Volaris y sus políticas, según sopla el vientoEl Jue, 13 de Febrero de 2014, 00:25 am, por Carlos Velázquez
Volaris, la aerolínea que dirige Enrique Beltranena, anunció que incrementa de 15 a 25 kilos el peso de las maletas extra que puede llevar un pasajero, pagando cierto precio por ello.
“Un peso extra que te pone de buenas”, tituló en su comunicado de prensa.
En realidad es una opinión enjuiciable, pues habría que preguntarle a sus clientes qué tan “de buenas” los han puesto las decisiones que implementó el año pasado, al cobrarles varios servicios que antes venían incluidos en el precio del boleto.
Cambio que, por lo visto, se va ajustando cuando la firma encuentra que algunas de esas medida les están quitando mercado, como probablemente sucedió con las maletas.
En ese camino, otra aerolínea, Viva Aerobús, que dirige Juan Carlos Zuazua, desde que arrancó como una compañía de bajo costo, se ha mantenido con su idea de ofrecer el precio más bajo y cobrar por todo lo demás que no sea un asiento en el avión.
Hay un público reticente a utilizar esa opción, pero los viajeros que privilegian el precio por sobre todos los demás factores ya saben que en esa firma no hay sorpresas que te pongan de malas o de buenas.
Actualmente 28.5% de sus ventas provienen de esos ingresos adicionales, esto es, de todo los servicios que cobran además del boleto en una estrategia de desagregación de su producto.
Cifra que es casi el doble a la de 14.5% que obtiene Volaris; estos son unos 280 pesos para Viva Aerobús por pasajero y 230 para su competidora.
Significa también que durante el año los precios de Volaris son, en promedio, 38% más elevados que los de Viva Aerobús.
Los ejecutivos de esta última firma realmente se quebraron la cabeza para cobrar extra absolutamente por todo o por casi todo: comisión por cambios, itinerarios vía SMS, abordaje anticipado, comisiones bancarias, seguros, equipaje, reservación de compra, transportación terrestre, elección del asiento, estacionamiento en el aeropuerto y un largo etcétera.
De esta manera, sólo un monje, un faquir o un asceta pueden sustraerse de la tentación de pagar un poco más a cambio de la mínima comodidad.
Algo que sin duda es más serio para los pasajeros, que sorprenderlos con noticias según sopla el viento o suba o baja la marea.