Un
castillo de naipes
Hemos escuchado
muchas veces frase ¨ERA UN CASTILLO DE NAIPES¨, y es que desde que la
utilizó por vez primera el célebre poeta y escritor inglés John Milton, en el
siglo XVII, su significado no ha cambiado mucho. Un castillo de naipes es una
estructura frágil, que aparenta tener la estabilidad necesaria para mantener bella
y de pie, pero un leve soplo de aire, un golpe o movimiento ingenuo en las
tarjetas, o incluso el más ligero cambio en la mesa sobre la que descanse la
derriban irremediablemente. Hoy en día, cualquier cosa que tenga una aparente
estabilidad exterior, pero la probabilidad de un colapso total o casi total
puede considerarse que es “un castillo de naipes”
Esto es
justamente lo que los agremiados a la ASSA de México hemos presenciado, la caída
de una dictadura tan frágil como un castillo de naipes, y ha sido posible gracias
a los sobrecargos. Ya en otras columnas he hablado de las cabezas más visibles que
generaron este cambio, pero hoy quiero aprovechar para agradecerles a ustedes “la
gran masa silenciosa”.
Les llamo
así, sin intención alguna de faltarles el respeto, todo lo contrario; quiero corresponderles pues sin su importante, aunque silencioso trabajo, el cambio no hubiera
sido posible. Son ustedes precisamente a quienes hay que reconocer, quienes desde
su anonimato, han gestado e impulsado este inspirador soplido que hace que el
castillo que construyó Ricardo se empiece a venir abajo.
Ustedes,
compañeros sobrecargos, en sus castigados vuelos, en las pocas pernoctas que quedan,
desde los galleys y las reservas, observaron minuciosamente el actuar de la
representación sindical. Sin la necesidad de llegar a una confrontación directa
con sus verdugos, se liberaron de las cadenas de la censura, el escudriñamiento,
el pago de favores de la representación sindical; ¿requirieron de una revolución
armada y violenta?, ¡no!, decidieron usar el simple pero poderoso “voto libre,
directo, personal y secreto”.
Sabemos
que falta mucho camino por andar, que la recuperación del sindicato de las
manos de Ricardo Del Valle no es una tarea fácil y que no está terminada; estamos
conscientes de que habrá escollos en el sendero todavía vigentes, que convirtieron en una “dictadura perfecta” aquel
sindicato democrático que gozamos durante muchos años, y al que anhelamos
regresar.
¿Construyó
Ricardo ese castillo, sin percatarse que era de naipes? Si parecía tan sólido
su liderazgo ¿en qué momento se torció la historia? Sin duda alguna el gran
responsable del colapso es el propio Secretario General, de quien sabemos de
sus limitadas facultades intelectuales. Él es el primero en reconocerlo, y por
eso desde siempre ha buscado gente que se encuentre en su mismo nivel
cognitivo, para evitar que alguien de su “equipo” lo pueda opacar.
Detrás
del membrete de Secretario General, está Ricardo, el personaje gris, sin
carisma ni personalidad, sin talento para hablar y comunicarse. El mismo que buscó
paliar sus deficiencias con premios y castigos y que puso a su círculo cercano
a colocar a los sobrecargos en “problemas” (reales o ficticios) para
posteriormente, salir él como el gran “héroe” que los rescata del abismo, y
justo ahí obligar al sobrecargo vulnerable a firmar con sangre el pacto de
fidelidad y obediencia absoluta.
Déjenme
contarles, a manera de anécdota, cómo fue que San Richie buscó infructuosamente
que la de la voz “cayera” en su trampa. Corría el mes de agosto del año 2011,
justo cuando ganó las elecciones para Secretario General. Es conocido por
muchos de ustedes que en ese entonces resguardé como perro embravecido el
expediente de las elecciones, temerosa que me fueran a tirar el proceso (la
burra no era arisca, ya había pasado por una negativa a la Toma de Nota), así
que me reuní varias veces en el despacho de Arturo Alcalde, para revisar las
actas y que no hubiera un solo error que pudiera echar abajo el proceso. En
esas reuniones, también acudía Ricardo, con Doris, pues siempre iban juntos.
Una vez
entregado el expediente a la autoridad, debo ser franca, me sorprendió el tiempo
récord en que nos dieron la Toma de Nota. A menos de una semana de terminadas
las elecciones, y tomando en cuenta que el Secretario del Trabajo y Previsión
Social era nada más que Javier Lozano, el mismo personaje que dos años antes (2009)
había metido al sindicato en camisa de once varas al negarnos una Toma de Nota.
El tiempo
y la distancia dan claridad a los hechos. A toro pasado no me extraña en lo absoluto
que esa Toma de Nota no fuera entregada ni al entonces Secretario del Interior,
ni a una servidora, como Titular de la Secretaría de Actas. Javier Lozano se la
entregó directamente a Ricardo en las oficinas de la Secretaría del Trabajo
Federal, acompañado de Doris y de Arturo Alcalde Justiniani.
