ACLARO, ESTA NOTA ES DEL 2 DE JUNIO DEL PRESENTE, PERO ES IMPORTANTE RESALTAR QUE ESTA ESCRITA NADA MÁS Y NADA MENOS QUE POR EL GRAN DON JESÚS GONZÁLEZ SCHMAL, QUIEN SIEMPRE HA ESTADO DEL LADO DE LOS TRABAJADORES.
Despojo a los jubilados de Mexicana
Personal está siendo
agredido no sólo por su empresa, sino que se les niega el pago y la
información sobre el fideicomiso al que ellos contribuyeron
por Jesús González Schmal el
Hacía 2004-2005, el director de Corporación Internacional de
Aviación S. A. de C. V. (Cintra), Andrés Conesa, nos informaba, en la 59
Legislatura, que éste consorcio, que controlaba las empresas Mexicana
de Aviación y Aeroméxico, registraba utilidades, redujo casi a ceros sus
deudas y mantenía un equilibrio entre bajos costos y alta
productividad. Se jactaba de que el capital más valioso de Cintra era el
personal de tierra y la alta calificación de la tripulación en todas
sus aeronaves (existe grabación con video de éstas aseveraciones). No
obstante ello, Conesa insistía en que se debían privatizar las dos
aerolíneas emblemáticas de México.
Apenas hacía unos años que ambas empresas habían sufrido grandes crisis por sus altos niveles de pasivos y el crecimiento, inusitado, de ellos por las elevadas tasas de interés bancario. Fueron rescatadas a través del IPAB, que le pagó a Bancomer, y a otros bancos, la cartera vencida de éstas aerolíneas para ser administradas y salvadas por el gobierno, toda vez que el concepto que privaba era el de que la industria de transportación aérea era vital para el país no sólo por el carácter estratégico del sector en su aspecto de control soberano sobre el espacio, sino también por el efecto detonador y multiplicador en diversos sectores de la economía nacional, con un buen servicio de nivel competitivo internacional.
Así fue que absurdamente, bajo el influjo de las deudas y compromisos electorales de Fox “con sus amigos”, les entregó Mexicana de Aviación a Gastón Azcárraga, del “Grupo Posadas”, y Aeroméxico a José Luis Barraza, de “Banamex”.
Estas privatizaciones han sido desastrosas. Hoy mismo, Aeroméxico, ya dirigida por Andrés Conesa (se entiende por qué quería privatizar), está planteando un conflicto laboral económico para poder reducir los salarios de su personal a niveles ínfimos. Su pésima administración la ha llevado a perder, contra líneas nacionales e internacionales, buena parte de su mercado. El servicio es cada día peor y las demoras cosa de todos los días.
Peor suerte ha tenido Mexicana. El grupo de Gastón Azcárraga, pese a que prácticamente le cedieron la empresa a un precio simbólico y que logró compensarlo con la inmediata venta de activos de alto valor, como la Torre de Mexicana, fue a la baja en todos los órdenes, al grado de que se pensaba si no estaba planeada su quiebra después de haberla “ordeñado” y trasladar al gobierno las responsabilidades laborales y los altos pasivos fiscales y de servicios de aeronavegación. Todavía en estos días es una incógnita el saber si se quiere un inversionista para salvarla o una resolución judicial para sepultarla.
En éstas siniestras maniobras, Fox jugó con las dos grandes líneas de bandera mexicana como si se tratara de una diversión que le permitía quedar bien con sus patrocinadores; nunca pudo, siquiera, imaginar (mucho menos pensar, por su bajo coeficiente intelectual) el daño a la nación y la tragedia humana que ha provocado en más de 8 mil personas de alta especialidad en ésta área, que se han quedado sin empleo desde casi tres años.
Para la próxima semana, la juez federal Edith Alarcón, rectora del concurso mercantil de Mexicana de Aviación, tendrá que emitir el ultimátum al conciliador José Gerardo Badín para que entreguen la propuesta del convenio con acreedores porque, de lo contrario, la juez declarará la quiebra (seguramente fraudulenta), perdiéndose la última esperanza de una reestructuración para que Mexicana vuelva a despegar. Las expectativas son sombrías; el tiempo transcurrido ha sido mortal para revivir la aerolínea.
Los trabajadores de Mexicana viven un auténtico drama. Su situación es desesperada. Entre ellos, también, los cerca de 640 sobrecargos jubilados que están sufriendo la suspensión de sus pagos. Nadie les da cuenta del fideicomiso que desde el año 2000 se constituyó, con 124 millones de pesos, para crear las reservas para las obligaciones contractuales. La fiduciaria Banorte-Ixe no les ha rendido cuentas de ese fondo y, unilateralmente, les ha reducido las pensiones a cantidades irrisorias, pagadas con meses de atraso.
