13 diciembre 2020

¿Qué ha pasado en este año?

 

¿Qué ha pasado en este año?

Con esta pregunta comienza mi última columna del año en Sobrecargo Informa. El 2020 ha sido un año caótico, por decir lo menos, sin embargo, las grandes crisis nos brindan una gran oportunidad de renovarnos.





Y es que este año le ha dado “con tubo” a la aviación, nacional e internacional; estamos ciertos que no teníamos contemplado en nuestro panorama todo lo que ha pasado en la aviación. Sin embargo, no nos centraremos en la aviación mundial sino en la nacional. Me imagino a los directivos de las aerolíneas mexicanas en pleno brindis de año nuevo, y jamás se imaginaron la tormenta que estaba por llegar.

El 2020 pintaba bien; un año para seguir en franco crecimiento. Aeroméxico continuaba con sus planes de acabar con sus competidores mediante la guerra sucia y competencia desleal; hoy sabemos que su estrategia e vino a explotar en las manos. Tan confiado y seguro estaba el caballero Águila, que jamás se percató del caos que estaba generando en su propia empresa, pagando el costo de estar dentro del Capítulo 11, en los Estados Unidos de Norteamérica.





Seré muy clara en este punto, porque varios trabajadores se han acercado a mí para hacerme la siguiente pregunta: ¿qué hizo Aeroméxico en los 10 años que no tuvo la competencia de Mexicana de Aviación?; se quedó con el 50% de varias de las empresas de la compañía más antigua de México y la cuarta del mundo, ¿por qué motivo no aguantó el embate de la pandemia, si es la aerolínea más grande del país?, ¿por qué, si volaba en tres continentes, y era prácticamente un monopolio?

No se requiere mucha ciencia para explicar el caso de la aerolínea del caballero Águila; se reduce a mala (léase “pésima”) administración, en manos de Andrés Conesa, quien prefiere “darse bonos millonarios” a costa de sacrificar fuentes de empleo, contratos colectivos y terminar por pauperizar a los empleados de la industria aeronáutica. Lo digo sin eufemismos porque creo que la función del Director de Aeroméxico era tener una empresa boyante; pero si el objetivo, desde el principio, era “quebrar” a la empresa, entonces habrá que aplaudirle de pie, pues está a punto de conseguirlo.

Y es que yo no puedo olvidar que en marzo de este año, cuando apenas empezaba la pandemia en el país, el tono de Andrés Conesa Labastida rayaba en lo optimista, asumiendo que la misma sería tan corta que para el mes de julio, las aguas estarían volviendo a su cauce.

¿Qué ha pasado con los trabajadores de esta aerolínea? Bajo la perversa figura de “renuncia voluntaria”, la empresa no ha corrido a sus trabajadores, solamente les ha invitado a “desvincularse” de manera voluntaria, bajo la promesa de una futura recontratación, con lo cual mata dos pájaros de un tiro, simula seguir las recomendaciones del Gobierno Federal de no correr trabajadores, y estos aceptan esperanzados. Con este sagaz movimiento, se evitan todas demandas por despidos y recortes.



A todo hay que sumarle el pésimo ambiente laboral de la aerolínea: trabajadores sobreexplotados y con sueldos recortados; y a los que no lograron quitarles un porcentaje de su salario sólo trabajan 15 días, para no pagarles el mes completo;  trabajadores que forzosamente están con permiso sin goce de sueldo por un año;  trabajadores que no saben si mantendrán sus conquistas laborales ganadas a pulso a lo largo de los años, ante el amago de la empresa (a veces velado, a veces cínico) por modificarlos por “órdenes” del fondeador y del Capítulo 11; pilotos a los que se les adeuda el aumento correspondiente a 2019, y un largo, penoso, incluso doloroso etcétera.

Si volteamos la mirada encontraremos a la empresa Transportes Aeromar, cuyos dueños y administradores llevan años con el mismo cuento: “la empresa está en crisis”, y por lo mismo, esta pandemia les vino “como anillo al dedo”, pues alegando falta de estabilidad económica, han dejado de cumplir con las múltiples obligaciones que tienen para con sus empleados: aumentos al salario desde 2018, bonos, pagos de tiempo extra, uniformes y la lista se incrementó durante 2019, y lo que llevamos de 2020. Pilotos y sobrecargos se sienten abandonados por sus respectivos sindicatos, que han permitido llegar a estos niveles insultantes de incumplimiento por parte de la empresa.



