08 noviembre 2020

En busca de los Estatutos perdidos

 

En busca de los Estatutos perdidos

Queridos lectores que me acompañan en esta columna, dicen que a veces la realidad supera a la ficción; me gustaría que este relato fuera solamente un tema anecdótico y que en pleno 2020 estuviera enterrado en las profundidades de las cavernas de la ignominia, pero lamentablemente no es así.

Las protagonistas de esta historia son dos jóvenes y valientes sobrecargos, dispuestas a emprender las más grandes aventuras. Ellas, impulsadas por su juventud, buscarán encontrar “Los Estatutos Perdidos”, un documento mítico y mágico, que suele regir la vida interna de los sindicatos.



Una se llama Osada y la otra Aguerrida, ambas se conocen desde hace tiempo, y ven que su mundo está siendo amenazado por un villano, cuya intención es despojarlas de todos y cada uno de sus derechos laborales, su nombre es Patlani. Pero un villano no está completo sin un patiño; qué mejor que un aliado llamado Blanco, que sirva de “intermediario” entre las jóvenes y el villano ñaca ñaca.

Esta historia comienza con la creación, hace muchos años, de un documento mítico, porque nadie lo ha visto, que estipula las funciones, derechos y obligaciones de las jóvenes de la unión, del cual es dueño Blanco. Dicen “Las Antiguas” que hace mucho, pero mucho tiempo atrás, se hicieron a solicitud del mandamás mayor.

Estos misteriosos documentos, se supone, servirían para defenderse del villano Patlani, pues contienen una fórmula mágica muy poderosa, sin embargo, Blanco es patiño de Patlani.

Osada y Aguerrida están convencidas que si obtienen esos Estatutos, lograrán parar la masacre que se avecina a los derechos labores. Así que se vistieron acorde, y se dispusieron a entrar en la jungla de asfalto, antes conocido como D.F.

─ Ay Osada ¿estas segura que este es el camino?, esto se ve muy solitario.

─ Sí Aguerrida, antes de salir lo consulté con el Oráculo y me dijo qué camino debíamos seguir para poder encontrar las sagradas escrituras estatutarias.

─ ¿De verdad crees que podamos conseguirlas?, mira que ya antes otras jóvenes lo intentaron y fallaron lamentablemente en el intento.

─ Por supuesto, llevo meses preparándome y ahora, después de que todos los astros se alinearon, es el momento exacto de llevar a cabo nuestro plan.

─ Pero Blanco no nos va a dejar, ya ves, lo estuvimos buscando y no estaba en su casa, fuimos a donde lo habían visto en últimas fechas y nadie nos pudo dar razón de él. Además, Patlani amenaza diciendo que nos queda poco tiempo. La verdad estoy muy asustada y confundida.

─ Calma, tienes que ser fuerte, como tu nombre significa. Nadie dijo que iba a ser fácil, pero no podemos no intentarlo. Mira, ya se alcanza a ver algo a la lejanía, creo que ya estamos cerca.

Ambas jóvenes caminan por un largo y sinuoso sendero. El sol está en su cenit y se sienten apesadumbradas por el calor. Hacen un alto en el camino para refresacarse y poder continuar; de vez en vez voltean para ver sí la gente de Patlani las sigue.

Desde que el villano Patlani anunció que acabaría con todos los derechos laborales de las jóvenes a su servicio, un viento de buscar justicia comenzó a permear en ellas.

Después de hacer una pausa, continuaron caminando y a lejos vieron con claridad un edificio que estaba a las faldas de un cerro. Ahí, contaba la leyenda, tendrían que estar los Estatutos de Blanco. Aquel mítico documento que se decía, brindaba protección y certeza a las trabajadoras.

Llegaron hasta la puerta del lugar y la empujaron: Era tan pesada que ambas tuvieron que emplear todas sus fuerzas para poder ingresar al edificio. Una vez dentro, buscaron a quien les pudiera dar razón de los documentos buscados.

