17 mayo 2020

El sindicato no puede ser una secta



El sindicato no puede ser una secta

Para los usuarios del servicio de transporte aéreo, la salud mental de los tripulantes no es cosa menor, por ello año por año los trabajadores del aire se someten a exámenes médicos y psicológicos para verificar que se encuentren en óptimas condiciones para volar. Así como es de vital importancia el mantenimiento de las aeronaves, en el caso del personal humano, también lo es.

El día de hoy en esta columna pondré los reflectores sobre un pequeño grupo de sobrecargos cuyo fanatismo vuelve imperante ponerlos bajo la lupa. Lo digo fuerte y claro: no voy a generalizar, pues afortunadamente no son todos. La gran mayoría de los sobrecargos de la línea del Caballero Águila, gozan de una muy buena salud mental. Pero también dejo muy claro que por fanatismo me refiero a ese apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias y opiniones, como dice el diccionario.

No crean que se trata de una sociedad secreta y clandestina. Todo lo contrario. La exhibición en redes sociales es su común denominador; más específicamente las interfaces del Secretario General de la ASSA. Para este trabajo se analizaron cientos de comentarios que me hicieron llegar muchos compañeros, pues Ricardo Del Valle me tiene bloqueada de la red social donde le escriben.

¿Qué es una secta? Es una comunidad cerrada que promueve, o aparenta promover, afinidades comunes, a veces de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos. En este caso los fines comunes son la aviación como fuente de empleo y el ser sobrecargo como profesión; pero para entender todo el contexto, déjenme relatar como la llegada de Ricardo Del Valle a la Secretaría General de la ASSA en agosto del 2011 marcó el inicio es esta peculiar comunidad.


No exagero cuando digo que una vez que el flamante representante de los sobrecargos de Mexicana, Click, Aeromar y Aeroméxico quedó instalado en el quinto piso de Patricio Sanz, comenzó a darse un fenómeno a todas luces llamativo: “el culto al líder de poder absoluto” y la segregación de todos aquellos que no quisieran hacerlo. En el caso particular fueron los representantes sindicales quienes comenzaron a meterse en los perfiles de Facebook de sus agremiados para saber a quiénes tenían de amigos, qué publicaban y cuando alguien se atrevía a decir algo negativo del sindicato, le llamaban por teléfono para “decirle” de manera amenazadora que “bajara” su texto e inmediatamente escribiera algo positivo, tanto en su perfil, como en el del Secretario General. Me gustaría decir que es fantasía, pero estas son historias reales.

Bajo este modus operandi, propio de los sistemas políticos más opresores y recalcitrantes, muchos sobrecargos de Mexicana de Aviación que estaban en lista de espera para entrar en Aeroméxico, se vieron obligados a escribirle, de forma casi diaria, comentarios positivos al líder, resaltado sus atributos como gran ser humano, y deseando el derrame de bendiciones de fuerzas ultra terrenales sobre él.

¡Ay! de aquel que no le escribiera un mensaje positivo al líder, pues sufría las consecuencias, al grado de que podía ser corrido bajo cualquier pretexto. Es por ello que muchos agremiados comenzaron a escribirle al Secretario General, aún contra su voluntad, pues sabían de la existencia de un aparato de vigilancia permanente.



Pero no es este grupo de sobrecargos coaccionados el que me preocupa y llama la atención, pues finalmente lo hacen como un mecanismo para conservar su fuente de empleo. El que me inquieta es otro grupo verdaderamente fanatizado, mucho más pequeño, sí, pero no por ello menos peligroso.

Si revisamos la historia encontraremos casos terribles donde se han visto involucradas sectas que atentan básicamente contra la dignidad de sus propios miembros. Casos como “la familia” de Charles Mason, que a la postre cometió el asesinato de varias personas, incluida la actriz Sharon Tate; o como la secta de Jim Jones, cuyos integrantes se suicidaron en Jonestown al beber cianuro de manera colectiva; recordemos el dramático caso de Waco y los davidianos, cuyo líder David Koresh hizo que murieran 80 miembros de su secta, tras un asedio policial que resistieron de forma armada y terminó en masacre.

Estos antecedentes no son cosa menor, y traerlos a cuento no es amarillismo ni formulación de teorías conspirativas. Basta una revisión de ellos para entender que todos surgieron dentro de “caldos de cultivo” aderezados o permeados por algo en común: crisis.

Por ello afirmo que resulta ser un foco rojo lo que ha sucedido, y sigue sucediendo al interior de la ASSA de México. No solamente es la pandemia del COVID 19, no solamente son las consecuencias económicas devastadoras que trae aparejadas, no es la inusitadamente larga cuarentena, no se trata nada más de la incertidumbre que genera ese término tan etéreo y alabastrino que se llama “nueva normalidad”. Hemos repetido una y otra vez en este espacio que la “reinvención” de la industria aeronáutica a nivel mundial está a la vuelta de la esquina. Y aunque nos ponga los pelos de punta, no podemos ignorar la publicación diaria de notas informativas que anuncian inclementes recortes de personal por parte de los gigantes de la industria.

Yo les pregunto, querido lectores, con este “caldo de cultivo” ¿qué perfil creen que es el que debe cubrir un asistente de vuelo? ¿El de una persona con una gran capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas?, ¿o el de una persona fanática que confía todo a un líder, que le hace creer que debe rendirle pleitesía por “permitir” que el sol salga por el horizonte cada 24 horas?