El vía crucis de éste personal, que por décadas fue el símbolo de la calidad y calidez del servicio de Mexicana, hoy está siendo agredido no sólo por su empresa, sino por la propia institución bancaria, que les niega el pago y la información sobre el fideicomiso al que ellos contribuyeron para cumplir la cláusula 74 del Contrato Colectivo de Trabajo que les permitía jubilarse con una pensión digna. Ellos han sido víctimas, al grado de que dos de sus integrantes acaban de mantener una huelga de hambre en la terminal aérea de la Ciudad de México, que han levantado con la esperanza de que les respeten sus derechos.
Falta ver sí el fondo del fideicomiso ya fue ultrajado, para hacer frente a otros gastos de la irresponsabilidad de la administración del grupo de Gastón Azcárraga, toda vez que es insostenible que la fiduciaria oculte información a los fideicomisarios o beneficiarios de un fondo que a la fecha debe ser superior a los 800 millones de pesos.
Apenas hacía unos años que ambas empresas habían sufrido grandes crisis por sus altos niveles de pasivos y el crecimiento, inusitado, de ellos por las elevadas tasas de interés bancario. Fueron rescatadas a través del IPAB, que le pagó a Bancomer, y a otros bancos, la cartera vencida de éstas aerolíneas para ser administradas y salvadas por el gobierno, toda vez que el concepto que privaba era el de que la industria de transportación aérea era vital para el país no sólo por el carácter estratégico del sector en su aspecto de control soberano sobre el espacio, sino también por el efecto detonador y multiplicador en diversos sectores de la economía nacional, con un buen servicio de nivel competitivo internacional.
Así fue que absurdamente, bajo el influjo de las deudas y compromisos electorales de Fox “con sus amigos”, les entregó Mexicana de Aviación a Gastón Azcárraga, del “Grupo Posadas”, y Aeroméxico a José Luis Barraza, de “Banamex”.
Estas privatizaciones han sido desastrosas. Hoy mismo, Aeroméxico, ya dirigida por Andrés Conesa (se entiende por qué quería privatizar), está planteando un conflicto laboral económico para poder reducir los salarios de su personal a niveles ínfimos. Su pésima administración la ha llevado a perder, contra líneas nacionales e internacionales, buena parte de su mercado. El servicio es cada día peor y las demoras cosa de todos los días.
Peor suerte ha tenido Mexicana. El grupo de Gastón Azcárraga, pese a que prácticamente le cedieron la empresa a un precio simbólico y que logró compensarlo con la inmediata venta de activos de alto valor, como la Torre de Mexicana, fue a la baja en todos los órdenes, al grado de que se pensaba si no estaba planeada su quiebra después de haberla “ordeñado” y trasladar al gobierno las responsabilidades laborales y los altos pasivos fiscales y de servicios de aeronavegación. Todavía en estos días es una incógnita el saber si se quiere un inversionista para salvarla o una resolución judicial para sepultarla.
En éstas siniestras maniobras, Fox jugó con las dos grandes líneas de bandera mexicana como si se tratara de una diversión que le permitía quedar bien con sus patrocinadores; nunca pudo, siquiera, imaginar (mucho menos pensar, por su bajo coeficiente intelectual) el daño a la nación y la tragedia humana que ha provocado en más de 8 mil personas de alta especialidad en ésta área, que se han quedado sin empleo desde casi tres años.
Para la próxima semana, la juez federal Edith Alarcón, rectora del concurso mercantil de Mexicana de Aviación, tendrá que emitir el ultimátum al conciliador José Gerardo Badín para que entreguen la propuesta del convenio con acreedores porque, de lo contrario, la juez declarará la quiebra (seguramente fraudulenta), perdiéndose la última esperanza de una reestructuración para que Mexicana vuelva a despegar. Las expectativas son sombrías; el tiempo transcurrido ha sido mortal para revivir la aerolínea.
Los trabajadores de Mexicana viven un auténtico drama. Su situación es desesperada. Entre ellos, también, los cerca de 640 sobrecargos jubilados que están sufriendo la suspensión de sus pagos. Nadie les da cuenta del fideicomiso que desde el año 2000 se constituyó, con 124 millones de pesos, para crear las reservas para las obligaciones contractuales. La fiduciaria Banorte-Ixe no les ha rendido cuentas de ese fondo y, unilateralmente, les ha reducido las pensiones a cantidades irrisorias, pagadas con meses de atraso.
El vía crucis de éste personal, que por décadas fue el símbolo de la calidad y calidez del servicio de Mexicana, hoy está siendo agredido no sólo por su empresa, sino por la propia institución bancaria, que les niega el pago y la información sobre el fideicomiso al que ellos contribuyeron para cumplir la cláusula 74 del Contrato Colectivo de Trabajo que les permitía jubilarse con una pensión digna. Ellos han sido víctimas, al grado de que dos de sus integrantes acaban de mantener una huelga de hambre en la terminal aérea de la Ciudad de México, que han levantado con la esperanza de que les respeten sus derechos.
Falta ver sí el fondo del fideicomiso ya fue ultrajado, para hacer frente a otros gastos de la irresponsabilidad de la administración del grupo de Gastón Azcárraga, toda vez que es insostenible que la fiduciaria oculte información a los fideicomisarios o beneficiarios de un fondo que a la fecha debe ser superior a los 800 millones de pesos.