Dejemos atrás la simulación sindical
Es un gran tema “la simulación sindical”, y no busco encono, más bien los
invito a la reflexión y al análisis. Empecemos con el caso que está sacando
ámpulas: el despido de gente de Viva.
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Captura de pantalla de Facebook de la página oficial de ASPA |
Sé muy bien que lo que diré no le gustará a más de uno, pero no pretendo
que todos compartan mí opinión, ni mucho menos que piensen igual que yo lo
hago, sino que cada uno de los que lean este texto reflexionen: ¿qué es un
sindicato democrático?
Los que me conocen saben que no tengo pelos en la lengua; para mí está clarísima
la postura de la Asociación Sindical de Pilotos de Aviadores de México (ASPA)
respecto a los despidos que hizo Viva de parte de su personal. Y son
coherentes con su historia y tradición; pero hay una arista de esta situación
en la que estamos viendo al mismo vaso de manera diferente: ¿medio lleno o
medio vacío?
A mí me “brinca” el posicionamiento de ASPA porque solamente hablan de la decisión
de la empresa, pero no mencionan en absoluto a su sindicato charro. El gremio
de pilotos se lanza con todo contra la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC)
y la Secretaría de Infraestructura Comunicaciones y Transportes (SICT), pero no
dedican una sola línea al Sindicato de Trabajadores de la Industria
Aeronáutica, Similares y Conexos de la República Mexicana (STIA).
Todos los que estamos inmersos dentro de la industria aeronáutica conocemos
a la perfección al negocio privado de la familia Romo, y queda claro que el
STIA es un claro ejemplo de la acumulación de contratos colectivos. Debemos
decirlo sin cortapisas, la Reforma laboral del 2019 no sirvió -como pretendía- para
acabar con el charrismo sindical, pero sí para que los sindicatos “blancos” o
pro-patronales, se afianzaran de nuevo, pero ahora bajo el manto de la 4T.
Hay algo que no me he cansado de criticarle al gobierno de la Cuarta
Transformación, y es esta “simulación” de justicia social para con los
trabajadores. Me parece injustificable que al frente de tantos gremios, sigan
los mismos charros de siempre.
En ese sentido es que me llama la atención el discurso de un gremio
democrático como ASPA. No es cosa menor que en su crítica no mencionen al
responsable de “defender” los derechos laborales de los trabajadores, esto es,
el STIA. Por supuesto que conozco la existencia de un tácito “pacto entre
caballeros” en el que las personas que pertenecen a un mismo grupo o círculo
social evitan dañarse entre sí.
No soy ingenua, pero si hablo de esto es porque me tocó vivirlo en primera
fila, y sé a la perfección que lamentablemente hay sindicatos, por ejemplo el
mío, la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA), en los
que durante mucho tiempo se optó por “mirar hacia otra parte”; la consecuencia
está a la vista de todos.
ASSA terminó convirtiéndose en una cueva de oscuridad insondable en la que
en lugar de buscar mejoras laborales para los agremiados, la labor se reducía a
defender al compañero impuntual, faltista o desprolijo, o de plano al drogadicto
o borracho; y no me tiren de la lengua, que casos tengo para sostenerlo.
Por supuesto que los despidos en Viva son un tema importante, y le
debemos toda nuestra atención, pero precisamente por el momento coyuntural que
atravesamos, la mesura es obligada.
Cuando leo que la decisión de Viva fue hacer un recorte, por
supuesto que en mi gen sindicalista se prenden focos rojos; pero sigo leyendo y
veo que dicho recorte fue “selectivo”. Lo digo como sindicalista, y muy
consciente de que mi opinión será impopular, pero si se hizo con base en el
expediente, lo aplaudo.
¿Radical? ¡Para nada!, estoy convencida de que como sociedad debemos de
dejar de solapar huevones, borrachos y drogadictos acostumbrados a escudarse
tras las faldas del sindicalismo; por supuesto hablo en general, hablo de todos
los sindicatos.