Interjet, comenzó el año con una fuerte crisis, derivada en parte por la guerra sucia de Aeroméxico, y también por malos manejos y desafortunadas decisiones de sus directivos y administradores. Están a borde del colapso, del que nadie quiere hacerse cargo, ni la propia empresa, ni el sindicato, ni el gobierno en turno. El último trimestre del año hemos sido testigos de la espiral en descenso de la aerolínea que alguna vez ocupó el segundo lugar en la preferencia de los viajeros, tanto nacionales como extranjeros.



Solo dos empresas, Volaris y VivaAerobus, de forma hábil y con gracia han podido sortear la pandemia por Covid19. En el caso de Volaris, su modelo importado de LATAM rinde frutos al configurar sus equipos para transportar más pasajeros ahorrándose en equipos, tripulantes, combustible, y demás trabajadores que se requieren para la operación de vuelo.

Por su parte VivaAerobus se ha visto favorecida por la creatividad de su CEO, Juan Carlos Zuazua, un magnífico mago y hechicero de altos vuelos, que ha hecho crecer a la empresa contra todo pronóstico; como un buen jugador de ajedrez, ha tenido el tiempo suficiente para ver el tablero y observar los movimientos de los demás jugadores, dónde colocan sus piezas y cuáles han sido sus estrategias de juego realizadas. Excelente observador supo ver la oportunidad que se le presentaba; al ser una aerolínea mayoritariamente de vuelos nacionales, podemos decir que el cierre de algunas fronteras no le hizo gran mella. Apoyado en el mercado doméstico, aprovechó los huecos de las otras aerolíneas y como “el que no arriesga no gana”, se atrevió a abrir rutas que ninguna otra línea aérea hubiera sopesado. Estaremos atentos a su juego, en el futuro, para la era Post-Covid.

Pero la aviación no se reduce a las líneas aéreas; debo hacer mención del sisma en la otrora DGAC (ahora AFAC). Recordemos que se inhabilitó a los terceros autorizados, responsables de los exámenes médicos de los trabajadores aeronáuticos, como las tripulaciones, mecánicos, etc. A raíz de volver a centralizar el procedimiento para los exámenes médicos, y con la pandemia encima, el servicio se saturó, obligando a autorizar una prórroga para una fecha que, posteriormente volvieron a mover. Finalmente, y ante una realidad inocultable, tuvieron que “darle pa’ tras” y decir que siempre no. Cuando las cosas funcionan, lo digo; desafortunadamente tengo que decir que hoy es un calvario sacar cita para el examen médico, y más el tema de la vigencia de licencias.

Por si esto fuera poco, la AFAC tuvo una auditoria que terminó el último día de octubre, pero de la cual aún no tenemos los resultados. Lo único que sabemos es que el 26 de noviembre Rodrigo Vázquez Colmenares anunció su renuncia como titular de la AFAC, dependiente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. La agencia sigue sin cabeza al frente, al momento de escribir estas líneas.

La pregunta obligada es ¿qué pasará para el 2021? Esa, señores, será tema de una columna, pero del año que viene.

Quiero cerrar este año agradeciendo a todos mis lectores. Es para ustedes que escribo, con la finalidad de informales los acontecimientos en el interior de las aerolíneas, siempre desde la perspectiva del trabajador. Deseo que pasen felices fiestas, aunque sé que en estos tiempos puede ser complicado… pero siendo honestos ¿qué sobrecargo ha pasado estas fechas sin complicaciones? Es parte de nuestra naturaleza, y así como somos capaces de dar el 100% en el aire, también podemos tener los pies en la tierra, y reconocer que somos afortunados y que estamos vivos.



De corazón, para todos los que están leyendo esto: Feliz navidad, feliz año nuevo.

Nos vemos en enero.

 

Ximena Garmendia

13 de diciembre 2020