Opinión de
(Rosario Avilés) |
¿Cuál es la apuesta?
Rosario Avilés | Opinión | Fecha: 2013-06-04 | Hora de creación: 02:25:31 | Ultima modificación: 02:25:31
Finalmente, Aeroméxico y la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación lograron un acuerdo y la huelga se conjuró. No obstante, el tema de un nuevo contrato para sobrecargos de nuevo ingreso sigue latente. Hay que destacar, sin embargo, que sí prevaleció el ánimo negociador y eso es bueno para la empresa, para los trabajadores y para la aviación. A pesar de ello, en el ámbito del país que queremos, quedan todavía muchas preguntas y sería bueno que se defina de una vez cuál es la apuesta que estamos haciendo.
Y es que el sábado pasado, en el marco del día de la Marina, el titular de la SCT, Gerardo Ruiz Esparza, haciéndose eco de lo que algunos comunicadores deslizaron, lanzó una especie de advertencia que preocupa: “Aeroméxico —dijo— peligra (y) puede caer como Mexicana”.
Según el secretario, la empresa “requiere necesariamente mejorar su situación económica” porque, si no la mejora por una “tradición laboral”, va en un camino muy difícil, como en el que fue Mexicana.
Es decir, a estas alturas del partido, después de que se ha demostrado en los hechos que Mexicana fue desmantelada, existe la presunción fundada de que esto fue planeado con antelación y con alevosía para sustraer sus activos en perjuicio de muchos mexicanos. Hasta el propio titular de SCT habla de que los antiguos dueños “no dejaron nada de activos”. Aun así, flota en el ambiente el fantasma de los “altos costos laborales” como la variable que —se supone— habría precipitado la debacle de la Primera Línea Aérea de Latinoamérica.
Suponemos que el secretario está preocupado porque Aeroméxico salga de “esta coyuntura difícil, que no un bache”, según explicó en su momento Andrés Conesa a un grupo de trabajadores. Y sin duda es importante que la empresa “se reinvente” previendo el futuro, para lo cual tendrán que conformar una estrategia que incluya la adhesión de los trabajadores y la reestructura de muchas otras variables que presionan las finanzas de la aerolínea.
Pero lo que el Estado, el gobierno que hoy gestiona ese Estado, tiene que hacer es justamente mirar el entorno en que se está moviendo la aviación e impedir que se creen condiciones que lleven a nuestra aviación a la debacle final.
El modelo de bajo costo si bien es una opción para una línea aérea, no una opción para que toda la aviación de un país la adopte. El bajo costo —se ha dicho de muchas formas y es de sentido común— vive gracias al otro tipo de aviación, la tradicional que es la que crea infraestructura y excedentes suficientes que otro tipo de aviación aprovecha. Introducir a un país en el modelo de bajo costo es bajar su nivel y dejarlo fuera de la competencia global.
Las grandes alianzas de aerolíneas cuentan con un mínimo de estándares que la aviación de bajo costo no puede cumplir. Ahora que tenemos tantos vínculos con los asiáticos, sería un buen ejercicio preguntarse por qué ellos que tienen lo salarios más deprimidos de la tierra están dispuestos a contratar a pilotos de 17 mil horas y pagarles lo que valen, mientras en México existe la idea de que ese costo es la causa de los males de las aerolíneas. Otro tanto sucede con los árabes, que hoy tienen aerolíneas que compiten al tú por tú con las europeas: buscan trabajadores con experiencia porque esa es una variable crítica en la competencia internacional.
El propio presidente Peña Nieto en su discurso del 1º de mayo pasado, dijo que la política laboral de su gobierno se sustentaba en cuatro ejes, el primero de los cuales es el impulso a la creación de empleos formales de calidad. La discusión, pues, no debería ser cómo hacer más barato el factor humano, sino cómo incrementar el nivel de vida de la población para que tenga acceso a servicios de mayor calidad.
En otras palabras: hay que buscar que la competencia no sea por salarios bajos, sino por mejor servicio. Y que nuestras aerolíneas estén más pendientes de la competencia externa, el cómo conquistar nuestros mercados allá afuera, que en cómo cuidarse de las guerras tarifarias internas que no ayudan a nadie, especialmente en estas épocas de desaceleración económica.
