Opinión de (Rosario Avilés) |
Nuevo aeropuerto, ¿política antigua?
Pues ya es una realidad la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México -cuyo anuncio oficial se hará mañana mismo-, del cual se espera que será el más moderno de América Latina, con sus tres sistemas de pistas, alta tecnología en todas sus modalidades operativas y una gestión de primer nivel para realizar 120 mil operaciones anuales.
Entre la saturación del actual AICM y las insuficiencias diversas de la red aeroportuaria metropolitana, muchos actores de la industria claman por encontrar nuevos espacios, grandes y bien estructurados, que alojen no solo la demanda excedente que existe en este momento, sino el crecimiento esperado para los siguientes años.
En ese sentido, el cuello de botella ya no estará en la infraestructura sino en la visión de Estado y su consecuente política pública, para perfilar ese crecimiento. Un crecimiento que no sólo sea reactivo a las necesidades o las posibilidades de las aerolíneas extranjeras que buenamente quieran usar nuestro territorio para hacer su propia estrategia de expansión, sino fundamentalmente para que seamos los mexicanos quienes aprovechemos la infraestructura y decidamos el rumbo de esa evolución.
Es decir, nos hace falta (sí o sí) una política pública que cumpla los requisitos que toda política de esa naturaleza debe tener: justificación, objetivos, pasos a seguir, plazos, instituciones, normatividad, etc. O sea: el qué, el cómo y el para qué y que además sea explícita y pública, asentada en la vida democrática que exige claridad, transparencia y rendición de cuentas.
Necesitamos que esa política se estructure en el marco de la planeación democrática que tome en cuenta a todos los actores –no sólo a uno o a dos- en sus planteamientos estratégicos; que sume –no que divida- y que vaya encaminada a hacer de nuestras aerolíneas mexicanas el pivote del desarrollo de un mercado interno, una proyección hacia mercados externos donde tengamos mucho que ganar como país y que decida desde México hacia dónde crecerán estos mercados para dar empleo, generar divisas y beneficiar al país.
También requerimos que basados en esa política se estructuren instituciones sólidas, servicio civil de carrera para que los encargados de gestionar esas instituciones estén bien preparados, recursos económicos suficientes para que los profesionales valiosos decidan mantenerse en el sector.
Por desgracia, una parte importante de la industria esta desunida, el “fuego amigo” socava a sus propias instituciones, como la Canaero que requiere unirse en torno a sus directivos en lugar de descalificarlos y consolidar su propia institucionalización como instrumento de la industria para velar por los intereses de toda la industria.
El otro problema es que la política de aviación que tenemos es como de Luis XIV, quien confundía a su persona con la razón de Estado. En este punto hay un enorme reto que asumir y se requiere más cabeza que víscera. Se suponía que con el cambio de gobierno habría una modernización y hasta se anunció la creación de dos agencias especializadas que esperaran mejores tiempos. La pospuesta Agencia del Transporte Aéreo Nacional seguirá pendiente.
El nuevo aeropuerto tendrá Plan Maestro y Proyecto Ejecutivo, como corresponde a un trabajo bien estructurado y del siglo XXI. Lo malo es que por ahora se pondrá ese vino nuevo en odres viejos.
Lo oí en 123.45: No es admisible que la orden de aprehensión contra los responsables del quebranto de Mexicana simplemente se haya diluido en la ambigüedad de una sentencia judicial sin que las autoridades hagan nada. Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
raviles_2@prodigy.net.mx
Twittwe: @charoaviles
Entre la saturación del actual AICM y las insuficiencias diversas de la red aeroportuaria metropolitana, muchos actores de la industria claman por encontrar nuevos espacios, grandes y bien estructurados, que alojen no solo la demanda excedente que existe en este momento, sino el crecimiento esperado para los siguientes años.
En ese sentido, el cuello de botella ya no estará en la infraestructura sino en la visión de Estado y su consecuente política pública, para perfilar ese crecimiento. Un crecimiento que no sólo sea reactivo a las necesidades o las posibilidades de las aerolíneas extranjeras que buenamente quieran usar nuestro territorio para hacer su propia estrategia de expansión, sino fundamentalmente para que seamos los mexicanos quienes aprovechemos la infraestructura y decidamos el rumbo de esa evolución.
Es decir, nos hace falta (sí o sí) una política pública que cumpla los requisitos que toda política de esa naturaleza debe tener: justificación, objetivos, pasos a seguir, plazos, instituciones, normatividad, etc. O sea: el qué, el cómo y el para qué y que además sea explícita y pública, asentada en la vida democrática que exige claridad, transparencia y rendición de cuentas.
Necesitamos que esa política se estructure en el marco de la planeación democrática que tome en cuenta a todos los actores –no sólo a uno o a dos- en sus planteamientos estratégicos; que sume –no que divida- y que vaya encaminada a hacer de nuestras aerolíneas mexicanas el pivote del desarrollo de un mercado interno, una proyección hacia mercados externos donde tengamos mucho que ganar como país y que decida desde México hacia dónde crecerán estos mercados para dar empleo, generar divisas y beneficiar al país.
También requerimos que basados en esa política se estructuren instituciones sólidas, servicio civil de carrera para que los encargados de gestionar esas instituciones estén bien preparados, recursos económicos suficientes para que los profesionales valiosos decidan mantenerse en el sector.
Por desgracia, una parte importante de la industria esta desunida, el “fuego amigo” socava a sus propias instituciones, como la Canaero que requiere unirse en torno a sus directivos en lugar de descalificarlos y consolidar su propia institucionalización como instrumento de la industria para velar por los intereses de toda la industria.
El otro problema es que la política de aviación que tenemos es como de Luis XIV, quien confundía a su persona con la razón de Estado. En este punto hay un enorme reto que asumir y se requiere más cabeza que víscera. Se suponía que con el cambio de gobierno habría una modernización y hasta se anunció la creación de dos agencias especializadas que esperaran mejores tiempos. La pospuesta Agencia del Transporte Aéreo Nacional seguirá pendiente.
El nuevo aeropuerto tendrá Plan Maestro y Proyecto Ejecutivo, como corresponde a un trabajo bien estructurado y del siglo XXI. Lo malo es que por ahora se pondrá ese vino nuevo en odres viejos.
Lo oí en 123.45: No es admisible que la orden de aprehensión contra los responsables del quebranto de Mexicana simplemente se haya diluido en la ambigüedad de una sentencia judicial sin que las autoridades hagan nada. Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
raviles_2@prodigy.net.mx
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