24 noviembre 2011

DEL CORREO DEL BLOG

Siguen enloqueciendo
Creen que si alargan el proceso encontrarán a un inversionista.
David Páramo




 

En el caso de Mexicana, donde el camino menos doloroso sería la quiebra, puesto que, como señala Javier Lozano, los activos se están depreciando, y no hay ninguna razón financiera para rescatar la aerolínea, parece que se está dando un caso de locura colectiva.

Ayer se suspendió la reunión que tenían programada los líderes sindicales de esta fallida empresa (pilotos, sobrecargos y trabajadores de tierra) porque Fernando Perfecto, Ricardo del Valle y Miguel Ángel Yúdico estaban aferrados a que participara Mario di Costanzo. Jamás pudieron explicar a cuenta de qué estaban tratando de imponer a este invitado.

Evidentemente el equipo de Dionisio Pérez-Jácome, que ha actuado con una gran seriedad en este proceso, no cedió ante un ridículo capricho o un absurdo intento de politizar esta crisis.

La locura de los líderes sindicales es creer que, si alargan el proceso, aparecerá un inversionista que mágicamente pondrá entre 250 y 400 millones de dólares y que, por la vía de quién sabe qué conjuro, logrará la rentabilidad sobre su capital. Entre más meses pasen es más difícil que llegue un accionista tan irresponsable.

Seamos claros, con esa cantidad de dinero podría crear una línea aérea con una buena participación de mercado y que no tuviera que cargar la pesadísima losa que causan, entre otros, los sindicatos. Hay quienes hablan de la pérdida de trabajo. Lo debieron haber pensado no únicamente cuando ahorcaban a las administraciones sino cuando se volvieron en cómplices silenciosos de Gastón Azcárraga, quien también ha puesto a Grupo Posadas al borde del barranco.

Lo cierto es que la aviación ha crecido en estos más de 14 meses en cuanto a rutas y número de pasajeros transportados, es decir, no hace falta la existencia de CMA.

Ningún consuelo

El juez Felipe Consuelo, como hemos reiterado, no sólo se ha obnubilado con sus cinco minutos de fama, sino que, además, se comporta como si fuera empleado de Iván Barona o cualquiera otro de los vividores quienes prometen que traerán el dinero "si se cumplen ciertas condiciones". En todos los casos lo que han buscado es prometer que ponen el dinero siempre y cuando el gobierno les garantice que tendrán rentabilidad o que, en el peor de los mundos, no arriesgarán ni cinco centavos de peso. Ninguno ha podido demostrar que tiene los recursos y todos se han quedado en el nivel de la saliva. El Consejo de la Judicatura está considerando seriamente remover del caso a Consuelo, puesto que ha demostrado que no sólo se ha ladeado, sino que ha perdido objetividad en un proceso técnicamente muy cuestionable. Sin embargo, este hombre no pierde la fe y dice que hay otros inversionistas. Evidentemente ninguno de los mencionados tiene recursos y son más de lo mismo.

Pobre Iván

Iván Barona estuvo muy cerca de tocar el cielo y salir del anonimato. Hizo casi todo bien: Se alió, con promesas vanas, a los incapaces líderes sindicales de la industria aérea. Se echó a la bolsa al juez que lleva el proceso de quiebra y hasta al conciliador, Gerardo Badín. Logró que en algunos círculos de opinión se le viera como un hombre bien intencionado que estaba tratando de rescatar a Mexicana de Aviación y los empleos. Sin embargo, su plan falló ante la gente seria. Jamás logró que los secretarios del Trabajo y el de Comunicaciones y Transportes se aliaran a sus torcidamente ambiciosos planes. Así como tampoco a quienes no repiten versiones o se acomodan de cara a las versiones dominantes. Sin embargo, ése no fue el peor de sus problemas: todos sus dichos se caían cuando no podía mostrar el dinero que presumía tener. En esta fase, donde los "vivos" no aceptan su fracaso, ahora culpa a todos. Bueno, hasta al autor de esta columna, con un desconocimiento tal que no sabe que, desde hace prácticamente cuatro años, trabajo en Grupo Imagen Multimedia.