Opinión de (Rosario Avilés) |
Lo urgente y lo importante
Esta semana el sector aéreo nacional se enfrenta a un reto grande. Aeroméxico ha planteado un Conflicto Colectivo de Naturaleza Económica (CCNE) ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje para modificar las condiciones de trabajo con la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación.
El tema no es sencillo y no admite simplificaciones sobre lo que debe o no ganar un sobrecargo en este país (de eso ya ha corrido mucha tinta) pero implica que el modelo de realidad en el que está enfrascado nuestro transporte aéreo es, hoy, el del bajo costo, uno de los peligros que ya se advertían desde que la ausencia de rectoría estatal hizo que la multiplicidad de aerolíneas se peleara por un mercado reducido y sin posibilidades de crecer.
Lo urgente en este caso es que estamos llegando a un punto de crisis. El viernes 31 vence el plazo natural de la negociación contractual y hay un emplazamiento a huelga derivado de los procedimientos normales en estos casos, pero que presiona la solución del CCNE.
Lo crítico es que a pesar de que falta tan poco tiempo y de que Aeroméxico lleva tres años tratando de negociar con ASSA un nuevo estatuto para los sobrecargos de reciente ingreso en su empresa troncal, aún no hay acuerdo y las posiciones están tan lejos una de la otra como la noche del día.
Tanto Alfonso Navarrete Prida como Gerardo Ruiz Esparza, titulares de STPS y SCT, respectivamente, tendrían que estar ocupándose en este momento por resolver un asunto que no involucra cacahuates. No se trata de si les toca o no. Es verdad que esta crisis lleva gestándose años y ellos no la provocaron, pero si hoy son gobierno es porque esa tarea estaba desatendida y a eso los llamó el electorado.
Está en juego la conectividad aérea nacional, la operación de nuestra principal aerolínea en el exterior (y, por cierto, la única que posee experiencia, tripulaciones y equipo suficientes para mantener esa conexión con el exterior), 14 mil familias directas y alrededor de 50 millones de dólares al día que costaría una huelga.
Ello, sin contar con la derrama hacia otros sectores productivos (el turismo y el comercio), la generación de empleo indirecto, 35 destinos internacionales y al menos 10 nacionales, así como todos los planes de inversión en flota para los siguientes 20 años calculados en 11, 000 millones de dólares.
Este es un momento para tomar las cosas en serio. Y en momentos así, de crisis, surge la oportunidad para redefinir lo que resultaría ser lo importante. Es decir, mientras no exista una definición de estrategia –esa política de Estado y de largo plazo para el sector aéreo que se ha pedido desde hace 20 años- las cosas urgentes, las crisis, las quiebras de aerolíneas, los accidentes, las categorías 2, seguirán encontrándonos con los dedos en la puerta.
Por eso el ejercicio de la política de Estado se planteó para todos los sectores de la industria. Se trataba de pactar condiciones laborales, prospectivas de crecimientos del sector para cinco o 10 años, compromisos de inversión y de profesionalización de cada parte actora en una mesa donde los acuerdos fueran públicos y explícitos.
La larga noche del panismo dejó a la aviación mexicana en un pantano de arenas movedizas que parece estar precipitándola cada día más en la insignificancia regional.
En un breve paréntesis, hay que destacar que países de nuestra región como Chile y Brasil han hecho de su aviación una de sus industrias clave. Ello ha propiciado que sean sus aerolíneas las que estén ganando a pasos agigantados los espacios y hayan incrementado su valor y presencia a nivel regional. Esto es lo que —se supone— México podría hacer si hubiese una política de Estado que perfilara los pasos a seguir.
Esperamos que se logre conjurar la huelga y sus posibles consecuencias. En esta era de los pactos políticos cada sector en crisis necesita una mesa de acuerdos y un rumbo al que todos apunten. Aeroméxico ha dicho que está dispuesto a oír propuestas y es momento que ASSA tome esta invitación y proponga algo que contribuya al acuerdo, tal como en su momento hicieron los pilotos y el personal de tierra.
Necesitamos a nuestras empresas nacionales, sus directivos; a los trabajadores y sus líderes; al gobierno y sus operadores; y a los profesionales de la industria, sentados en la misma mesa, abonando por acuerdos que partan de la realidad pero que proyecten y se aseguren de un futuro más promisorio donde la compensación por el esfuerzo realizado esté garantizado. ¿Podremos? ¡Ojalá!
