11 julio 2021

Mexicana de Aviación, cumple 99 años

 

Mexicana de Aviación, cumple 99 años

 

¿Es esto posible?, entiendo su duda estimado lector, y es que seguramente viene a su mente un alud de notas periodísticas que desde hace casi diez años hablan de “la quiebra de Mexicana de Aviación”. Si me acompaña, le contaré de una manera rápida, pero puntual la verdadera historia de Mexicana de Aviación, su quiebra y por qué podemos decir que está cumpliendo 99 años.



Desde hace una semana, la noticia de que Aeroméxico decidió acogerse al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras, en Estados Unidos ha ocupado no pocos espacios en los medios de comunicación, con dos claras vertientes: la información financiera y la dirigida al público usuario.

La primera de las mencionadas con las implicaciones más importantes en los números, saldos, deudas, contratos y demás vericuetos de la empresa, y la otra, con la clara intención de que aquellas personas con un boleto o reservación mantengan la calma y tengan la certeza de que Aeroméxico seguirá volando con “normalidad”, o en el caso concreto, lo que la pandemia de COVID-19 permite que sea normal.



Y este es un punto clave: para la gran mayoría de los mexicanos, la industria aeronáutica se reduce a “aviones volando”, por ello si no tengo planes de “volar”, lo que suceda o deje de suceder en la industria no me va a quitar el sueño. De la misma manera, si desde hace 10 años dejé de ver la marca y logotipo de Mexicana de Aviación en los aeropuertos y la publicidad, infiero que dejó de existir. Pero esto es falso; la empresa sigue vivita y coleando, y podemos decir que sigue volando, porque sus rutas y slots hoy por hoy son operados por otras aerolíneas, pero legalmente son propiedad de Mexicana de Aviación.

La historia es larga y con muchos recovecos, tanto jurídicos como políticos, y podemos poner como punto de partida para esta reseña el sexenio de Vicente Fox y su interés por eliminar la restricción legal de que las aerolíneas extranjeras pudieran hacer “cabotaje”, es decir, transportar personas, mercancías y equipajes entre diversos lugares del territorio nacional, sin abandonarlo, una prerrogativa que pertenecía solamente para las aerolíneas nacionales. Ese gobierno presionó para que se pusieran a la venta tanto Aeroméxico, como Mexicana de Aviación (las dos administradas por el Estado), a través de la Controladora Cintra, cuyo director era Andrés Conesa Labastida. En su momento, las aerolíneas, Aeroméxico y Mexicana fueron valuadas en 1,000 millones de dólares, cada una.



En 2005, el entonces presidente de Grupo Posadas, Gastón Azcárraga adquiere a Mexicana de Aviación por la ridícula cantidad de 165 millones de dólares. Los nexos existían desde antes; todos recordamos el búnker en que se convirtió el Hotel Fiesta Americana Reforma (de Grupo Posadas), que sirvió como casa de transición de Vicente Fox, y en este país, nada es casualidad; como tampoco fue casualidad que antes de comprar la empresa, se diera marcha atrás a muchas conquistas laborales de los trabajadores.



Hablo de un ejemplo que me tocó padecer en carne propia. En Mexicana de Aviación existían dos contratos, y como sobrecargo contratada después de 1989 no teníamos derecho a jubilación. Sin embargo, tras una lucha sindical en 2001 conseguimos el derecho a jubilarnos tras 30 años de servicio, sin distinción de género, porque en el caso de los contratados antes de 1989 las mujeres se jubilaban a los 23 años de servicio y los hombres a los 28. Sin embargo, en la revisión salarial de septiembre de 2005, el entonces Secretario General, aseguró a la planta que el diagnóstico de Cintra (o sea Conesa Labastida) era que nadie compraría Mexicana de Aviación porque “costábamos mucho”, así que propuso que cediéramos nuestra jubilación los contratados después de 1989 para hacer más atractiva la empresa.

Bajo este panorama, que años después se demostró era un completo engaño, muchos de mis compañeros votaron a favor de que los contratados después de 1989 perdieran el derecho a jubilación. Recuerdo que cuando sucedió esa asamblea yo estaba de pernocta en Guadalajara, y me dio mucho coraje perder un derecho que habíamos plasmado en nuestro contrato colectivo de trabajo. Todo sucedió, dos meses antes de que Gastón Azcárraga comprara la empresa.



Una de las primeras acciones ejecutivas del nuevo dueño fue vender la torre de Mexicana, ubicada en Xola, en la Ciudad de México, mejor conocida por los lugareños como “la licuadora”. Un edificio emblemático para los trabajadores, no solo por su moderna y poco convencional arquitectura; también era entrañable porque se construyó con el dinero que por dos años los trabajadores cedieron a Mexicana de Aviación del reparto anual de utilidades para la construcción del edificio que albergaría las oficinas administrativas. Gastón Azcárraga la vendió a Fibramex por 40 millones de dólares, solo el 57% del precio en que estaba valuado el edificio. ¿Tuvo que desalojar el edificio? No, siguió despachando ahí porque desde esa fecha y hasta el 2010, Mexicana de Aviación pagó renta por el uso de ese edificio.

