Algo más que “debilidad institucional”
por Guillermo Fabela Quiñones
13 Octubre 2014 00:00
Revista Enlace México
Es incuestionable que México vive en estos momentos algo más que una crisis generalizada, como lo patentiza la grave inestabilidad política y el estancamiento económico, problemas ambos con gravísimas consecuencias que confluyen en una sola dirección: la ingobernabilidad incontrolable que cada día se incrementa e influye en la desmoralización de la ciudadanía. Aun así, la élite oligárquica sólo sigue pensando en apuntalar sus negocios y privilegios, como si el país atravesara por un periodo de paz social y desarrollo pleno.
Un claro ejemplo: Miguel Alemán Velasco, hijo de quien inició el resquebrajamiento del proyecto social de la Revolución Mexicana en gran escala, con el objetivo de estrechar una alianza estratégica con Estados Unidos y asegurar que nuestro país se olvidara de ideas reivindicatorias; no conforme con la riqueza acumulada desde los años cuarenta, el ex gobernador de Veracruz y ex accionista de Televisa, dueño de múltiples empresas, entre las que destaca Interjet, ahora quiere quedarse con Oceanografía, la compañía proveedora de servicios de Pemex.
Seguramente lo habrá de conseguir, a pesar de los conflictos legales por los que atraviesa dicha empresa debido a la corrupción desmedida de su ex principal accionista y beneficiario de los hijos de Martha Sahagún, Amado Yáñez. No habrá nada que se lo impida, como nada impidió que Alemán Velasco creara la aerolínea Interjet, principal beneficiaria de la quiebra forzada de la compañía Mexicana de Aviación, que dejó en la calle a más de 15 mil trabajadores.
Para la cúpula empresarial México vive un periodo de bonanza, porque sólo tienen ojos para ver sus cuentas bancarias y sus utilidades en la bolsa. Sin embargo, la realidad es muy diferente a lo que reflejan sus crecientes privilegios, como lo han señalado diversos gobiernos y organismos extranjeros, los cuales han mostrado ya su profunda preocupación por las gravísimas violaciones a los derechos humanos de miles de mexicanos, y por los crímenes de lesa humanidad, cada vez más frecuentes, que se cometen en el territorio nacional. Sin embargo, para Enrique Peña Nieto sólo “se advierten señales de debilidad institucional”.
Así reaccionaba Porfirio Díaz, cuando por alguna distracción de sus ayudantes se enteraba de que la oposición a su gobierno empezaba a desbordar a los caciques regionales. “No pasa nada, las instituciones son muy fuertes”, solía decir, aunque cuando las cosas se complicaban al punto de que gobiernos extranjeros, principalmente el estadounidense, se enteraban de los conflictos, tenía el recurso de ordenar: “¡Mátenlos en caliente”. ¿Será acaso que ya hay una instrucción así surgida de Los Pinos y por eso suceden masacres como las de Tlatlaya e Iguala? En tanto el Estado de derecho siga en picada, hay margen para suponer eso y más.
Porque como lo señaló el director ejecutivo de la división de las Américas del organismo Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco: “El problema no es de Iguala, el problema es de México y el responsable último por la suerte, la seguridad y la vida de esos estudiantes (los secuestrados) es el gobierno federal, son las máximas autoridades mexicanas”. Añadió que “a las autoridades mexicanas les preocupa más la imagen de su gobierno que resolver la situación de los estudiantes secuestrados”, como así lo demuestran los hechos y la fuerza cada vez mayor del duopolio televisivo.
Podría decirse que, como van las cosas, no falta mucho para que con todo y los miles de millones de pesos gastados en propaganda engañosa, la ciudadanía empiece a organizarse y actuar sin miedo a represalias. Así lo demostró la agresión a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en el Zócalo, el miércoles, a pesar de que acudió para patentizar su solidaridad a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. El motivo del ofuscamiento de los agresores es que el ex candidato presidencial es militante del PRD, cuya dirigencia está al servicio del grupo en el poder como está más que demostrado.
Como dijo el padre de uno de los normalistas secuestrados: “Sabemos quiénes se los llevaron; fueron los policías municipales y nos quieren hacer creer que fue el crimen organizado. No queremos engaños con las narcofosas”. La verdad acabará imponiéndose y no habrá una mínima viabilidad para más fraudes electorales. Si lo intentaran el próximo año, el país se moverá pero en defensa de sus legítimos derechos. El anhelo de justicia y democracia moverá a México, no la demagogia del régimen.