24 mayo 2020

Retos actuales de los tripulantes


Retos actuales de los tripulantes

“Cuando todo parezca ir contra ti, recuerda que el avión despega contra el viento, no a favor de él”. Henry Ford.

No es la primera vez que los tripulantes (pilotos y sobrecargos) se ven expuestos  a grandes cambios en las reglas del juego. La resiliencia que deben tener los trabajadores del aire es por demás impresionante; no obstante, esta capacidad puede venir aparejada de estados de agitación, inquietud o zozobra del ánimo.

Baste recordar el inusitado y traumático evento del 11 de septiembre de 2001, cuando dos aviones, uno de la empresa United y otro de American Airlines, se estrellaron con el gran emblema de la gran manzana, las ahora míticas Torres Gemelas de Nueva York. Un momento crucial no sólo en la historia de la aviación, sino en la historia mundial.

Imposible olvidar el cambio de protocolos de seguridad en los que nos vimos sumergidos los tripulantes; cambios en comandos, sustitución de puertas normales por unas reforzadas, claves para poder acceder a la cabina de pilotos, incluso protocolos dirigidos a pilotos para ir al baño, quienes tenían que coordinarse con los sobrecargos y realizar una retahíla de pasos, y entonces acceder al baño delantero del avión.

No sólo hubo cambios a bordo de los aviones, también en los arcos de seguridad. La prioridad que gozábamos los tripulantes fue sustituida por extenuantes revisiones que rayaban en lo ridículo, incluso obstaculizando el paso por tener una pluma para escribir.

Tanto en México, como en el resto del mundo teníamos que hacer largas filas para pasar por los filtros de seguridad, y despojarnos de todo artículo metálico; si en aquel entonces traías algún aparato dental de metal, por engorroso que fuera, debías apartarte de la fila para ser escaneada y esculcada por el personal de seguridad; pero a todo esto los tripulantes nos adaptamos.

Pero hoy los retos son totalmente diferentes y de dimensiones todavía desconocidas. La pandemia por Covid19 aún no nos muestra toda su cara, y con la información que cuentan, distintas empresas de aviación están comenzando a crear protocolos de seguridad. No sólo es el tema de la sanitización, el reto real e imperante será homologar en tiempo récord las nuevas disposiciones, para evitar acciones desordenadas como las que hoy encontramos.

Entiendo que el arribo a la “nueva normalidad” es lento y parcial. En la mayoría de los casos pueden ensayarse reglas y normatividades que coadyuven a la reducción de riesgos de contagio por ser actividades cuya movilidad puede ser restringida. Pero en el caso de la aviación el desplazamiento es una condición irreductible. Hoy vemos protocolos disímbolos y ambivalentes; algunas empresas dictan el uso de manera obligatoria de mascarillas, mientras otras usan además caretas y guantes; unas más han comenzado a utilizar trajes llamados EPP (equipos de protección personal), que incluyen adicionalmente gafas y guantes. ¿Qué pasará cuando una tripulación llegue a otros destinos con protocolos diferentes, ya sea más estrictos, o más relajados?








Irónico, pero la duda está “en el aire”; por el momento no hay homologación en los protocolos de seguridad, y las empresas están echando manos de sus recursos e imaginación para paliar el tema del virus y brindar confianza al usuario, pero me pregunto ¿y la confianza y seguridad del tripulante?, ¿podemos dejarle toda la responsabilidad a la resiliencia que debe tener en su ADN?

Vemos con demasiada frecuencia que en el tema de seguridad, las empresas se enfocan mucho en sus pasajeros, pero suelen descuidar al trabajador. Muchos tripulantes llevan de casa su propia mascarilla, ya que las empresas o no la proporcionan, o solo entregan una, y la vida útil de una mascarilla desechable no excede más allá de las tres horas.

Sin embargo, el tema que más me preocupa es la salud mental y emocional de los tripulantes, que ante esta nueva pandemia, tienen un gran reto por delante: aguantar por partida doble incertidumbre, ansiedad y miedo, no solamente a ser contagiado, sino también por la seguridad de su empleo, porque no sabemos qué curso tomará esta crisis por el virus, pero sí sabemos que las consecuencias económicas vendrán en avalanchas inclementes.

En nuestro territorio, tenemos un muy nutrido gremio de tripulantes que tienen que vivir esperando a ser reactivados de un “descanso forzoso” (rotación), y el resto que se encuentra volando, viven con la presión emocional a cuestas de infectarse y convertirse en un factor de contagio para sus seres queridos. Todo esto suma para que de manera emocional, los tripulantes se encuentren agotados, y eso es una mala señal para la seguridad a bordo.

Díganme necia, soñadora o ingenua, no me importa. Siempre he pensado que donde más énfasis deben de poner las empresas, es en cuidar que sus trabajadores se encuentren tranquilos y serenos antes estos grandes cambios, y darles sobre todo certidumbre. Trabajar de manera conjunta con el resto de empresas de la industria y buscar la homologación de protocolos de seguridad debe ser visto como una inversión fundamental e inaplazable.

Es justo aquí donde centro mi critica; el panorama no se ve para nada halagador, y lamentablemente para la actual administración, parece ser que la aviación no es un tema prioritario. En estos momentos la SCT, en conjunto con la STPS, deberían estar trabajando a marchas forzadas para que, a través de la nueva AFAC (antes DGAC), se tengan estos protocolos de seguridad homologados y a su vez, empezar a trabajar con organismos internacionales para ponerse de acuerdo en la nueva realidad en la que la aviación se va a ver envuelta.

Y es que en la conferencia de prensa conocida como La Mañanera, a pregunta expresa de un reportero sobre el tema de si iban a “ayudar” a las empresas aeronáuticas, la Secretaria del Trabajo y Previsión Social Luisa María Alcalde Luján hizo mutis, desviando la respuesta hacia los otros programas de ayuda que se dan en su secretaría como el “Jóvenes construyendo el futuro”.

Gobiernos vienen y van, y en los últimos sexenios no ha existido uno que de verdad se haya interesado en el tema aeronáutico, a pesar de que es un tema prioritario. No olvidemos nunca, por favor, que las aerolíneas son concesiones que otorga el Estado a un particular para su uso y explotación; esto al final del día significa que la materia prima de las aerolíneas (espacio aéreo) pertenece a la nación.

Otros países se toman muy en serio su aviación, no solo porque existe la sana competencia, sino porque la tratan como una industria prioritaria, tanto por el traslado de personas de un lugar a otro, como el desplazamiento de mercancías que son necesarias para la vida misma.

Es por ello que el reto se antoja muy grande, por un lado se requieren empresas comprometidas que busquen el diálogo con sus pares y conjuntamente con los organismos gubernamentales, trabajen en un protocolo de seguridad homologado, que privilegie por sobre todas las cosas, la salud mental de las tripulaciones, que son las responsables de la seguridad a bordo de todos los pasajeros; un esquema en el que se prevea, en caso de existir recortes a las plantillas laborales, que sean apegadas a lo que conforme a derecho les corresponde, y pareciera repetitivo de mi parte, pero para eso es mi columna, instaurar asesorías psicológicas gratuitas para todos aquellos tripulantes afectados.

Estamos ante una gran ventana de oportunidad para cambiar lo que se hace mal en la aviación, y volver a una “nueva normalidad”, más sanos y con más bríos, de la mano de empresas responsables y conscientes  de las necesidades de los últimos de la cadena de producción, los trabajadores del aire, pilotos y sobrecargos.
Gran reto, ¿no creen?

Ximena Garmendia
 24 de mayo 2020