Despegues y aterrizajes
Rosario Avilés
La Crónica
Coordinación negligente
Entre los teóricos de la administración hay un término que alude a aquellos líderes y equipos que trabajan para empresas u organismos y que cobran su salario haciendo “como si trabajaran”. El truco consiste en que, en realidad, sólo asisten a sus oficinas, tienen juntas larguísimas, generan informes, reportes y otros materiales, hacen citas y actúan, en fin, como si de verdad estuvieran haciendo algo útil, cuando en realidad sólo parece que lo hacen y los resultados efectivos nunca se ven.
Lo curioso es que este tipo de conductas —cuando son públicas— no son auditadas, no en nuestro país. Así, con “declarar” que las cosas se hacen, todos se dan por satisfechos, no importa que los datos griten que esas cosas no se hicieron.
En esta especie de telenovela nacional, al presidente le basta decir que “estamos mejor que España” para que él crea que esto es verdad (aunque el nivel de vida de los mexicanos, en especial de la mitad más pobre de ellos lo desmientan). Lo malo es que esta enfermedad es contagiosa y los funcionarios de la administración adolecen del mismo defecto, aunque las cifras electorales hayan mostrado a las claras que los ciudadanos no somos ni ingenuos ni ignorantes.
Es así como hemos logrado llegar al final de esta nueva “docena trágica” arrastrando un déficit más grande y vergonzoso que el fiscal: el déficit de empleos, el déficit de crecimiento, el déficit de credibilidad y el déficit de justicia social. Cuatro grandes lápidas encima del ataúd del calderonismo.
La peor de todas, sin embargo, es la que se refiere a la falta de credibilidad, pues aunque la SCT quiera esconder la verdad acerca de las recomendaciones de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), en el sentido de que tenemos muchos rubros técnicos qué mejorar, y diga que “nada de esto es vinculatorio, pues sólo se trata de opiniones y recomendaciones” de los técnicos, lo cierto es que cada día es más claro para el mundo que México ha dejado muy atrás su posición de líder en el sector aéreo en América Latina.
Así, si antes el estándar era alto (Mexicana siempre estuvo entre las 100 mejores aerolíneas del mundo y líder indiscutible de la región), hoy en el ranking aparecen muchas empresas de la zona, pero ninguna es de nuestro país. Destacan LAN, TAM, Gol, Avianca y otras, mientras que las nuestras no son tomadas en cuenta.
Y como no hay peor ciego que el que no quiere ver, seguro que a los funcionarios de la SCT y a los nuevos empleadores les pasa desapercibido el hecho de que la mejor aerolínea en el ranking mundial que se acaba de dar a conocer en la exposición internacional de Farnborough, Qatar Airlines, ha sido una de las empresas que ha contratado a los pilotos mexicanos que nuestras aerolíneas “modernas y de dizque alta eficiencia” consideran caros y “sobrados”.
Es como si ante la imposibilidad de escalar el Everest los alpinistas mediocres prefirieran dinamitar la montaña y pretendieran que han alcanzado altas cumbres. La cultura de la mediocridad se apodera de nuestras empresas y prefieren contar con sindicatos a modo, con empleados que no hablen, con ciudadanos pasivos que se callen, antes de entender que la riqueza de un país está en que sus profesionales sean de alto nivel y que los puntos de vista divergentes ayudan al desarrollo, a crecer, a competir en las grandes ligas.
Qué pena que nuestros empresarios se contagien de la cultura pueblerina de quienes no están habituados a competir en espacios más exigentes. Y qué pena que nuestros funcionarios públicos les hagan el caldo gordo ejerciendo la coordinación negligente para impedir que una empresa del calado de Mexicana vuelva a volar.
Es ilógico que en 24 meses todos los empresarios que han estado interesados en adquirir la empresa hayan resultado —según el criterio oficial— o malos o insolventes. Qué casualidad que siempre llega un momento en que se atoran y nadie sabe por qué, excepto por los rumores que estos burócratas filtran y que ninguno sostiene en público. Qué interesante resulta que los responsables directos del quebranto de Mexicana: desde Gastón Azcárraga hasta Juan Molinar y Humberto Treviño, no hayan sido nunca molestados para que —al menos— aclaren qué fue lo que pasó.
Mientras tanto, la coordinación negligente de Duarte y adláteres es la responsable directa del deterioro de Mexicana, pues están haciendo todo para que no regrese a operar y es la responsable, también, del deterioro de nuestra aviación nacional.