Y es que de verdad, son verdaderos esfuerzos los que tengo que hacer para no perder mi capacidad de asombro cada vez que leo los mensajes que este grupo fanático de sobrecargos deja en las redes sociales de Ricardo Del Valle. Hasta hace un tiempo me divertía y los tomaba a la ligera, llegando incluso a ignorarlos. Pero como dije renglones arriba, el horno no está para bollos, y las autoridades sanitarias encargadas del personal aeronáutico deben poner especial cuidado en este tema, considerando la “nueva normalidad”, porque se está poniendo en riesgo a los usuarios con personas sumamente inestables, que no sabemos cuándo “perderán la cordura”, si alguien “osa” hablar mal de su líder.

Las pruebas pululan en los muros de Facebook. Han llevado el fanatismo y el culto al líder a niveles insospechados; pareciera que entre ellos hay un afán por ver quién utiliza más epítetos, flores y zalamerías. Es una verdadera competencia por encontrar al agremiado que haga el comentario más largo y profundo.

Y no termina todo con las palabras de un post de red social, no. El pasado 15 de febrero mencioné en esta columna cómo algunos han mandado imprimir mantas de apoyo y las han colgado afuera de sus casas, para mostrar la lealtad al líder, y del modus operandi de estos compañeros. Eso fue un botón de muestra, pero hay más. Insisto, la Agencia Federal de Aviación Civil (hoy AFAC, antes DGAC), debe tomar cartas en el asunto, desde el punto de vista de la salud mental de los tripulantes, pues el nivel de culto que le profesan a su líder, casi a niveles teocráticos, rebasan por mucho los límites sanos de unidad sindical, solidaridad laboral, fraternidad gremial o lucha conjunta en favor de los intereses de todos los trabajadores. Lo que podemos ver es un discurso subyacente, aceptado como dogma, de que el representante sindical debe ser adorado en todo momento, y que los sacrificios que él llegue a pedir deben realizarse sin analizar o sin pensar en las consecuencias que conlleve en su propia salud mental, ni a su dignidad como persona.

La gran mayoría de los miembros de este grupo de culto al Secretario General, son evidentemente los de su primer círculo en el Sindicato. Con ello genera la expectativa medieval de que si alabas al señor feudal, las probabilidades de llegar a ser parte de “la corte” son más grandes. Y así, los que ya están dentro, como si fueran evangelizadores, se dan a la tarea de azuzar al resto de compañeros a realizar comentarios y poner “likes”, porque de no hacerlo, serás perseguido y no te dejarán en paz, hasta conseguirlo.

Si estuviéramos hablando de una logia, una cofradía, una hermandad, una comunidad religiosa, o incluso de un club de precios, esta estructura piramidal no me causaría conflicto alguno, pero me lo causa, y de muy grave manera porque se trata de una asociación de trabajadores que por definición fue constituida para la defensa y promoción de los intereses profesionales, económicos y sociales de los sobrecargos.

Lo siento, pero me pone mal ver que este fenómeno fanático lo que está logrando es generar un pésimo y cada vez más decadente clima laboral, como si a la industria le hiciera falta. No puedo pasar por alto esta variante de “terrorismo sindical”, que mina la salud mental del resto de los tripulantes, que se sienten observados en todo momento, no sólo a bordo del avión, no solo en el horario laboral, ahora también en su vida virtual, perdiendo con ello su privacidad, y su libertad de expresar lo que de verdad piensan sobre el sindicato y su líder.

Platicando con grupos de sobrecargos de otras empresas que no forman parte de ASSA de México, y ven las capturas de pantalla que me llegan, siempre les llama la atención esta especie de “nado sincronizado” que sucede cuando el líder sube un comentario, y en cascada empiezan a llegar los comentarios a favor del Secretario General, sobre todo de los sobrecargos que volaban en Mexicana de Aviación y hoy son parte de Aeroméxico, que se vuelcan a compartir en sus muros personales el “post” del líder, y lo acompañan con comentarios que salen de su ronco pecho, o de textos que ya tiene preparados, porque siempre tienen el mismo corte: gracias por “regresarles sus alas”; y casi nunca, o muy poco, agradecen a la empresa, Aeroméxico, que es la que en realidad los acogió, aunque en un pauperizado Contrato B, como documenté en esta columna el pasado 22 de marzo.


Recapitulo para cerrar. Afirmo que la gran mayoría de los tripulantes de Aeroméxico, gozan de una muy buena salud mental, y hacen bien su trabajo, cuando no los ponen a rotar. Pero también sostengo que dentro de casa tienen un grupo de desequilibrados que generan un pésimo ambiente laboral, que nada ayuda ni a la empresa, ni a los sobrecargos, ni a la industria. Todo lo contrario, son uno de los peores ingredientes para el panorama que tenemos en las manos. ¿Cómo va a reaccionar este grupo de fanáticos cuando la realidad alcance a su gurú, y vean que por más loas, reverencias y sacrificios que hagan en su honor, los estragos de la pandemia y muchas malas decisiones son imparables?, ¿habrán pensado ya en la remota posibilidad de que su líder los deje colgados de la brocha? Ya veremos.

Ximena Garmendia
 17 de mayo 2020

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