En
busca de los Estatutos perdidos
Queridos
lectores que me acompañan en esta columna, dicen que a veces la realidad supera
a la ficción; me gustaría que este relato fuera solamente un tema anecdótico y
que en pleno 2020 estuviera enterrado en las profundidades de las cavernas de
la ignominia, pero lamentablemente no es así.
Las
protagonistas de esta historia son dos jóvenes y valientes sobrecargos, dispuestas
a emprender las más grandes aventuras. Ellas, impulsadas por su juventud,
buscarán encontrar “Los Estatutos Perdidos”, un documento mítico y mágico, que
suele regir la vida interna de los sindicatos.
Una
se llama Osada y la otra Aguerrida, ambas se conocen desde hace tiempo, y ven
que su mundo está siendo amenazado por un villano, cuya intención es
despojarlas de todos y cada uno de sus derechos laborales, su nombre es Patlani.
Pero un villano no está completo sin un patiño; qué mejor que un aliado llamado
Blanco, que sirva de “intermediario” entre las jóvenes y el villano ñaca ñaca.
Esta
historia comienza con la creación, hace muchos años, de un documento mítico,
porque nadie lo ha visto, que estipula las funciones, derechos y obligaciones
de las jóvenes de la unión, del cual es dueño Blanco. Dicen “Las Antiguas” que
hace mucho, pero mucho tiempo atrás, se hicieron a solicitud del mandamás
mayor.
Estos
misteriosos documentos, se supone, servirían para defenderse del villano
Patlani, pues contienen una fórmula mágica muy poderosa, sin embargo, Blanco es
patiño de Patlani.
Osada
y Aguerrida están convencidas que si obtienen esos Estatutos, lograrán parar la
masacre que se avecina a los derechos labores. Así que se vistieron acorde, y
se dispusieron a entrar en la jungla de asfalto, antes conocido como D.F.
─
Ay Osada ¿estas segura que este es el camino?, esto se ve muy solitario.
─
Sí Aguerrida, antes de salir lo consulté con el Oráculo y me dijo qué camino
debíamos seguir para poder encontrar las sagradas escrituras estatutarias.
─
¿De verdad crees que podamos conseguirlas?, mira que ya antes otras jóvenes lo
intentaron y fallaron lamentablemente en el intento.
─
Por supuesto, llevo meses preparándome y ahora, después de que todos los astros
se alinearon, es el momento exacto de llevar a cabo nuestro plan.
─
Pero Blanco no nos va a dejar, ya ves, lo estuvimos buscando y no estaba en su
casa, fuimos a donde lo habían visto en últimas fechas y nadie nos pudo dar
razón de él. Además, Patlani amenaza diciendo que nos queda poco tiempo. La
verdad estoy muy asustada y confundida.
─
Calma, tienes que ser fuerte, como tu nombre significa. Nadie dijo que iba a
ser fácil, pero no podemos no intentarlo. Mira, ya se alcanza a ver algo a la
lejanía, creo que ya estamos cerca.
Ambas
jóvenes caminan por un largo y sinuoso sendero. El sol está en su cenit y se
sienten apesadumbradas por el calor. Hacen un alto en el camino para
refresacarse y poder continuar; de vez en vez voltean para ver sí la gente de
Patlani las sigue.
Desde
que el villano Patlani anunció que acabaría con todos los derechos laborales de
las jóvenes a su servicio, un viento de buscar justicia comenzó a permear en
ellas.
Después
de hacer una pausa, continuaron caminando y a lejos vieron con claridad un
edificio que estaba a las faldas de un cerro. Ahí, contaba la leyenda, tendrían
que estar los Estatutos de Blanco. Aquel mítico documento que se decía, brindaba
protección y certeza a las trabajadoras.
Llegaron
hasta la puerta del lugar y la empujaron: Era tan pesada que ambas tuvieron que
emplear todas sus fuerzas para poder ingresar al edificio. Una vez dentro, buscaron
a quien les pudiera dar razón de los documentos buscados.
