La devaluación del trabajo
Rosario Avilés | Opinión 2011-04-26 | Hora de creación: 21:24:12| Ultima modificación: 01:01:48
Dentro del triunfalismo oficial, por engrandecer los números que arroja la economía mexicana, destaca la supuesta mejora de las condiciones en las que vive la mayoría de la población del país. Los comunicólogos oficiales creen en la vieja idea de que repetir una frase mil veces –así sea mentira– la convierte no sólo en verdad, sino en la referencia de lo que el gobierno hace.
Pero la propaganda no se sostiene sola y al final los funcionarios han tenido que admitir que aunque han crecido las cifras de empleo después de la crisis del 2009, el empleo creado es de mucha menor calidad que el que se ha perdido. Cualquier semejanza con la aviación no es coincidencia: cambiaron oro por espejitos.
Entre los declarantes de esta clara derrota estaba el inefable Javier Lozano, cuya actuación en el conflicto de Mexicana de Aviación sólo ha servido para empeorar las cosas y enrarecer el ambiente, ya de por sí complicado, interviniendo de forma oscura en cuestiones sindicales.
Entre los fallos de los panistas en el gobierno habría que resaltar tres cosas que son fatales: la primera es que sus cuadros de línea (por ejemplo secretarios de Estado) son profundamente ignorantes respecto a los procesos democráticos. Como no saben de participación real en organizaciones, lo mismo les da Chana que Juana, de modo que sus propuestas –por ejemplo la reforma laboral– están más encaminadas a fortalecer cacicazgos y estructuras de poder corporativistas que a fomentar la democratización, la transparencia y la rendición de cuentas.
La segunda falla es que odian al Estado. Ya sea por ideología de clase, reminiscencias de la Revolución del 29 o porque los libros de texto en sus escuelas de economía los satanicen, para ellos los gobiernos son malos y responsables de todo lo malo.
No se dan cuenta de que ellos mismos son ahora gobierno y que sus decisiones afectan a miles de ciudadanos y constituyen –por el hecho de que son tomadas desde el poder– una política pública. Así, Molinar decidió que debería haber una sola “línea de bandera” y para ello hizo todo lo posible por destruir el valor que una empresa de la talla de Mexicana de Aviación aportaba a la economía nacional.
Es decir, Juan Molinar y Felipe Calderón, como jefe suyo, así como el séquito que les acompaña, son los responsables directos –convictos y confesos– de que el patrimonio nacional se pierda, de que el empleo de calidad se devalúe, de que el conocimiento y experiencia que poseía esa empresa después de 89 años de existir –muchos de ellos documentando procesos, siendo líderes a nivel mundial, incluso– hoy se esté diluyendo por el capricho de un ex secretario inexperto.
La tercera falla es que son incapaces de rectificar una mala decisión. Si todos los datos muestran que la ruta elegida está fracasando, “tanto peor para la realidad”. Antes muertos que reconocer que se equivocaron y, por lo tanto, de cambiar de rumbo.
Lo anterior se muestra en muchos ámbitos de la vida económica y política del país, pero en el caso de la aviación nacional el saldo va a ser bastante deficitario. En lugar de entender que una empresa viva y reorganizada es garantía de pago a largo plazo, se aferran a sus consignas de que “el gobierno no rescata a ninguna empresa”.
Se equivocan, señores: los gobiernos sí rescatan empresas, lo que no rescatan son empresarios chambones o que cometen ilícitos, y aquí parece que el asunto es al revés: para las empresas (y sus trabajadores) todo el castigo, para los empresarios responsables de esa situación, el conveniente silencio cómplice.
Y hay muchos más ejemplos: ahí está el tianguis de Acapulco, el modelo de bajo costo para la aviación mexicana, la Terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez, la degradación y luego recalificación de México en las categorías de la FAA, la ley y reglamento de aeropuertos que los mantiene en la rayita de la asfixia, y un larguísimo etcétera.
