14 marzo 2021

A un año de la pandemia ¿dónde estamos?

 

A un año de la pandemia ¿dónde estamos?

Estamos a punto de cumplir un año que de manera oficial entramos a las estadísticas mundiales de la pandemia por Sars-Cov-2, y haremos un breve viaje al pasado para mirar el año transcurrido y ver dónde estamos parados ahora.





Hace un año la empresa Transportes Aeromar, tras varias negociaciones, no logró que Avianca invirtiera en ellos; en 2016 la aerolínea colombiana anunció que invertiría 100 MDD. Danilo Correa, director de la empresa de nuestro país, salió muy contento en 2018 a decir que ya había llegado a un arreglo con pilotos y sobrecargos, por lo que la inversión de Avianca para la adquisición del 49% de las acciones, ya era un hecho. Sin embargo, en mayo de 2019, momento en el que la empresa contaba con 110 pilotos y 200 sobrecargos (según nota de Reportur), Aeromar hizo saber al Gobierno Federal que estaba a punto de entrar a una quiebra técnica, ya que Avianca había dejado claro que no invertiría en ninguna aerolínea mexicana.

Bajo ese panorama Aeromar enfrentó la pandemia, con deudas y arrastrando una crisis de varios años atrás; pero al ser una empresa que cubre destinos que ninguna otra aerolínea del país realiza, la pandemia no la ha maltratado tanto, de tal suerte que podemos decir que no ha sido de las más afectadas. A pesar de lo anterior, la empresa continua con el mismo discurso de antes de la pandemia; que está al borde de la quiebra y le urge una inyección de recursos, así como de más recortes de personal y costos laborales; así como están leyendo, si en 2019 eran 200 sobrecargos hoy son 110, y la empresa pretende desvincular, o sea correr a 30 o 32 sobrecargos más. Eso sí, su director comercial anuncia con bombo y platillo tanto el crecimiento de rutas y destinos dentro del país, como la intención de volar a destinos internacionales en el corto plazo.



Como un círculo, no virtuoso sino vicioso, Aeromar se encuentra casi igual que antes de comenzar la pandemia; digo “casi” porque hoy está con trabajadores cada vez más cansados de las promesas empresariales incumplidas. Los empleados llevan años (literal) cediendo prestaciones laborales, incluso recortes a sus salarios; tal es el caso de los pilotos en la pandemia. La pregunta se impone: si la empresa no es viable ¿para qué seguir alargando la agonía?

Vayamos ahora al caso de Volaris. Enrique Beltranena, usando un modelo leonino con sus trabajadores y maximizando el número de asientos en sus equipos, ha logrado tener una empresa “no mal parada” ante la pandemia. No es dato menor que recibió una inversión de 3,500 millones de pesos de parte de sus inversionistas. Comenzaron la pandemia con 63 equipos, y hoy cuentan con 83 aviones.



Caso similar es VivaAerobus. Gracias a su modelo de negocios, mezcla de aerolínea de bajo costo y tradicional, es que la pandemia tampoco le causó grandes estragos, al contrario, durante la pandemia se reinventó, y de ser una aerolínea detrás de Volaris, Aeroméxico e Interjet, ha repuntado, colocándose en el primer lugar en la preferencia del consumidor.



Ahora vayamos con el Caballero Águila. Una vez que el Gobierno Federal anunció las medidas a implementarse por la pandemia (“Quédate en casa”), el director general de Aeroméxico, Andrés Conesa, ni tardo ni perezoso salió a anunciar que la caja de la empresa del caballero Águila estaba “más fuerte que nunca” y que el Covid le haría lo que el viento a Juárez, aventándose la declaración de asegurar que para junio de 2020 todo regresaría a la normalidad. Ustedes lo saben tan bien como yo, lo que realmente pasó en junio fue la entrada de la empresa al Capítulo 11 en un tribunal de Nueva York, en los Estados Unidos.