─ Buenas tardes, ¿hay alguien aquí que nos pueda atender?

Comprobaron algo que les había dicho el Oráculo: dentro del edificio el tiempo transcurre diferente, como si fuera un mundo paralelo. Pasaron algunos minutos, pero a las jóvenes exploradoras les pareció una eternidad. En lo alto de la escalera, de una manera muy pausada, bajaba una especie de “duende”, encorvado y muy mal encarado, que con una voz rencorosa e indescifrable les preguntó:

─ ¿Qué se les ofrece niñas, no ven que estamos muy ocupados?

Pasó de lado para colocarse de frente a las dos, ambas sintieron un ligero escalofrío que les recorría la espalda. Osada, que era muy valiente, fue la primera en hablar.

─ Disculpa que te quitemos un poco de tu valioso tiempo, pero estamos buscando los Estatutos Perdidos.

─ ¿Y traen un pergamino firmado por Blanco?, él se los tiene que autorizar; nosotros no podemos darles nada si no traen la venia de Blanco.

─ No, no lo traemos. Respondió Aguerrida, quien empezó a sentir cómo le hervía la sangre por dentro.

─ ¿Acaso que no saben que nada puede salir de este recinto sagrado sin la autorización de sus legítimos dueños?, Respondió el duende mal encarado.

Osada, apretando la mano de Aguerrida, le espetó al duende.

─ ¿Y no es acaso este recinto el guardián de las sagradas escrituras estatutarias? El Oráculo claramente señaló que tenemos la libertad, pero sobre todo el derecho de consultar nuestra ley interna, ¿cómo se atreven a negarnos ese derecho?

─ Niñas, niñas, -dijo de forma condescendiente el duende-, no es aquí donde deben buscar. Sin autorización previa no podemos darles nada. Pero si gustan, pueden ir con El Mago de la Transparencia, tal vez él las pueda ayudar. Ahora deben salir de aquí inmediatamente. Así lo ordena el sistema de referencia en rotación.

─ ¿Qué significa eso?

─ Que ya son las dos de la tarde, y que aquí ya no obtendrán nada.

Mientras sentenciaba las iba empujando hacía la puerta, y con la última palabra terminó cerrándoles la pesada puerta en las narices. Ambas jóvenes intercambiaron miradas, entre asustadas, nerviosas, confundidas, y finalmente el sentimiento que las embargo fue una desolación mayúscula.

Así que emprendieron sus pasos rumbo a la vivienda habitada por El Mago de la Transparencia. Debían caminar muchos kilómetros, y la tarde caería pronto; tenían que darse prisa o las agarraría la noche y ya sería imposible continuar con su búsqueda.

Cuando vieron que se aproximaban a su destino, el corazón de ambas empezó a latir con mucha fuerza; se miraron y tomadas de las manos, se dieron ánimo para continuar con su trayecto. Estaban cerca de conseguir su objetivo.

Tocaron a la puerta, que a diferencia de la anterior, era de cristal y muy ligera. Conocedora de las fórmulas necesarias de estos espacios, Osada gritó con voz firme y segura:

─ Hola, buenas tardes, en busca de información nos acercamos a ti, oh poderoso Mago de la Transparencia ¿estás aquí?, ¿nos podrías atender?

Ante tal invocación, apareció en medio de una espesa niebla con actitud amigable.

─ ¿Qué desean niñas?

─ El duende del recinto de los estatutos nos dijo que le era imposible proporcionarnos los Estatutos Perdidos de Blanco, y nos dijo que tal vez tu podrías ayudarnos.

─ ¿Estatutos perdidos? Bueno, en realidad no creo poder ayudarlas, sin embargo, tal vez les puedan servir estas “runas” antiguas; sirven para desentrañar estatutos milenarios y algunas otras cosas. Lamentablemente, están en completo desorden y sin ningún tipo de clasificación. Si de verdad quieren llegar a ellos, tendrán que ir buscando uno a uno el Estatuto Perdido de Blanco. Pero tengan cuidado, hay muchas entidades que se disgustarán cuando se enteren que han llegado hasta aquí.