Total, ya faltan sólo 20 meses, demasiados para seguir haciendo tonterías, muy pocos para hacer una rectificación que tuviera frutos, pero, ¿quién sabe? A lo mejor se nos hace el milagro con la peregrinación a Roma, el problema es: ¿qué van a hacer con tanto desempleado? Bueno, ahí está la campaña.
raviles_2@prodigy.net.mx
Rosario Avilés | Opinión 2011-04-26 | Hora de creación: 21:24:12| Ultima modificación: 01:01:48
Dentro del triunfalismo oficial, por engrandecer los números que arroja la economía mexicana, destaca la supuesta mejora de las condiciones en las que vive la mayoría de la población del país. Los comunicólogos oficiales creen en la vieja idea de que repetir una frase mil veces –así sea mentira– la convierte no sólo en verdad, sino en la referencia de lo que el gobierno hace.
Pero la propaganda no se sostiene sola y al final los funcionarios han tenido que admitir que aunque han crecido las cifras de empleo después de la crisis del 2009, el empleo creado es de mucha menor calidad que el que se ha perdido. Cualquier semejanza con la aviación no es coincidencia: cambiaron oro por espejitos.
Entre los declarantes de esta clara derrota estaba el inefable Javier Lozano, cuya actuación en el conflicto de Mexicana de Aviación sólo ha servido para empeorar las cosas y enrarecer el ambiente, ya de por sí complicado, interviniendo de forma oscura en cuestiones sindicales.
Entre los fallos de los panistas en el gobierno habría que resaltar tres cosas que son fatales: la primera es que sus cuadros de línea (por ejemplo secretarios de Estado) son profundamente ignorantes respecto a los procesos democráticos. Como no saben de participación real en organizaciones, lo mismo les da Chana que Juana, de modo que sus propuestas –por ejemplo la reforma laboral– están más encaminadas a fortalecer cacicazgos y estructuras de poder corporativistas que a fomentar la democratización, la transparencia y la rendición de cuentas.
La segunda falla es que odian al Estado. Ya sea por ideología de clase, reminiscencias de la Revolución del 29 o porque los libros de texto en sus escuelas de economía los satanicen, para ellos los gobiernos son malos y responsables de todo lo malo.
No se dan cuenta de que ellos mismos son ahora gobierno y que sus decisiones afectan a miles de ciudadanos y constituyen –por el hecho de que son tomadas desde el poder– una política pública. Así, Molinar decidió que debería haber una sola “línea de bandera” y para ello hizo todo lo posible por destruir el valor que una empresa de la talla de Mexicana de Aviación aportaba a la economía nacional.
Es decir, Juan Molinar y Felipe Calderón, como jefe suyo, así como el séquito que les acompaña, son los responsables directos –convictos y confesos– de que el patrimonio nacional se pierda, de que el empleo de calidad se devalúe, de que el conocimiento y experiencia que poseía esa empresa después de 89 años de existir –muchos de ellos documentando procesos, siendo líderes a nivel mundial, incluso– hoy se esté diluyendo por el capricho de un ex secretario inexperto.
La tercera falla es que son incapaces de rectificar una mala decisión. Si todos los datos muestran que la ruta elegida está fracasando, “tanto peor para la realidad”. Antes muertos que reconocer que se equivocaron y, por lo tanto, de cambiar de rumbo.
Lo anterior se muestra en muchos ámbitos de la vida económica y política del país, pero en el caso de la aviación nacional el saldo va a ser bastante deficitario. En lugar de entender que una empresa viva y reorganizada es garantía de pago a largo plazo, se aferran a sus consignas de que “el gobierno no rescata a ninguna empresa”.
Se equivocan, señores: los gobiernos sí rescatan empresas, lo que no rescatan son empresarios chambones o que cometen ilícitos, y aquí parece que el asunto es al revés: para las empresas (y sus trabajadores) todo el castigo, para los empresarios responsables de esa situación, el conveniente silencio cómplice.
Y hay muchos más ejemplos: ahí está el tianguis de Acapulco, el modelo de bajo costo para la aviación mexicana, la Terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez, la degradación y luego recalificación de México en las categorías de la FAA, la ley y reglamento de aeropuertos que los mantiene en la rayita de la asfixia, y un larguísimo etcétera.
Total, ya faltan sólo 20 meses, demasiados para seguir haciendo tonterías, muy pocos para hacer una rectificación que tuviera frutos, pero, ¿quién sabe? A lo mejor se nos hace el milagro con la peregrinación a Roma, el problema es: ¿qué van a hacer con tanto desempleado? Bueno, ahí está la campaña.
raviles_2@prodigy.net.mx