─
Buenas tardes, ¿hay alguien aquí que nos pueda atender?
Comprobaron
algo que les había dicho el Oráculo: dentro del edificio el tiempo transcurre
diferente, como si fuera un mundo paralelo. Pasaron algunos minutos, pero a las
jóvenes exploradoras les pareció una eternidad. En lo alto de la escalera, de una
manera muy pausada, bajaba una especie de “duende”, encorvado y muy mal
encarado, que con una voz rencorosa e indescifrable les preguntó:
─
¿Qué se les ofrece niñas, no ven que estamos muy ocupados?
Pasó
de lado para colocarse de frente a las dos, ambas sintieron un ligero
escalofrío que les recorría la espalda. Osada, que era muy valiente, fue la
primera en hablar.
─
Disculpa que te quitemos un poco de tu valioso tiempo, pero estamos buscando
los Estatutos Perdidos.
─
¿Y traen un pergamino firmado por Blanco?, él se los tiene que autorizar; nosotros
no podemos darles nada si no traen la venia de Blanco.
─
No, no lo traemos. Respondió Aguerrida, quien empezó a sentir cómo le hervía la
sangre por dentro.
─
¿Acaso que no saben que nada puede salir de este recinto sagrado sin la
autorización de sus legítimos dueños?, Respondió el duende mal encarado.
Osada,
apretando la mano de Aguerrida, le espetó al duende.
─
¿Y no es acaso este recinto el guardián de las sagradas escrituras estatutarias?
El Oráculo claramente señaló que tenemos la libertad, pero sobre todo el
derecho de consultar nuestra ley interna, ¿cómo se atreven a negarnos ese
derecho?
─
Niñas, niñas, -dijo de forma condescendiente el duende-, no es aquí donde deben
buscar. Sin autorización previa no podemos darles nada. Pero si gustan, pueden
ir con El Mago de la Transparencia, tal vez él las pueda ayudar. Ahora deben
salir de aquí inmediatamente. Así lo ordena el sistema de referencia en
rotación.
─
¿Qué significa eso?
─
Que ya son las dos de la tarde, y que aquí ya no obtendrán nada.
Mientras
sentenciaba las iba empujando hacía la puerta, y con la última palabra terminó
cerrándoles la pesada puerta en las narices. Ambas jóvenes intercambiaron
miradas, entre asustadas, nerviosas, confundidas, y finalmente el sentimiento
que las embargo fue una desolación mayúscula.
Así
que emprendieron sus pasos rumbo a la vivienda habitada por El Mago de la Transparencia.
Debían caminar muchos kilómetros, y la tarde caería pronto; tenían que darse
prisa o las agarraría la noche y ya sería imposible continuar con su búsqueda.
Cuando
vieron que se aproximaban a su destino, el corazón de ambas empezó a latir con
mucha fuerza; se miraron y tomadas de las manos, se dieron ánimo para continuar
con su trayecto. Estaban cerca de conseguir su objetivo.
Tocaron
a la puerta, que a diferencia de la anterior, era de cristal y muy ligera.
Conocedora de las fórmulas necesarias de estos espacios, Osada gritó con voz
firme y segura:
─
Hola, buenas tardes, en busca de información nos acercamos a ti, oh poderoso Mago
de la Transparencia ¿estás aquí?, ¿nos podrías atender?
Ante
tal invocación, apareció en medio de una espesa niebla con actitud amigable.
─
¿Qué desean niñas?
─
El duende del recinto de los estatutos nos dijo que le era imposible
proporcionarnos los Estatutos Perdidos de Blanco, y nos dijo que tal vez tu
podrías ayudarnos.
─
¿Estatutos perdidos? Bueno, en realidad no creo poder ayudarlas, sin embargo,
tal vez les puedan servir estas “runas” antiguas; sirven para desentrañar
estatutos milenarios y algunas otras cosas. Lamentablemente, están en completo
desorden y sin ningún tipo de clasificación. Si de verdad quieren llegar a
ellos, tendrán que ir buscando uno a uno el Estatuto Perdido de Blanco. Pero
tengan cuidado, hay muchas entidades que se disgustarán cuando se enteren que
han llegado hasta aquí.
