Retos actuales
de los tripulantes
“Cuando todo parezca ir
contra ti, recuerda que el avión despega contra el viento, no a favor de él”.
Henry Ford.
No es la primera vez que los
tripulantes (pilotos y sobrecargos) se ven expuestos a grandes cambios en las reglas del juego. La
resiliencia que deben tener los trabajadores del aire es por demás
impresionante; no obstante, esta capacidad puede venir aparejada de estados de
agitación, inquietud o zozobra del ánimo.
Baste recordar el inusitado y traumático
evento del 11 de septiembre de 2001, cuando dos aviones, uno de la empresa
United y otro de American Airlines, se estrellaron con el gran emblema de la
gran manzana, las ahora míticas Torres Gemelas de Nueva York. Un momento
crucial no sólo en la historia de la aviación, sino en la historia mundial.
Imposible olvidar el cambio de
protocolos de seguridad en los que nos vimos sumergidos los tripulantes;
cambios en comandos, sustitución de puertas normales por unas reforzadas,
claves para poder acceder a la cabina de pilotos, incluso protocolos dirigidos
a pilotos para ir al baño, quienes tenían que coordinarse con los sobrecargos y
realizar una retahíla de pasos, y entonces acceder al baño delantero del avión.
No sólo hubo cambios a bordo
de los aviones, también en los arcos de seguridad. La prioridad que gozábamos
los tripulantes fue sustituida por extenuantes revisiones que rayaban en lo
ridículo, incluso obstaculizando el paso por tener una pluma para escribir.
Tanto en México, como en el resto
del mundo teníamos que hacer largas filas para pasar por los filtros de
seguridad, y despojarnos de todo artículo metálico; si en aquel entonces traías
algún aparato dental de metal, por engorroso que fuera, debías apartarte de la fila
para ser escaneada y esculcada por el personal de seguridad; pero a todo esto
los tripulantes nos adaptamos.
Pero hoy los retos son
totalmente diferentes y de dimensiones todavía desconocidas. La pandemia por
Covid19 aún no nos muestra toda su cara, y con la información que cuentan,
distintas empresas de aviación están comenzando a crear protocolos de
seguridad. No sólo es el tema de la sanitización, el reto real e imperante será
homologar en tiempo récord las nuevas disposiciones, para evitar acciones
desordenadas como las que hoy encontramos.
Entiendo que el arribo a la
“nueva normalidad” es lento y parcial. En la mayoría de los casos pueden
ensayarse reglas y normatividades que coadyuven a la reducción de riesgos de
contagio por ser actividades cuya movilidad puede ser restringida. Pero en el
caso de la aviación el desplazamiento es una condición irreductible. Hoy vemos
protocolos disímbolos y ambivalentes; algunas empresas dictan el uso de manera
obligatoria de mascarillas, mientras otras usan además caretas y guantes; unas
más han comenzado a utilizar trajes llamados EPP (equipos de protección
personal), que incluyen adicionalmente gafas y guantes. ¿Qué pasará cuando una
tripulación llegue a otros destinos con protocolos diferentes, ya sea más
estrictos, o más relajados?
Vemos con demasiada frecuencia
que en el tema de seguridad, las empresas se enfocan mucho en sus pasajeros,
pero suelen descuidar al trabajador. Muchos tripulantes llevan de casa su
propia mascarilla, ya que las empresas o no la proporcionan, o solo entregan
una, y la vida útil de una mascarilla desechable no excede más allá de las tres
horas.
Sin embargo, el tema que más me
preocupa es la salud mental y emocional de los tripulantes, que ante esta nueva
pandemia, tienen un gran reto por delante: aguantar por partida doble incertidumbre,
ansiedad y miedo, no solamente a ser contagiado, sino también por la seguridad
de su empleo, porque no sabemos qué curso tomará esta crisis por el virus, pero
sí sabemos que las consecuencias económicas vendrán en avalanchas inclementes.
En nuestro territorio, tenemos
un muy nutrido gremio de tripulantes que tienen que vivir esperando a ser reactivados
de un “descanso forzoso” (rotación), y el resto que se encuentra volando, viven
con la presión emocional a cuestas de infectarse y convertirse en un factor de
contagio para sus seres queridos. Todo esto suma para que de manera emocional,
los tripulantes se encuentren agotados, y eso es una mala señal para la
seguridad a bordo.
Díganme necia, soñadora o
ingenua, no me importa. Siempre he pensado que donde más énfasis deben de poner
las empresas, es en cuidar que sus trabajadores se encuentren tranquilos y
serenos antes estos grandes cambios, y darles sobre todo certidumbre. Trabajar
de manera conjunta con el resto de empresas de la industria y buscar la
homologación de protocolos de seguridad debe ser visto como una inversión fundamental
e inaplazable.
Es justo aquí donde centro mi
critica; el panorama no se ve para nada halagador, y lamentablemente para la
actual administración, parece ser que la aviación no es un tema prioritario. En
estos momentos la SCT, en conjunto con la STPS, deberían estar trabajando a
marchas forzadas para que, a través de la nueva AFAC (antes DGAC), se tengan
estos protocolos de seguridad homologados y a su vez, empezar a trabajar con
organismos internacionales para ponerse de acuerdo en la nueva realidad en la
que la aviación se va a ver envuelta.
Y es que en la conferencia de
prensa conocida como La Mañanera, a pregunta expresa de un reportero sobre el
tema de si iban a “ayudar” a las empresas aeronáuticas, la Secretaria del
Trabajo y Previsión Social Luisa María Alcalde Luján hizo mutis, desviando la
respuesta hacia los otros programas de ayuda que se dan en su secretaría como
el “Jóvenes construyendo el futuro”.
Gobiernos vienen y van, y en
los últimos sexenios no ha existido uno que de verdad se haya interesado en el
tema aeronáutico, a pesar de que es un tema prioritario. No olvidemos nunca,
por favor, que las aerolíneas son concesiones que otorga el Estado a un
particular para su uso y explotación; esto al final del día significa que la
materia prima de las aerolíneas (espacio aéreo) pertenece a la nación.
Otros países se toman muy en
serio su aviación, no solo porque existe la sana competencia, sino porque la
tratan como una industria prioritaria, tanto por el traslado de personas de un
lugar a otro, como el desplazamiento de mercancías que son necesarias para la
vida misma.
Es por ello que el reto se
antoja muy grande, por un lado se requieren empresas comprometidas que busquen
el diálogo con sus pares y conjuntamente con los organismos gubernamentales,
trabajen en un protocolo de seguridad homologado, que privilegie por sobre
todas las cosas, la salud mental de las tripulaciones, que son las responsables
de la seguridad a bordo de todos los pasajeros; un esquema en el que se prevea,
en caso de existir recortes a las plantillas laborales, que sean apegadas a lo
que conforme a derecho les corresponde, y pareciera repetitivo de mi parte, pero
para eso es mi columna, instaurar asesorías psicológicas gratuitas para todos
aquellos tripulantes afectados.
Estamos ante una gran ventana
de oportunidad para cambiar lo que se hace mal en la aviación, y volver a una
“nueva normalidad”, más sanos y con más bríos, de la mano de empresas
responsables y conscientes de las
necesidades de los últimos de la cadena de producción, los trabajadores del
aire, pilotos y sobrecargos.
Gran reto, ¿no creen?
Ximena Garmendia
24 de mayo 2020