Hubo un momento en que la operación de la aerolínea cayó a niveles alarmantes, llegando a tener suspendidas el 80 por ciento de sus operaciones. Lamentablemente la empresa en franca colusión con sus sindicatos, aprovechó el escenario catastrófico para recortar salarios y prestaciones a sus trabajadores; todo en “aras de salvaguardar fuentes de empleo”. No obstante sí hubo recorte de personal; se calcula un total de 3 mil plazas, de las 16 mil que tenían al inicio de la pandemia. Y todo apunta a que van a adelgazar aún más la nómina. Mención aparte merece la empresa Sistem, filial de Aeroméxico, que dejará de prestar servicios de tierra para darle entrada en su lugar a una empresa outsourcing. ¡Claro! las negociones con los trabajadores no fueron con el suelo parejo; a los agremiados al Sindicato Independencia jamás les hicieron de su conocimiento los cambios llevados a cabo en sus contratos colectivos; y en el caso de las sobrecargos de Aeroméxico Connect, a pesar de que votaron en contra de modificar su contrato, la cúpula de su sindicato, el STIA tomó la decisión de modificarlo aceptando recortes. Me gustaría decirles que ahí termina todo, pero no es así. Los pilotos de ASPA y sobrecargos de ASSA negociaron con una pata en el cuello: o cedían sus condiciones laborales o la empresa continuaba con la tramitación de su demanda de Conflicto Colectivo de Naturaleza Económico. A dicho juicio ya le habían dado entrada en la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, obviando el flagrante conflicto de intereses que conllevan los apellidos Alcalde Justiniani (abogado) y Alcalde Luján (Secretaria del Trabajo).



Así legamos a Interjet, empresa que al comenzar la pandemia, era la número uno en la preferencia de los usuarios, gracias al legado de otra gran aerolínea que dejó de surcar los cielos en 2010. Interjet se llenó de prestigio y renombre, no obstante que los años anteriores a la crisis sanitara fue víctima de una guerra sucia y desalmada a manos de Aeroméxico, cuya finalidad era sacarla del mercado. A eso hay que sumarle las malas decisiones dentro de la administración de la línea aérea y el desinterés de los dueños; la caída en picada fue a una velocidad vertiginosa y es que a diferencia de otras aerolíneas, Interjet no recortó ni trabajadores, ni sueldos, ni prestaciones; trató de salir a flote, pero las malas decisiones al final le cobrarían la factura de tener 70 aviones, y terminó operando sólo con 4 equipos, a los que finalmente se le vencieron los seguros y la empresa, de manera unilateral tomó la determinación de parar las operaciones en diciembre. Posterior a eso, los trabajadores estallaron una huelga el día 8 de enero, pero apenas el pasado 20 de febrero la autoridad laboral reconoció como válida la huelga. Al momento que escribo estas líneas, su futuro es incierto y poco esperanzador.



Un año; 12 meses; 365 días; 8760 horas, 525,600 minutos, 31,536,000 segundos; una vuelta completa del planeta tierra alrededor del sol. Sin que sea un análisis financiero detallado, los números generales aquí plasmados hablan por sí solos. Como podemos ver, la pandemia por sí sola no causó todas las desgracias que le achacan, pero sí se convirtió en el pretexto perfecto (y lo sigue siendo) para evadir responsabilidades y castigar a los más vulnerables. 

Y lo que es peor, todo a plena luz del día y frente a los ojos del país entero. Es lamentable que no se le dé a la industria aérea la importancia que merece. Ni el titular del Gobierno Federal, ni sus Secretarios de Estado (Trabajo, así como Comunicaciones y Transportes), con todas sus subsecretarías y dependencias descentralizadas han querido tomar cartas serias en el asunto. Y hay que decirlo, a los usuarios le sigue importando solamente que los lleven del punto A al B, sin reparar en la trascendencia de todo lo que existe detrás… y no son tres cacahuates, hablamos de concesiones federales, espacio aéreo mexicano, conectividad aérea del país, soberanía y seguridad nacional, por mencionar solamente algunas cosas.

Visto así, los próximos doce meses se pasarán “volando” (muy rápido), porque la lista de asuntos pendientes es enorme y exige trabajar todas y cada una de las horas disponibles. Hay mucho por hacer, y por defender.

 

Ximena Garmendia

14 de marzo 2021