Nada de nada
Rosario Avilés | Opinión 2011-07-26 | Hora de creación: 21:15:29| Ultima modificación: 21:15:29
Los encargados del Concurso Mercantil de Mexicana de Aviación serían el equipo ideal para los ajustes de cuentas o el pago de deudas atrasadas: se retrasaría hasta la muerte. Hacen como que hacen y al final sus retrasos se parecen más a una política deliberada para que los hechos terminen imponiéndose como si fueran cosa natural, siendo que en realidad hay detrás una decisión deliberada de provocar la debacle de la aerolínea más antigua de México.
Este tortuguismo que se ha aplicado desde septiembre de 2010 ha beneficiado a algunos, pero ha perjudicado a la mayoría de los usuarios, proveedores y desde luego trabajadores de la aviación. Al final, el perdedor es México. Y de alguna manera también lo será la actual administración, que así muestra en todo su “esplendor” la falta de eficacia que se ha convertido en el sello de los gobiernos panistas.
En este desierto de la inteligencia, México ha ido perdiendo terreno en el sector del transporte aéreo, pues confluyen tres aspectos que van en sentido contrario a la tendencia mundial y que definitivamente han sacado a nuestro país de las naciones que operaban en las grandes ligas de la aviación. Dichos aspectos tienen que ver con la competitividad gubernamental, la fortaleza empresarial y la habilitación laboral que nos faculten para competir exitosamente en este mundo.
La falta de competitividad gubernamental se expresa no sólo en el tortuguismo e ineficacia que se respira en el sector del transporte. Prácticamente no hay autoridad en este rubro, el autismo de la SCT es de tal magnitud que se teme con bastante razón que personajes como la secretaria de Turismo, Gloria Guevara, termine imponiendo su criterio de cielos abiertos —del que no entiende absolutamente nada— sólo porque su voz parece escucharse más que la del equipo de la SCT (que, dicho sea de paso, tampoco parece saber nada del tema). Así, nuestro país dejara de ser el protagonista en un tema toral del sector.
En el caso de las aerolíneas nacionales, es evidente que vivimos en el mundo del “salvase el que pueda” y del desorden absoluto. Como ni la Dirección General de Aeronáutica Civil, ni ASA, ni ninguna autoridad tienen capacidad real de acción, las empresas han ido apoderándose de lo que pueden: rutas, slots, decisiones y autorizaciones. El vacío es tal que pueden negociarse los precios de slots de forma privada, la propiedad de un grupo aeroportuario depende de los caprichos de empresarios foráneos y el futuro se negocia en Toluca y no en las oficinas de Xola.
Mientras tanto, los mexicanos que viven del sector aéreo transitan como almas en pena. Algún día se estabilizará el sector, sin duda, pero nadie sabe a qué precio y en qué condiciones quedará la aviación mexicana.
Los criterios técnicos brillan por su ausencia, a menos que sea la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos la que a fuerza de presiones y con el garrote en mano haga cumplir los mínimos, pero todas las regulaciones técnicas, el cumplimiento de estándares competitivos y la posición vanguardista que solía tener nuestro país en el sector a nivel América Latina son hoy polvos de aquellos lodos que nuestros funcionarios actuales ni siquiera se imaginan que existían; tan ayunos están de información sobre la aviación mexicana.
Estamos exportando a los países del Oriente Medio y extremo a nuestros mejores tripulantes… habría que darle a Duarte y González Weeks el premio a la exportación por la expulsión de talentos nacionales, en detrimento de las aerolíneas mexicanas.
Las tarifas, ni hablar. El usuario, como siempre, termina pagando los costos de la ineficiencia. Los aeropuertos han visto descender el tráfico y sus comercios languidecen. ¿Qué más necesita saber este gobierno para entender que su inmovilismo es letal para el sector? Si lo que esperan es que el asunto se resuelva, sólo les tenemos la mala noticia de que, eventualmente, puede que se resuelva, pero el costo también les cobrará a ellos y a su partido la factura.
Dejen de jugar a que cada semana llegan nuevos postores y a que “ninguno cumple” o pone el dinero en la mesa. Todo el sector aéreo sabe que eso es mentira y que el trabajo sucio para desinformar y evitar que se resuelva el Concurso Mercantil de Mexicana es una encomienda interesada.
Si todavía hay alguien en el edificio de Xola y Eje Central, tiene la oportunidad final y única de devolverle a México sus aerolíneas, su dignidad y tal vez un poquito de prestigio. ¿O es demasiado pedirles?
