban a baja altura, ya enfilados para aterrizar en el aeropuerto
capitalino. Ahí sí, cada que pasaba un avión, había que subirle al volumen al
televisor para no perder detalle de la transmisión o programa que uno estuviera
viendo.
Hoy vivo
en una de las zonas por las que antes no pasaban los aviones, pero que desde
hace unas semanas lo hacen. Debo decirles que mi calle es empedrada, y las más
de las veces el ruido que hace un coche al pasar, opaca y oculta el “ruido
insoportable” de los motores de un avión que pase al mismo tiempo.
Entiendo que
al cumplir un año con restricciones de movilidad a causa de la pandemia por
Sars-Cov-2, y con la incertidumbre que vivimos de manera constante, es normal y
hasta razonable que cualquier “ruido nuevo” nos irrite de sobremanera. Pero en
el caso concreto, la sobredimensión de este tema ha llevado a un grupo de
personas a “juntar firmas” para impedir el sobre vuelo de las aeronaves.
En honor
a la verdad, para quienes vivimos dentro de la industria aeronáutica, el sonido
de los motores de los aviones es “música” para nuestros oídos, no sólo porque
nos gusta la aviación sino por todo lo que ese sonido significa y la
importancia que tiene. No pretendo que todos opinen igual que yo, simplemente
pongo sobre la mesa las dos caras de la moneda, para que esta revisión sea lo
más objetiva posible.
Y es que
todos requerimos de ciertos bienes para nuestra vida, también debemos
considerar que muchos de ellos sólo llegan a nuestro país a bordo de aviones,
tal como son las vacunas y una lista enorme de medicamentos e insumos
hospitalarios, al parejo que ropa, accesorios, herramientas, alimentos y toda
clase de insumos necesarios para nuestra vida.
Escuchar la
actividad de los aviones que vuelan sobre nuestra cabeza significa que la
industria va para adelante (o por lo menos se mueve) después de meses en los
que casi el 80% de la flota nacional estuvo en tierra, atrayendo con ello
desempleo y recortes salariales, así como lamentables disminuciones a los
derechos laborales de los trabajadores.
Porque no
debemos olvidar que los trabajadores de la industria aérea no están aislados
del resto de trabajadores del país; ellos al igual que muchos asalariados
(burócratas, oficinistas, profesionistas, comerciantes, artistas y obreros) han
tenido que experimentar nuevas formas de trabajar, que resumen en la fórmula: rinde
más y gana menos; lo peor es que estos nuevos modelos serán implementados con el
resto de los trabajadores del país. ¿Creen que exagero? Tengo ejemplos: el caso
de las demandas por Conflicto Colectivo de Naturaleza Económica; la posibilidad
de solamente pagar por hora a los trabajadores; y así un largo etcétera.
La
aviación es sinónimo de progreso y bienestar, así como en su momento lo fueron
los ferrocarriles en este país. Es normal que perturbe el sonido de un avión
sobrevolando tu hogar, pero es injusto etiquetarlo de “insoportable” como si
solamente despegara con la finalidad de dar vueltas sin más objetivo que
contaminar. No, estimados lectores, no es así. Esa aeronave lleva en la panza sueños,
esperanzas, alegrías… y el día que dejemos de tener aviación en este país, ya
podremos llorar.
Cierro
esta columna con la siguiente reflexión: la importancia de tener una aviación
nacional sólida que no esté al contentillo de las aerolíneas extranjeras es de
vital importancia en el desarrollo de este país, pero a esa meta solo podremos
llegar con un cambio de actitud de nosotros como ciudadanos. No podemos, y no
debemos, estar supeditados a terceros, y no podemos ver cruzados de brazos cómo
las divisas se van del país, en lugar de quedarse.
Hay un
dicho que a mi me encanta: “París bien vale una misa (Paris vaut bien une
messe)”. Es atribuido a Enrique de Borbón, quien fuera protestante y tuvo que
convertirse al catolicismo para poder reinar Francia. Hoy sostengo que vale la
pena soportar el ruido de aviones sobre nuestras cabezas, a cambio de mantener
fuentes de empleo, soberanía nacional, interconexión en el país, celeridad en
el comercio, mayor oferta de vuelos que los haga menos costosos al usuario
final y dinamismo económico.
Ojalá que
este “ruido insoportable” sea el megáfono que atraiga las miradas de la
ciudadanía, y voltee a ver todas y cada una de las cosas que nuestra industria
aeronáutica nacional requiere de verdad. Ojalá que todos esos ciudadanos que
hoy quieren unirse para juntar firmas, sean los mismos que mañana estén
exigiendo al Jefe del Poder Ejecutivo (independientemente del partido que lo
haya postulado) la creación de una verdadera aerolínea estatal; ojalá sean
estos mismos ciudadanos y muchos más, los que pidan rendición de cuentas de
todos los empresarios que defraudan a diestra y siniestra tanto a trabajadores
como a usuarios; ojalá sea un grupo nutrido de contribuyentes los que a través
de plataformas digitales hagan sonar su voz inconforme por la silenciosa y
rapaz pauperización de los trabajadores de las aerolíneas. Estos son solo tres
ejemplos, los primeros que me vienen a la mente, que de verdad son
“insoportables”, no el ruido de los aviones, por favor.
Ximena Garmendia
18 de abril 2021