Porque vas el Seguro Social, y si te tratan mal, tienes derecho a reportar
al trabajador en cuestión, pero la frase que les brota de inmediato es “háganle
como quieran, mi sindicato me respalda”. Cuántos no hemos padecido indolencia y
maltrato en oficinas de gobierno, y a pesar de ello no se puede hacer nada en
contra del funcionario que nos atiende, porque el “sindicato lo protege”.
Como estudiante de licenciatura en la UNAM tuve “peleas apoteósicas”,
(siempre he sido muy pedera, no oculto mi esencia) en la Oficina de Servicios
Escolares; yo llegaba puntual para realizar trámites, pero terminaba peleándome
con los trabajadores porque no atendían a la hora que marcaba el horario, sino
cuando -literalmente- se les pegaba la gana.
Sí, STUNAM, hablo de tu gente, que se aprovecha de que la comunidad
estudiantil tiene que “bailar al son que le toquen” y sobre todo en el horario
“que le toquen”. Seguramente muchos de Ustedes han tenido que compaginar el
estudio con el trabajo, y saben lo complicada que se vuelve la vida cuando no
se respetan los horarios de atención.
Por eso cuando me convertí en representante sindical, me resultaba una
monserga asistir a los citatorios en Relaciones Laborales; de entrada, porque
Venegas me decía con ironía: “ya vienes a defender cadáveres”, y la
verdad había muchos compañeros que abusaban, y no había ni cómo defenderlos.
Estos compañeros, de cuyo nombre no quiero acordarme, acudían convencidísimos
de que tenían “derecho” a faltar tres veces al mes; pero de repente les fallaban
sus cuentas, y ya los andaban corriendo; todo derivado de una incorrecta
interpretación de la Ley Federal del Trabajo.
Me tocaron casos de compañeros que no cumplían con el Reglamento Interior
de Trabajo, y de todas formas exigían que el sindicato diera la cara por ellos,
aunque fueran malos elementos, flojos, cochinos, faltistas y demás linduras.
Estoy de acuerdo, la palabra “recorte” no nos agrada, y como trabajadores
nos pone los pelos de punta; pero si éste se hace con base en lo registrado en tu
expediente, si tienes reportes, si faltas de manera constante, dejas tirados
los vuelos, y no cumples con las reglas que fueron claramente establecidas
desde tu contratación, yo no puedo estar en contra de los despidos, los cuales
deberán ajustarse a las obligaciones que la ley impone a la empresa en favor
del trabajador. Tampoco se trata de avalar “patadas” al obrero.
Mención aparte merecen los casos en los que se despide de manera
injustificada, o porque “te pusieron el dedo”, que también ya ha pasado, por lo
menos en el caso de ASSA y el STIA, en que las jefaturas dan mayor peso a los amiguismos
y compadrazgos, que a los derechos del trabajador.
Entonces, no nos hagamos. Requerimos de una verdadera renovación
sindical, hoy por hoy los jóvenes están alejados del sindicalismo, y los
trabajadores de a pie creen que el sindicato es un parnaso donde los líderes existen
solo para enriquecerse.
En el caso concreto de la nacionalidad de los pilotos de Viva, creo
que vale la pena poner los puntos sobre las íes. No podemos generalizar, y
mucho menos dar por absolutamente válida la información que se hace viral en
las redes sociales. No le hagamos el caldo gordo a la narrativa que quiere
dividir y desestabilizar. Yo estoy dispuesta a entrarle al fondo del asunto.
Creo firmemente que es urgente dejar la simulación atrás y empujar por la
verdadera democratización de los sindicatos. Lo he reconocido todas las veces
que ha sido necesario: ASPA es un faro de luz entre tanta tiniebla, pero no es
perfecto, porque nadie lo es, pero los pilotos trabajan en mejorar día con día,
y eso es lo que les aplaudo.
Me consta que ellos no cejan en ver cuáles son las áreas de oportunidad que
se tienen, cuáles son los desafíos a los que se tienen que enfrentar, para
seguir siendo una entidad sindical verdaderamente democrática.
Dejo las preguntas sobre la mesa: ¿queremos seguir transitado por la
simulación sindical? ¿O le entramos al toro por los cuernos?