La salud
mental y los trabajos aeronáuticos
Mientras
hacía el desayuno en mi casa, me invitaron a ver un documental “Resiste
Residente” enfocado en explorar la salud mental y el papel de los residentes
médicos en el sistema de salud mexicano. Con una duración de 23 minutos, expone
de manera muy precisa las condiciones en las que laboran en diferentes
hospitales de nuestro país, pero que todavía no son médicos especialistas y con
base.
Y en
este recorrido, el paralelismo que pude encontrar con el medio aeronáutico es
gigantesco. Antes de entrar de lleno a ello, hablemos de la salud mental, en términos
generales.
El
gobierno de nuestro país poco se ha preocupado por la salud mental de sus
habitantes; a duras penas podemos decir que la mayoría somos una especie de “sobrevivientes”,
y que la gran capacidad que tenemos de mutar y adaptarnos es lo que nos permite,
como país, salir adelante, pero ni por asomo podemos decir que eso sea lo
mejor. Con ese poco -y a veces nulo- acceso a un sistema digno de atención
médica, la salud mental se ha visto relegada, porque primero hay que comer,
y broncas mentales las tenemos todos. Triste pero cierto.
En el
ámbito de los trabajos dentro de la aviación, los niveles de estrés que se manejan
son muy altos; eso y los malos salarios, así como las jornadas extenuantes
generan un caldo de cultivo “perfecto” para el deterioro de la salud mental.
Sé que
no es exclusivo de nuestra industria, y que se repite en los diferentes
trabajos, pero me enfocaré sólo en el grupo que conozco como la palma de mi
mano: los sobrecargos. Quisiera contarles mi experiencia personal, y es que, a
pesar de los exámenes médicos anuales en medicina de aviación, nunca fui diagnosticada.
Ahora
sé que sufro de ansiedad, me dan ataques que me paralizan, pero mientras estuve
volando y trabajando en mi sindicato, nunca lo supe. En varias ocasiones llegué
a desmayarme en la sede sindical, una vez durante el recuento de unas
elecciones para un cargo de Tribunal. Se había llevado a cabo en el cuarto
piso, estaba cantando los votos cuando todo se puso negro a mi alrededor y “me
fui”; por supuesto no faltó quien dijera que “me estaba haciendo mensa”, pero
desde que comencé a cantar las votos sentí la falta de aire, tenía un
nerviosismo que no podía explicar, y unas ganas inmensas de salir corriendo.
Ahora
lo puedo decir, tuve un ataque de pánico, y nadie supo qué hacer. En otra ocasión el recuento duró dos días, porque se elegían dos terceras partes de los
cargos en la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA). Al final,
después de medio dormir una hora, y estar más de 24 horas despierta, me
dio otra vez un ataque de pánico. De nueva cuenta, no faltó quien aseguró que
era porque no quería hacer mi trabajo.
Años
después, tras dejar mis funciones en ASSA, comencé a trabajar como auxiliar de
la Unidad de Comunicación Social de una dependencia gubernamental. Un día
esperando el metro, me entró un ataque de pánico, no podía dejar de llorar,
inexplicablemente de pronto me entró miedo, un miedo irracional a morir, y
llorando llegué con una policía que se quedó conmigo hasta que me calmé, no me
soltó y después de muchos minutos pude continuar mi camino a casa.
Otra
ocasión mientras manejaba, comencé a llorar sin poder parar; la angustia de no
poder ver con claridad, y eventual accidente se combinó con la angustia y la
desesperación de no saber qué hacer. Luché contra el sentimiento de pesadez que
me invadía, y logré llegar a mi casa, prácticamente “por instrumentos”.
Alarmados
en mi casa porque no sabían qué hacer ante mis ataques de pánico -que llegan
sin avisar-, tomé terapia neurofeedback. Estuve medicada por espacio de
seis meses para controlar mi ansiedad; hoy sé que no se cura, que no puedo
luchar contra ella, que cuando sienta un ataque tengo que dejarlo pasar y
empezar a respirar despacio; si me dan ganas de llorar, hacerlo y no reprimir
los sentimientos. El resultado es que cada vez son menos frecuentes los ataques
y llevo una vida normal, ya no me paraliza el pensar que “de la nada” me puede
dar un ataque de ansiedad.