Hoy se me
hace más que evidente esa colusión entre el abogado y Ricardo, junto con Javier
Lozano. Le entregué la cartera a Doris, y le dije que le entregaba todos los
libros de actas, de mi puño y letra, que me había sido imposible transcribir las
actas pero los acuerdos estaban transcritos y entregados, tal cual lo marca el
estatuto. Le mencioné que tenía que limpiar la “laptop” que se me había
proporcionado para desempeñar mi cargo, porque tenía cosas del sindicato y
personales y que quería hacer un respaldo y ordenarle todos los archivos.
La
respuesta inicial de Doris fue “claro, no te preocupes”. Con lo cual me dediqué
durante 3 meses a realizar dicho trabajo; en el inter, tuve una llamada
de Ricardo quien me “invitó” a ser su centro de estudios, que me esperase a que
lo hiciera oficial en la Junta de Comité. La verdad es que yo nunca me esperé
dicha propuesta, pero le di las gracias. Al cabo de esos tres meses, cuando le
entregué finalmente a Doris la “laptop”, fui citada por la Comisión de
Vigilancia, estando Mariano y Cristina Occelli como representantes de dicha
comisión, quienes me dijeron así tal cual “Doris te consignó por robarte las
actas”. Ya sabrán la cara que puse ¿robarme las actas?, le expliqué que no
pude transcribirlas pero que estaban en los libros de actas de mi puño y letra,
que al final es lo que vale para la autoridad.
Ambos
trataron de intimidarme, intentando hacerme creer que estaba metida en un gran
problema; les dejé a ambos con la palabra en la boca y subí al quinto piso,
enfurecida y sin anunciarme entré a la oficina del Secretario General para gritarle
lo siguiente: “dile a tu gente que no me amenace, gracias a que cuidé el
proceso electoral con mi propia vida, es que ustedes pueden estar ahora aquí
sentados… ¿y ahora quieren acusarme de un “robo”?, si es que robé algo se están
tardando en levantar un acta por sustracción de documentos en el Ministerio
Público. A mi no me va a amenazar nadie”. En vano trató Ricardo de “tranquilizarme”,
diciendo que iba a hablar con “su gente”. Para mí fue una clara muestra de su
modus operandi, el policía malo y el policía bueno.
Los que
me conocen personalmente, o quienes me ha leído por algún tiempo, saben muy
bien que conmigo no van ese tipo de juegos. Le dije al Señor Del Valle que su
centro de estudios se lo metiera por salva sea la parte, y que no estaba mi
dignidad en venta. Al año siguiente, en 2012, me lancé como candidata a la
Secretaría de Prensa, y Ricardo por su parte apoyó a Claudia Quijas. Fue
entonces que comenzó la leyenda negra que su círculo cercano no se cansó de
repetir, hasta la náusea: “ella es gente de Clavel”.
Mi
anécdota es solo un botón de muestra de lo que fue el pan de cada día con todos
y cada uno de los agremiados al sindicato; les citaban en Relaciones Laborales,
o en Vigilancia, les amedrentaban diciendo que habían hecho “algo muy gordo” y
les sugerían “ve a hablar con Ricardo”, como sí de un dios todopoderoso se
tratara y dependiendo el sapo, era la pedrada.
No todos,
pero la gran mayoría de la planta de sobrecargos observó por años esta manera
tan burda y cruel de mantenerlos a raya; jugaron con las reglas planteadas por
Ricardo y su círculo. Si había que dar likes en sus publicaciones de Facebook
lo hacían, sí tenían que tomarse la foto cada vez que iban a ASSA y poner su
mejor sonrisa lo hacían, todo con tal de no levantar las aguas y poder seguir
remando.
Las palabras
de afecto, las fotografías, las porras, los aplausos, todos eran impuestos y nada
fue de manera orgánica. Del Valle construyó su liderazgo bajo amenazas de
perder el empleo. Prácticas como obligar a escribirle palabras de agradecimiento,
o tomarse fotos al final de las asambleas, se convirtieron en un largo “besamanos”,
había que quedar bien, pero nada era sincero, todo era falso.
Es por
eso que al verse libres del yugo que representó por años que el voto no fuera
libre y secreto, la gran masa silenciosa decidió votar por una opción distinta,
cansados de no poder hablar, de no poder decir lo que viven día a día, esa masa
tuvo la fuerza suficiente para que constara que, aunque no se ven, no se escuchan,
saben el poder que tienen en sus manos, lo han recuperado. Hago votos porque jamás
lo vuelvan a perder. No necesitan encabezar ningún movimiento, ejerciendo su
voto, ahora fue en las elecciones, pero en las asambleas, en las Juntas Particulares,
la voz de esta masa se tiene que seguir escuchando fuerte y claro.
Gracias
por hacerme recuperar la esperanza de tener de nueva cuenta, un sindicato
democrático.
Ximena Garmendia
14 de noviembre 2021