2012-09-18 | Hora de creación: 21:56:11 |
Ultima modificación: 00:29:01
El mes de septiembre ha sido un mes para la irlandesa Ryan Air, de los emblemas del bajo costo y
—según algunos— para hacer “aviación para todos”. Será recordado como
mes negro porque justo en estos días se han presentado una serie de
incidentes —algunos rayando en accidentes— sobre todo en aeropuertos
españoles, pero no sólo en ellos, que han puesto a las autoridades de
Fomento de esa nación con las antenas bien enfocadas.
Los mencionados incidentes coronan una serie de quejas que han
presentado los consumidores de esta línea en varias naciones europeas,
pero en especial en España, ya que ahí hay una gran cantidad de
operaciones y porque los españoles están hartos de sufrir todo de abusos y mal servicio.
Las quejas se multiplicaron después de que la aerolínea comenzara a
aplicar de forma consistente el cambio de su política de embarque de
pasajeros, ya que ahora exige que cada viajero imprima él mismo su pase
de abordar y si no lo ha hecho tiene que pagar 40 euros (muchas veces,
lo mismo que costó el pasaje).
Lo mismo ocurre a quienes llevan un kilo extra de equipaje (la
sólo permite 10 por maleta, que es el máximo que puede llevar un
pasajero). Por cada kilo de más se cobran… 40 euros. Es decir, aquí
empieza a notarse que lo de bajo costo es sólo una etiqueta.
No hablemos del servicio que no sólo es pésimo sino lo que sigue.
Muchos lo aguantan porque —se dicen— finalmente es sólo un ratito y la
tarifa es bastante atractiva si se compara con muchas de las tarifas
disponibles para otras opciones en Europa.
Pero el colmo es el estado de las aeronaves y, desde luego, todo
aquello que el pasajero no ve. Es decir, la realidad de una operación
que se ha ido degradando a lo largo de los años. Tanto que este mes de
septiembre la aerolínea sufrió una serie de percances entre los que se
cuentan aterrizajes forzosos, despresurizaciones, despistes y otras
emergencias a bordo.
La cosa se puso tan mal que la ministra de Fomento español, Ana Pastor,
llegó al extremo de amenazar a la empresa con fuertes sanciones y con
endurecer las regulaciones de para evitar que aéreas de otros países infrinjan las regulaciones y estándares que existen en ese país.
Pero el colmo fue la respuesta de la aerolínea y de su país de origen:
en lugar de hacer un breve ejercicio de humildad y ponerse a revisar sus
procedimientos, dijeron que ningún país tiene
a regularlos pues es Irlanda el país que lo acredita y como existen ya
los acuerdos para aceptar la operación de países de la UE en todo el
territorio, pues que si quieren reclamar vayan al Consejo Europeo.
Todo esto está desnudando lo que en realidad sucede con las políticas
de desregulación de búsqueda de bajos costos, tal como adoran hacer los
neoliberales “made in Chicago” o al menos al estilo de esa escuela
económica: primero hablan a nombre del consumidor para justificar sus
tropelías —entre otras muchas bajan los salarios de los empleados y
relajan sus estándares al punto de dejarlos en la miseria— y después
olvidan que su fin último eran esos consumidores a quienes les imponen
sus prácticas dudosas.
Hace tiempo que los empleados de Ryan Air se quejaban de malas
prácticas. Incluso, grabaron con cámara oculta adiestramientos y otros
procesos de la empresa para mostrar que la política interna está lejos
de ser segura. Pero, claro, en los tiempos del capital como gran señor
nadie les ha hecho caso. Falta, tal vez, que algo fuerte e irremediable
suceda para que se les tome en cuenta.
Y México está siguiendo esta escuela —no la de la ministra de Fomento
española—, sino la de los seguidores del bajo costo al costo que sea y
ahí tenemos a émulos que se ufanan de su influencia como Viva el
Microbús, que no es la única empresa que se presenta como de bajo costo.
La andanada contra los trabajadores de Mexicana de Aviación, el abuso,
la imposición de los hechos consumados a pesar de la impunidad que
prevalece, sólo muestran que la verdadera vocación de los gobernantes en
turno es la codicia, el desprecio por los trabajadores mexicanos y por
la ley.
Y para colmo quieren cielos abiertos, que es lo mismo que permitir que
cualquier bajocostera de país “patito” (o hecha en casa) venga a hacer
aquí lo que le dé la gana… al cabo que nunca hay consecuencias. ¡Qué
pesadilla!