Es un buen augurio que Aeroméxico y ASSA hayan privilegiado el diálogo y el encontrar soluciones. Además, es obvio que no estamos frente a un caso como el de Mexicana: la aerolínea del Caballero Águila es una empresa pública y sus números están disponibles constantemente, sus inversionistas están dedicando recursos a hacerla crecer y a impulsar mejoras como los nuevos sistemas de procesos Core, la encuesta de calidad en el servicio y la nueva flota, entre otras cosas. A eso es a lo que hay que apostarle.
Lo oí en 123.45: Y además: se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio
raviles_2@prodigy.net.mx
Y es que el sábado pasado, en el marco del día de la Marina, el titular de la SCT, Gerardo Ruiz Esparza, haciéndose eco de lo que algunos comunicadores deslizaron, lanzó una especie de advertencia que preocupa: “Aeroméxico —dijo— peligra (y) puede caer como Mexicana”.
Según el secretario, la empresa “requiere necesariamente mejorar su situación económica” porque, si no la mejora por una “tradición laboral”, va en un camino muy difícil, como en el que fue Mexicana.
Es decir, a estas alturas del partido, después de que se ha demostrado en los hechos que Mexicana fue desmantelada, existe la presunción fundada de que esto fue planeado con antelación y con alevosía para sustraer sus activos en perjuicio de muchos mexicanos. Hasta el propio titular de SCT habla de que los antiguos dueños “no dejaron nada de activos”. Aun así, flota en el ambiente el fantasma de los “altos costos laborales” como la variable que —se supone— habría precipitado la debacle de la Primera Línea Aérea de Latinoamérica.
Suponemos que el secretario está preocupado porque Aeroméxico salga de “esta coyuntura difícil, que no un bache”, según explicó en su momento Andrés Conesa a un grupo de trabajadores. Y sin duda es importante que la empresa “se reinvente” previendo el futuro, para lo cual tendrán que conformar una estrategia que incluya la adhesión de los trabajadores y la reestructura de muchas otras variables que presionan las finanzas de la aerolínea.
Pero lo que el Estado, el gobierno que hoy gestiona ese Estado, tiene que hacer es justamente mirar el entorno en que se está moviendo la aviación e impedir que se creen condiciones que lleven a nuestra aviación a la debacle final.
El modelo de bajo costo si bien es una opción para una línea aérea, no una opción para que toda la aviación de un país la adopte. El bajo costo —se ha dicho de muchas formas y es de sentido común— vive gracias al otro tipo de aviación, la tradicional que es la que crea infraestructura y excedentes suficientes que otro tipo de aviación aprovecha. Introducir a un país en el modelo de bajo costo es bajar su nivel y dejarlo fuera de la competencia global.
Las grandes alianzas de aerolíneas cuentan con un mínimo de estándares que la aviación de bajo costo no puede cumplir. Ahora que tenemos tantos vínculos con los asiáticos, sería un buen ejercicio preguntarse por qué ellos que tienen lo salarios más deprimidos de la tierra están dispuestos a contratar a pilotos de 17 mil horas y pagarles lo que valen, mientras en México existe la idea de que ese costo es la causa de los males de las aerolíneas. Otro tanto sucede con los árabes, que hoy tienen aerolíneas que compiten al tú por tú con las europeas: buscan trabajadores con experiencia porque esa es una variable crítica en la competencia internacional.
El propio presidente Peña Nieto en su discurso del 1º de mayo pasado, dijo que la política laboral de su gobierno se sustentaba en cuatro ejes, el primero de los cuales es el impulso a la creación de empleos formales de calidad. La discusión, pues, no debería ser cómo hacer más barato el factor humano, sino cómo incrementar el nivel de vida de la población para que tenga acceso a servicios de mayor calidad.
En otras palabras: hay que buscar que la competencia no sea por salarios bajos, sino por mejor servicio. Y que nuestras aerolíneas estén más pendientes de la competencia externa, el cómo conquistar nuestros mercados allá afuera, que en cómo cuidarse de las guerras tarifarias internas que no ayudan a nadie, especialmente en estas épocas de desaceleración económica.
Es un buen augurio que Aeroméxico y ASSA hayan privilegiado el diálogo y el encontrar soluciones. Además, es obvio que no estamos frente a un caso como el de Mexicana: la aerolínea del Caballero Águila es una empresa pública y sus números están disponibles constantemente, sus inversionistas están dedicando recursos a hacerla crecer y a impulsar mejoras como los nuevos sistemas de procesos Core, la encuesta de calidad en el servicio y la nueva flota, entre otras cosas. A eso es a lo que hay que apostarle.
Lo oí en 123.45: Y además: se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio
raviles_2@prodigy.net.mx