Hagamos unas cuentas básicas, todas expresadas en dólares. Compra una empresa de 1000 millones en tan solo 165 millones, de los que recupera inmediatamente 40 millones, tras vender la torre de Mexicana. Ya suena a buen negocio, pero hay más. En 2006, ya bien acomodado en su oficina (rentada), Gastón Azcárraga comenzó a buscar ahorros por medio de los trabajadores.

Primero logró un acuerdo de ahorros por 50 millones con los pilotos, a cambio de prometerles el 5% de las acciones de la empresa, así como un lugar en el Consejo de Administración, con derecho a voz pero no al voto. Así que, al costo de 125 millones, debemos restarle los 50 millones que se ahorró con los pilotos. ¡Muy bien, Gastón!, la empresa hasta este punto te representa un costó real de 75 millones, pero no se queda aquí. Con el personal de tierra firmó un convenio de ahorro por 25 millones. Así es que a Gastón en un abrir y cerrar de ojos había “recuperado” 110 millones de los 165 que pagó por Mexicana. Estaba tan emocionado que pretendió lograr con los sobrecargos un convenio de ahorro por 40 millones, pero justo ahí se topó con pared.



El gremio de sobrecargos había sido lastimado muy recientemente. Habían pasado escasos seis meses desde que tuvieron que “ceder” su jubilación en aras de hacer atractiva la empresa, y ahora su Director General venia a pedirles el 60% de sus prestaciones para mantener la operación. Nuestra oposición fue tan tajante, que la empresa se vio obligada a demandar en 2007 un Conflicto Colectivo de Naturaleza Económica, con el principal argumento de que “los salarios de los sobrecargos ponían en riesgo la viabilidad financiera de la empresa”. La batalla en tribunales comenzó y en una primera instancia se dictó un laudo que recortaba más del 60% de nuestras prestaciones y salario.

Nunca se ejecutó, gracias a un amparo promovido por los sobrecargos, que fue atraído por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue hasta el año 2015, que el máximo tribunal de nuestro país falló a favor de los trabajadores, sentenciando que los salarios y prestaciones de los sobrecargos nunca pusieron en riesgo la viabilidad financiera de la empresa. De haber conseguido el tan anhelado Convenio de Ahorros con los sobrecargos, a Gastón Azcárraga le hubiera costado tan sólo 10 millones de dólares la empresa. ¡Una verdadera ganga!

La realidad es que, con una compleja y deshonesta ingeniería fiscal y tributaria, Gastón trianguló las pérdidas de sus hoteles a la aerolínea, y las ganancias de la aerolínea fueron a parar a sus hoteles, cuyo crecimiento fue exponencial a partir de la adquisición de Mexicana. Los que lo duden, pueden revisar su informe del año 2006, en el que Grupo Posadas anunció un crecimiento del 44.6%.

La intención de Gastón era que Mexicana de Aviación tuviera un sindicato único, en lugar de la contratación colectiva con tres sindicatos: la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México (ASPA), la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de Transportes, Transformación, Aviación, Servicios y Similares (SNTTTASS). Simple lógica: es más fácil cooptar a un líder sindical, que a tres gremios distintos. Y estuvo muy cerca de lograrlo. En 2009 creó la empresa “Mexicana Link”, llamada coloquialmente sólo como Link, en la que tanto pilotos como sobrecargos y personal de tierra estaban afiliados al SNTTTASS, el modelo perfecto para sus planes.



El 20 de junio de 2010, Gastón Azcárraga citó por separado a los representantes de los tres sindicatos (ASPA, ASSA y SNTTTASS). La cita a la que yo acudí en mi carácter de Secretaria de Actas de ASSA, junto con una comitiva de una decena de personas, fue alrededor del mediodía. Además de Gastón Azcárraga, en la sala de juntas estaban el director de la empresa Manuel Borja Chico, y Adolfo Crespo director de comunicación corporativa y servicios al cliente. La propuesta que Gastón había dibujado para mi sindicato, estaba plasmada en un pizarrón, y tenía tres opciones:

·         Reducir de 1,350 a 822 el número de sobrecargos y todos volando bajo el contrato de Link (jugada con la que ASSA perdería la titularidad del contrato, y pasaría al SNTTTASS)

·         Que los sindicatos compraran la empresa (deudas incluídas, por supuesto) por $1.00 (Un peso) y usufructuar el nombre durante seis meses. Después podríamos ponerle “aeropatito” (literalmente esa fue su expresión, yo lo escuché con mis propios oídos)

·         Por último, si no aceptábamos ninguna de las dos propuestas anteriores, la empresa iba directo a la quiebra.