Lo oí en 123.45: Y además: se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
raviles_2@prodigy.net.mx
El tema no es sencillo y no admite simplificaciones sobre lo que debe o no ganar un sobrecargo en este país (de eso ya ha corrido mucha tinta) pero implica que el modelo de realidad en el que está enfrascado nuestro transporte aéreo es, hoy, el del bajo costo, uno de los peligros que ya se advertían desde que la ausencia de rectoría estatal hizo que la multiplicidad de aerolíneas se peleara por un mercado reducido y sin posibilidades de crecer.
Lo urgente en este caso es que estamos llegando a un punto de crisis. El viernes 31 vence el plazo natural de la negociación contractual y hay un emplazamiento a huelga derivado de los procedimientos normales en estos casos, pero que presiona la solución del CCNE.
Lo crítico es que a pesar de que falta tan poco tiempo y de que Aeroméxico lleva tres años tratando de negociar con ASSA un nuevo estatuto para los sobrecargos de reciente ingreso en su empresa troncal, aún no hay acuerdo y las posiciones están tan lejos una de la otra como la noche del día.
Tanto Alfonso Navarrete Prida como Gerardo Ruiz Esparza, titulares de STPS y SCT, respectivamente, tendrían que estar ocupándose en este momento por resolver un asunto que no involucra cacahuates. No se trata de si les toca o no. Es verdad que esta crisis lleva gestándose años y ellos no la provocaron, pero si hoy son gobierno es porque esa tarea estaba desatendida y a eso los llamó el electorado.
Está en juego la conectividad aérea nacional, la operación de nuestra principal aerolínea en el exterior (y, por cierto, la única que posee experiencia, tripulaciones y equipo suficientes para mantener esa conexión con el exterior), 14 mil familias directas y alrededor de 50 millones de dólares al día que costaría una huelga.
Ello, sin contar con la derrama hacia otros sectores productivos (el turismo y el comercio), la generación de empleo indirecto, 35 destinos internacionales y al menos 10 nacionales, así como todos los planes de inversión en flota para los siguientes 20 años calculados en 11, 000 millones de dólares.
Este es un momento para tomar las cosas en serio. Y en momentos así, de crisis, surge la oportunidad para redefinir lo que resultaría ser lo importante. Es decir, mientras no exista una definición de estrategia –esa política de Estado y de largo plazo para el sector aéreo que se ha pedido desde hace 20 años- las cosas urgentes, las crisis, las quiebras de aerolíneas, los accidentes, las categorías 2, seguirán encontrándonos con los dedos en la puerta.
Por eso el ejercicio de la política de Estado se planteó para todos los sectores de la industria. Se trataba de pactar condiciones laborales, prospectivas de crecimientos del sector para cinco o 10 años, compromisos de inversión y de profesionalización de cada parte actora en una mesa donde los acuerdos fueran públicos y explícitos.
La larga noche del panismo dejó a la aviación mexicana en un pantano de arenas movedizas que parece estar precipitándola cada día más en la insignificancia regional.
En un breve paréntesis, hay que destacar que países de nuestra región como Chile y Brasil han hecho de su aviación una de sus industrias clave. Ello ha propiciado que sean sus aerolíneas las que estén ganando a pasos agigantados los espacios y hayan incrementado su valor y presencia a nivel regional. Esto es lo que —se supone— México podría hacer si hubiese una política de Estado que perfilara los pasos a seguir.
Esperamos que se logre conjurar la huelga y sus posibles consecuencias. En esta era de los pactos políticos cada sector en crisis necesita una mesa de acuerdos y un rumbo al que todos apunten. Aeroméxico ha dicho que está dispuesto a oír propuestas y es momento que ASSA tome esta invitación y proponga algo que contribuya al acuerdo, tal como en su momento hicieron los pilotos y el personal de tierra.
Necesitamos a nuestras empresas nacionales, sus directivos; a los trabajadores y sus líderes; al gobierno y sus operadores; y a los profesionales de la industria, sentados en la misma mesa, abonando por acuerdos que partan de la realidad pero que proyecten y se aseguren de un futuro más promisorio donde la compensación por el esfuerzo realizado esté garantizado. ¿Podremos? ¡Ojalá!
Lo oí en 123.45: Y además: se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
raviles_2@prodigy.net.mx