Rosario Avilés | Opinión 2011-07-26 | Hora de creación: 21:15:29| Ultima modificación: 21:15:29
Los encargados del Concurso Mercantil de Mexicana de Aviación serían el equipo ideal para los ajustes de cuentas o el pago de deudas atrasadas: se retrasaría hasta la muerte. Hacen como que hacen y al final sus retrasos se parecen más a una política deliberada para que los hechos terminen imponiéndose como si fueran cosa natural, siendo que en realidad hay detrás una decisión deliberada de provocar la debacle de la aerolínea más antigua de México.
Este tortuguismo que se ha aplicado desde septiembre de 2010 ha beneficiado a algunos, pero ha perjudicado a la mayoría de los usuarios, proveedores y desde luego trabajadores de la aviación. Al final, el perdedor es México. Y de alguna manera también lo será la actual administración, que así muestra en todo su “esplendor” la falta de eficacia que se ha convertido en el sello de los gobiernos panistas.
En este desierto de la inteligencia, México ha ido perdiendo terreno en el sector del transporte aéreo, pues confluyen tres aspectos que van en sentido contrario a la tendencia mundial y que definitivamente han sacado a nuestro país de las naciones que operaban en las grandes ligas de la aviación. Dichos aspectos tienen que ver con la competitividad gubernamental, la fortaleza empresarial y la habilitación laboral que nos faculten para competir exitosamente en este mundo.
La falta de competitividad gubernamental se expresa no sólo en el tortuguismo e ineficacia que se respira en el sector del transporte. Prácticamente no hay autoridad en este rubro, el autismo de la SCT es de tal magnitud que se teme con bastante razón que personajes como la secretaria de Turismo, Gloria Guevara, termine imponiendo su criterio de cielos abiertos —del que no entiende absolutamente nada— sólo porque su voz parece escucharse más que la del equipo de la SCT (que, dicho sea de paso, tampoco parece saber nada del tema). Así, nuestro país dejara de ser el protagonista en un tema toral del sector.
En el caso de las aerolíneas nacionales, es evidente que vivimos en el mundo del “salvase el que pueda” y del desorden absoluto. Como ni la Dirección General de Aeronáutica Civil, ni ASA, ni ninguna autoridad tienen capacidad real de acción, las empresas han ido apoderándose de lo que pueden: rutas, slots, decisiones y autorizaciones. El vacío es tal que pueden negociarse los precios de slots de forma privada, la propiedad de un grupo aeroportuario depende de los caprichos de empresarios foráneos y el futuro se negocia en Toluca y no en las oficinas de Xola.
Mientras tanto, los mexicanos que viven del sector aéreo transitan como almas en pena. Algún día se estabilizará el sector, sin duda, pero nadie sabe a qué precio y en qué condiciones quedará la aviación mexicana.
Los criterios técnicos brillan por su ausencia, a menos que sea la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos la que a fuerza de presiones y con el garrote en mano haga cumplir los mínimos, pero todas las regulaciones técnicas, el cumplimiento de estándares competitivos y la posición vanguardista que solía tener nuestro país en el sector a nivel América Latina son hoy polvos de aquellos lodos que nuestros funcionarios actuales ni siquiera se imaginan que existían; tan ayunos están de información sobre la aviación mexicana.
Estamos exportando a los países del Oriente Medio y extremo a nuestros mejores tripulantes… habría que darle a Duarte y González Weeks el premio a la exportación por la expulsión de talentos nacionales, en detrimento de las aerolíneas mexicanas.
Las tarifas, ni hablar. El usuario, como siempre, termina pagando los costos de la ineficiencia. Los aeropuertos han visto descender el tráfico y sus comercios languidecen. ¿Qué más necesita saber este gobierno para entender que su inmovilismo es letal para el sector? Si lo que esperan es que el asunto se resuelva, sólo les tenemos la mala noticia de que, eventualmente, puede que se resuelva, pero el costo también les cobrará a ellos y a su partido la factura.
Dejen de jugar a que cada semana llegan nuevos postores y a que “ninguno cumple” o pone el dinero en la mesa. Todo el sector aéreo sabe que eso es mentira y que el trabajo sucio para desinformar y evitar que se resuelva el Concurso Mercantil de Mexicana es una encomienda interesada.
Si todavía hay alguien en el edificio de Xola y Eje Central, tiene la oportunidad final y única de devolverle a México sus aerolíneas, su dignidad y tal vez un poquito de prestigio. ¿O es demasiado pedirles?