Gastón Azcárraga sabía que esa reunión no tenía ningún carácter resolutivo, sino únicamente intimidatorio. Se trataba de encender la mecha de una carga de dinamita pronta a explotar, y evidentemente él no se iba a quedar a ver el espectáculo pirotécnico. En menos de un mes, a mediados de agosto de 2010, Grupo Posada supuestamente vendió a Mexicana de Aviación a “Tenedora K”, una empresa recién creada por Grupo Omega, en la inverosímil cantidad de $1,000 pesos mexicanos. Mi escepticismo radica en que, en más de 10 años, nadie ha visto ese contrato, ni forma parte de ningún expediente judicial. Si alguien puede desmentirme, se lo voy a agradecer. Llevo años pidiendo que ese contrato salga a la luz pública. Quien también se volvió invisible fue Gastón Azcárraga, quien abandonó el país desde entonces.

Ante la exigencia de información, el flamante Secretario de Trabajo y Previsión Social Javier Lozano, declaró que no podía supervisar esa venta, ya que era un acuerdo “entre particulares”. La cifra de mil pesos fue dada a conocer por Juan Molinar Horcasitas, quien fuera Secretario de Comunicaciones y Transportes.

Hoy algunos documentos son públicos y se puede armar el rompecabezas. En esos días aciagos todo sucedía tan rápido y con una opacidad oscurantista. Hoy sabemos, porque así lo documenta el Libro Blanco de Mexicana de Aviación, en poder de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes, que no fue Mexicana de Aviación la que la solicitó entrar a un Concurso Mercantil, sino que fue la propia Dirección General de Aeronáutica Civil (antes DGAC, ahora AFAC), dependencia de la SCT la que lo solicitó. Hoy sabemos que desde el día 5 de agosto el Juzgado Décimo Primero en Materia Civil en el Distrito Federal, radicaba la solicitud de Concurso Mercantil de Compañía Mexicana de Aviación, y también decretaba diversas medidas precautorias como:

·         Mantener a Mexicana en los derechos concesionarios para transporte de carga y pasajeros.

·         La prohibición de detener, retener, secuestrar y/o embargar o llevar acabo cualquier tipo de ejecución en las aeronaves, refacciones, motores, así como contratos, fideicomisos

·         Suspender, revocar y/o cancelar el registro aéreo y/o de matrícula de las aeronaves.

·         La suspensión de cualquier acreedor en contra de los bienes y derechos de Mexicana.

A pesar de la existencia de un mandato judicial expreso, la noche del 27 de agosto, Tenedora K toma la determinación de parar operaciones, aunque los sindicatos ya se estaban trabajando en nuevos contratos colectivos de trabajo para los diferentes grupos de trabajadores. Con la anuencia de Juan Molinar Horcasitas titular de la SCT, y de Javier Lozano Alarcón, de la STPS, ambos miembros del gabinete de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el 28 de agosto concretaron una quiebra fraudulenta, sin importarles dejar al país sin conectividad aérea. Si hoy le preguntáramos al entonces titular del Poder Ejecutivo su impresión al respecto, seguramente nos respondería: “el presidente no se entera de todo”, como responde cuando se le pregunta por Genaro García Luna.

Es un hecho, desde el 3 abril de 2014, existe una sentencia que declara la quiebra de Mexicana de Aviación, sin embargo no ha quedado firme, ni “ha causado estado”, como dicen en el argot jurídico. Dicha resolución ha sido impugnada por los diferentes actores que se han visto involucrados. Los trabajadores, primeros en la lista de acreedores, están defendiendo con uñas y dientes sus derechos. Ya la Suprema Corte determinó que no son ellos los que causaron la debacle financiera de la empresa, y el hecho de que Gastón Azcárraga esté prófugo de la justicia desde agosto de 2010 arroja mucha luz sobre el caso. 



Mexicana de Aviación no debe verse como un cadáver. Hoy por hoy está viva, porque su declaración de quiebra no puede ejecutarse; porque no ha liquidado a sus principales acreedores, que son sus trabajadores; porque tiene cuentas pendientes con sus jubilados; porque hay partes tangibles de su estructura que siguen vivas, trabajando y generando recursos como su MRO y su CAT; porque las rutas y los slots de su propiedad siguen siendo usufructuados por otras aerolíneas; porque la lista de propiedades dentro y fuera del territorio nacional no “desaparecieron” por acto de magia; porque a pesar de todo, es la primera marca que viene a la mente en el imaginario colectivo cuando se piensa en la aerolínea del país; porque aunque lleva 10 años “bajada de vuelo”, tiene más méritos para ser llamada aerolínea bandera, por encima de Aeroméxico, cuyo 49% de su capital es extranjero, y tiene una deuda de más de dos mil millones de dólares, según la propia de declaración de su director general Andrés Conesa Labastida… el mismo que administró Cintra.

Por eso afirmo que el próximo 12 de julio, nuestra empresa, cumplirá 99 años, por que mientras no se nos liquide a los trabajadores, seguimos siendo parte de la empresa. ¡La primera, que siempre será la primera!


Ximena Garmendia


Esta columna fue publicada el 12 de julio de 2020 y por increíble que parezca, mañana cumple la empresa 100 años.