─ Oh, muchas gracias Mago de la Transparencia, son muchísimas runas.

─ Será un trabajo arduo y les llevará tiempo. Tienen que descifrarlas hasta encontrar la que buscan, pero espero que les sirvan de algo.

─ Por supuesto, muchas gracias.

Ambas jóvenes salieron de la vivienda del mago. Sabían que descifrar las runas, era solamente el principio de un largo camino. La noche comenzaba a caer y tenían que apretar el paso hasta llegar a un lugar seguro. Les esperaba una larga noche sin dormir para poder llegar al conocimiento deseado.

A la mañana siguiente, después de pasar la noche en vela, ambas encontraron entre las múltiples runas un importante fragmento de los Estatutos Perdidos. No estaban completos, pero eran mejor que nada. Llenas de júbilo pusieron manos a la obra. Tenían los elementos básicos para poder luchar contra Patlani y Blanco. Sabemos que ninguno de ellos permitirá que nuestras protagonistas sigan buscando justicia y respeto a sus derechos laborales.

El Oráculo le advirtió que los villanos de esta historia tienen todavía muchos hechizos y conjuros que pueden emplear para descarrilar su misión. Entre más cerca estén de lograrlo, la batalla se irá intensificando. Osada y Aguerrida lo saben, y están dispuestas a seguir adelante.



Estimado lector, lo descrito parece una fantasía, sin embargo, fue la realidad de dos compañeras sobrecargos al servicio de Aeroméxico Connect, quienes vivieron un viacrucis similar para conseguir un ejemplar de los estatutos del STIA, el sindicato al cual están agremiadas. Es totalmente cierto que el Registro de Asociaciones se negó tajantemente a entregarles una copia, porque no tenían una hoja firmada por el Secretario General.

Es inconcebible que en pleno 2020, los derechos laborales estén siendo mancillados y no haya autoridad competente que defienda al trabajador. Es un derecho fundamental que los trabajadores conozcan el contenido de los estatutos que los rigen por estar agremiados a un sindicato. No puede permitirse que se manejen como información clasificada, o reservada a unos cuantos ungidos por el Secretario General.

Es terrible simulación por parte de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social “pararse el cuello” con la Reforma Laboral de 2019, especialmente con el apartado que versa sobre la “Democracia Sindical”, mientras en su propia dependencia les nieguen una pinchurrienta copia de sus estatutos.

¿Acaso la autoridad laboral considera “normal” que un trabajador tenga que realizar actos de nigromancia para acceder a la información básica de su gremio?, ¿De qué le sirve a la clase trabajadora que se haya reformado el artículo 365 Bis de la Ley Federal del Trabajo, para obligar al Registro Público Nacional Sindical a ser depositario de los Estatutos sindicales y a “publicitarlos”, si en los hechos no lo va a hacer?  

Más allá del tema laboral, y de la reforma incompleta, no debemos hacer menos un peligroso foco rojo relativo a la equidad de género. Los representantes del sindicato STIA son hombres, y en su mayoría forman parte de una misma familia. Quienes se supone deben velar por los derechos de un poco más de 600 mujeres, han mantenido una actitud grave y constante de mantenerlas sobajadas e ignoradas. El ejemplo aquí narrado de los Estatutos, es solo la punta de iceberg.

La Secretaría de Trabajo tiene una enorme oportunidad, Hoy en manos de una persona joven, y además mujer. Nos dicen que es emprendedora, inteligente y valiente. Escribo estas líneas con la esperanza que ella y el gobierno actual tomen cartas en el asunto; ya son muchos los casos denunciados, y espero estar entendiendo mal cuando veo que solamente han hecho oídos sordos.

 

Ximena Garmendia

 8 de noviembre 2020