─
Oh, muchas gracias Mago de la Transparencia, son muchísimas runas.
─
Será un trabajo arduo y les llevará tiempo. Tienen que descifrarlas hasta
encontrar la que buscan, pero espero que les sirvan de algo.
─
Por supuesto, muchas gracias.
Ambas
jóvenes salieron de la vivienda del mago. Sabían que descifrar las runas, era
solamente el principio de un largo camino. La noche comenzaba a caer y tenían
que apretar el paso hasta llegar a un lugar seguro. Les esperaba una larga
noche sin dormir para poder llegar al conocimiento deseado.
A
la mañana siguiente, después de pasar la noche en vela, ambas encontraron entre
las múltiples runas un importante fragmento de los Estatutos Perdidos. No
estaban completos, pero eran mejor que nada. Llenas de júbilo pusieron manos a
la obra. Tenían los elementos básicos para poder luchar contra Patlani y Blanco.
Sabemos que ninguno de ellos permitirá que nuestras protagonistas sigan buscando
justicia y respeto a sus derechos laborales.
El
Oráculo le advirtió que los villanos de esta historia tienen todavía muchos
hechizos y conjuros que pueden emplear para descarrilar su misión. Entre más
cerca estén de lograrlo, la batalla se irá intensificando. Osada y Aguerrida lo
saben, y están dispuestas a seguir adelante.
Estimado
lector, lo descrito parece una fantasía, sin embargo, fue la realidad de dos
compañeras sobrecargos al servicio de Aeroméxico Connect, quienes vivieron un
viacrucis similar para conseguir un ejemplar de los estatutos del STIA, el sindicato
al cual están agremiadas. Es totalmente cierto que el Registro de Asociaciones
se negó tajantemente a entregarles una copia, porque no tenían una hoja firmada
por el Secretario General.
Es
inconcebible que en pleno 2020, los derechos laborales estén siendo mancillados
y no haya autoridad competente que defienda al trabajador. Es un derecho
fundamental que los trabajadores conozcan el contenido de los estatutos que los
rigen por estar agremiados a un sindicato. No puede permitirse que se manejen
como información clasificada, o reservada a unos cuantos ungidos por el
Secretario General.
Es
terrible simulación por parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social
“pararse el cuello” con la Reforma Laboral de 2019, especialmente con el
apartado que versa sobre la “Democracia Sindical”, mientras en su propia
dependencia les nieguen una pinchurrienta copia de sus estatutos.
¿Acaso
la autoridad laboral considera “normal” que un trabajador tenga que realizar
actos de nigromancia para acceder a la información básica de su gremio?, ¿De
qué le sirve a la clase trabajadora que se haya reformado el artículo 365 Bis
de la Ley Federal del Trabajo, para obligar al Registro Público Nacional
Sindical a ser depositario de los Estatutos sindicales y a “publicitarlos”, si
en los hechos no lo va a hacer?
Más
allá del tema laboral, y de la reforma incompleta, no debemos hacer menos un
peligroso foco rojo relativo a la equidad de género. Los representantes del
sindicato STIA son hombres, y en su mayoría forman parte de una misma familia.
Quienes se supone deben velar por los derechos de un poco más de 600 mujeres, han
mantenido una actitud grave y constante de mantenerlas sobajadas e ignoradas.
El ejemplo aquí narrado de los Estatutos, es solo la punta de iceberg.
La
Secretaría de Trabajo tiene una enorme oportunidad, Hoy en manos de una persona
joven, y además mujer. Nos dicen que es emprendedora, inteligente y valiente.
Escribo estas líneas con la esperanza que ella y el gobierno actual tomen
cartas en el asunto; ya son muchos los casos denunciados, y espero estar
entendiendo mal cuando veo que solamente han hecho oídos sordos.
Ximena
Garmendia
8 de noviembre 2020