No se puede ir sembrando de heridos el camino sin esperar que éstos resurjan en algún momento. Y esperemos que la negligencia se pague tanto como la ineficiencia que resulta de ella. Lo estaremos reportando
Rosario Avilés
La Crónica
Coordinación negligente
Entre los teóricos de la administración hay un término que alude a aquellos líderes y equipos que trabajan para empresas u organismos y que cobran su salario haciendo “como si trabajaran”. El truco consiste en que, en realidad, sólo asisten a sus oficinas, tienen juntas larguísimas, generan informes, reportes y otros materiales, hacen citas y actúan, en fin, como si de verdad estuvieran haciendo algo útil, cuando en realidad sólo parece que lo hacen y los resultados efectivos nunca se ven.
Lo curioso es que este tipo de conductas —cuando son públicas— no son auditadas, no en nuestro país. Así, con “declarar” que las cosas se hacen, todos se dan por satisfechos, no importa que los datos griten que esas cosas no se hicieron.
En esta especie de telenovela nacional, al presidente le basta decir que “estamos mejor que España” para que él crea que esto es verdad (aunque el nivel de vida de los mexicanos, en especial de la mitad más pobre de ellos lo desmientan). Lo malo es que esta enfermedad es contagiosa y los funcionarios de la administración adolecen del mismo defecto, aunque las cifras electorales hayan mostrado a las claras que los ciudadanos no somos ni ingenuos ni ignorantes.
Es así como hemos logrado llegar al final de esta nueva “docena trágica” arrastrando un déficit más grande y vergonzoso que el fiscal: el déficit de empleos, el déficit de crecimiento, el déficit de credibilidad y el déficit de justicia social. Cuatro grandes lápidas encima del ataúd del calderonismo.
La peor de todas, sin embargo, es la que se refiere a la falta de credibilidad, pues aunque la SCT quiera esconder la verdad acerca de las recomendaciones de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), en el sentido de que tenemos muchos rubros técnicos qué mejorar, y diga que “nada de esto es vinculatorio, pues sólo se trata de opiniones y recomendaciones” de los técnicos, lo cierto es que cada día es más claro para el mundo que México ha dejado muy atrás su posición de líder en el sector aéreo en América Latina.
Así, si antes el estándar era alto (Mexicana siempre estuvo entre las 100 mejores aerolíneas del mundo y líder indiscutible de la región), hoy en el ranking aparecen muchas empresas de la zona, pero ninguna es de nuestro país. Destacan LAN, TAM, Gol, Avianca y otras, mientras que las nuestras no son tomadas en cuenta.
Y como no hay peor ciego que el que no quiere ver, seguro que a los funcionarios de la SCT y a los nuevos empleadores les pasa desapercibido el hecho de que la mejor aerolínea en el ranking mundial que se acaba de dar a conocer en la exposición internacional de Farnborough, Qatar Airlines, ha sido una de las empresas que ha contratado a los pilotos mexicanos que nuestras aerolíneas “modernas y de dizque alta eficiencia” consideran caros y “sobrados”.
Es como si ante la imposibilidad de escalar el Everest los alpinistas mediocres prefirieran dinamitar la montaña y pretendieran que han alcanzado altas cumbres. La cultura de la mediocridad se apodera de nuestras empresas y prefieren contar con sindicatos a modo, con empleados que no hablen, con ciudadanos pasivos que se callen, antes de entender que la riqueza de un país está en que sus profesionales sean de alto nivel y que los puntos de vista divergentes ayudan al desarrollo, a crecer, a competir en las grandes ligas.
Qué pena que nuestros empresarios se contagien de la cultura pueblerina de quienes no están habituados a competir en espacios más exigentes. Y qué pena que nuestros funcionarios públicos les hagan el caldo gordo ejerciendo la coordinación negligente para impedir que una empresa del calado de Mexicana vuelva a volar.
Es ilógico que en 24 meses todos los empresarios que han estado interesados en adquirir la empresa hayan resultado —según el criterio oficial— o malos o insolventes. Qué casualidad que siempre llega un momento en que se atoran y nadie sabe por qué, excepto por los rumores que estos burócratas filtran y que ninguno sostiene en público. Qué interesante resulta que los responsables directos del quebranto de Mexicana: desde Gastón Azcárraga hasta Juan Molinar y Humberto Treviño, no hayan sido nunca molestados para que —al menos— aclaren qué fue lo que pasó.
Mientras tanto, la coordinación negligente de Duarte y adláteres es la responsable directa del deterioro de Mexicana, pues están haciendo todo para que no regrese a operar y es la responsable, también, del deterioro de nuestra aviación nacional.
No se puede ir sembrando de heridos el camino sin esperar que éstos resurjan en algún momento. Y esperemos que la negligencia se pague tanto como la ineficiencia que resulta de ella. Lo estaremos reportando