Tengo
una gran ventaja: no vuelo. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en mis
compañeros que actualmente están volando. Tengo datos duros de sobrecargos de
Aeroméxico están presentando cuadros de depresión y de ansiedad, y por lo mismo
está aumentando el consumo de sustancias indebidas para mitigar los problemas
mentales que presentan los sobrecargos.
A la
empresa parece no importarle la salud mental de su personal; mientras saquen el
trabajo, y no se quejen de la poca paga, todo camina sobre ruedas. Pero es
precisamente el estrés al que están sometiendo a su personal, la presión por no
llegar a fin de mes, y que tienen que hacer malabares para poder cumplir con
sus compromisos adquiridos, sin olvidar que quien debería de defenderlos, o sea
el sindicato, no lo hace, sino todo lo contrario.
Estamos
empujando a que alguno de estos trabajadores tenga un muy mal día y pueda
ocurrir una tragedia, que se puede prevenir. La salud mental de los tripulantes
es vital, un sobrecargo deprimido, que no ve la salida, no le importará
realizar alguna imprudencia, con tal de terminar su sufrimiento.
Tal
vez hasta que suceda, Aeroméxico se tomará en serio el tema de la salud mental
de sus sobrecargos. Entonces será el recurso de “ahogado el niño, tapamos el
pozo”. Es increíble que ni empresa ni sindicato no estén cuidando a sus
trabajadores y agremiados, respectivamente.
Todo
porque el sindicato dejó de ser un ente que velaba por el bienestar de sus
trabajadores, comenzando con el tema de los salarios dignos. Tan sólo el último
estudio de fatiga que se hizo en el sindicato está a punto de cumplir 30 años, elaborado
en 1994 en conjunto con el IMSS. Desde entonces y hasta ahora no existe otro estudio
serio sobre la salud mental de los tripulantes de cabina de ASSA.
Como
lo dije, este grupo de trabajadores es una pequeña muestra, pero lo mismo
sucede con los sobrecargos de otras compañías y otros sindicatos, como con
pilotos, tráfico, rampa, operaciones y el cargo que ustedes quieran mencionar dentro
de la industria aérea.
Regresando
al documental, hay una parte en la cual un ex Secretario de Salud reconoce “sí
se paga mal a los médicos, pero se paga mal en todo el país”, y yo pregunto ¿acaso
debemos resignarnos a que todos les paguen mal?, no importa si hablamos del
sector público o privado, ¿hasta cuándo entenderán las empresas que no pueden
seguir mal pagado a sus trabajadores?, ¿tenemos en puerta una nueva revolución
laboral?
En
otro documental, “Los trabajos y los días”, podemos ver los testimonios de
personas de distintas profesiones y oficios, quienes dan su punto de vista
acerca de aspectos que tienen que ver con su ámbito laboral. Se encuentra disponible
en Filminlatino, es una serie de 10 capítulos realizada en 2012. De ahí quiero
destacar la idea de que en materia de derechos laborales hemos involucionando
como sociedad, hasta estar en un punto como si estuviéramos en el siglo III
después de Cristo, en un estado feudal, dando gracias por tener trabajo.
La de
la Salud es otra rama productiva completamente distinta a la aeronáutica, pero
yo reflexiono sobre qué tan mal estamos, que cada vez somos más siervos de
nuestros amos, y por qué cada vez tenemos menos poder y voz para hacer
valer nuestros derechos. Un catálogo de prerrogativas que se obtuvieron gracias
a la revolución industrial; por eso mis cuestionamientos, ¿qué más se necesita
para dar un golpe en la mesa del patrón y decir ya basta?, ¿hasta cuándo
seguiremos permitiendo la pauperización de los empleos en la industria
aeronáutica?
Y lo más importante,
ustedes compañeros, ¿hasta dónde están dispuestos a esperar para defender sus
derechos laborales?, ¿Hasta dónde permitirán el deterioro de su salud mental? Preguntas
que aplican para todas las áreas dentro de la aviación.
Ximena Garmendia
5 de junio de 2022