Por: Rosario Avilés
Miercoles 14 de Febrero de 2007 Hora de publicación: 01:17
Hay un comercial de la cadena hotelera Fiesta Americana, operada por Grupo Posadas, también propietario de Mexicana de Aviación, en el que muestra a un ejecutivo a quien se sometió a 10 horas de intensa caminata y se le pidió que al terminar hiciera una presentación. “No pudo”, dice la voz en off del comercial, para después mostrar las bondades de que los ejecutivos descansen adecuadamente… en los hoteles Fiesta Americana, claro, para que “rindan mejor”.
Sería interesante saber qué opina Gastón Azcárraga de sus propios promocionales, si cree en ellos y si estaría dispuesto a hacer el mismo ejercicio que propone a sus posibles clientes con los sobrecargos y pilotos de la aerolínea que adquirió en diciembre del 2005.
Es decir, si estos tripulantes pueden rendir lo mismo, en un trabajo que requiere bastante más atención y fortaleza que hacer presentaciones ejecutivas, después de extender sus jornadas de trabajo por encima de lo que los expertos de medicina de aviación han recomendado siempre.
Una pequeña muestra de ello fue el incidente que ocurrió hace unos meses en Zacatecas, cuando un avión de la empresa tuvo que irse al aire y se llevó entre las ruedas del tren los cables eléctricos, una vez que la tripulación habría acumulado suficiente fatiga en el loco intento de hacer de una aerolínea tradicional una competidora de bajo costo.
Afortunadamente el incidente no pasó a mayores, pero pudo ser fatal. El viernes pasado Emilio Romano y un pequeño grupo de sus más estrechos colaboradores se presentaron en las instalaciones de la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA), con objeto de convencer a sus miembros de firmar las nuevas condiciones laborales que les están proponiendo.
No se trata de un convenio de productividad, sino de un nuevo contrato, en el cual las cláusulas se adelgazan al grado de quedar aun por debajo de algunas líneas de las llamadas “low cost”.Como era de esperarse, a Romano y su grupo no les fue muy bien en la asamblea con los sobrecargos.
De hecho, muchos de ellos, después de escuchar que “ganan más que los sobrecargos de Delta”, mostraron sus cheques quincenales con cantidades como $200.00 o $165.00, o aun en ceros, lo que muestra que las fabulosas hipotéticas cantidades que se supone ganan como sobrecargos es sólo propaganda y que la realidad de lo que sucede en Mexicana trasciende con mucho el tema de los famosos convenios; es decir, es un problema de fondo.
Los directivos de Mexicana han elegido la vía de la confrontación para resolver un problema que, en teoría, los nuevos propietarios deberían haber previsto cuando hicieron sus cuentas para adquirir la empresa. Suena ilógico que hoy digan que la aerolínea puede quebrar y que los sobrecargos serían los responsables de dejar desempleados a 6 mil trabajadores.
Si esto sucede, la administración de Emilio Romano habría tirado por la borda no sólo la experiencia de 85 años, sino su propia habilidad como negociador, con lo que el número de desempleados ascendería a 6,001.
Lo único bueno es que, después de todo el jaleo del viernes con la empresa hablaba del todo o nada, esta semana parece haber un poco de apertura para discutir la propuesta de ASSA que consiste en disminuir costos en 15 millones de dólares anuales, que no son los 25 que propone Mexicana pero que constituyen un buen principio y la prueba de que los sobrecargos están dispuestos a trabajar por su empresa, como siempre lo han hecho, haciendo propuestas viables.
Por el otro lado, el problema del Fondo de Jubilaciones de los pilotos no se ha resuelto ni tiene visos de ser resuelto en el corto plazo. A esto que se le ha dado en llamar “pasivo laboral” y que no es más que el compromiso de la empresa de otorgar a sus tripulaciones un retiro que ellos mismos han ahorrado a lo largo de su vida productiva, hay que darle una solución coherente.
Un tema que los directivos de Mexicana deberían retomar es el hecho de que si han perdido mercado frente a la desbocada competencia de bajo costo y frente a las aerolíneas extranjeras en el mercado internacional, es gracias a la falta de una política de Estado que aliente la solidez de las empresas mexicanas.
Las baterías, entonces, hay que enfocarlas en lograr que el Estado mexicano retome su rectoría, en convencer a los funcionarios y a los legisladores de la pertinencia de una política de largo plazo, en el cual, por cierto pueden tener todo el apoyo de los sindicatos, que no se han cansado de pedirla, mostrando que ellos conocen a fondo la problemática del sector y se adelantaron a lo que ha sido el peor balance gubernamental en el tema.
Enfocar el esfuerzo en socavar las bases de los propios trabajadores sólo logrará el fracaso, pues aunque se vista de “visión modernista” no dejará de ser un punto negro en la carrera de los actuales dueños y directivos.
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