O P I N I Ó N
E D U A R D O G A R C í A G A S P A R
Una segunda opinión
Historias de desaparecidos
La desaparición de una línea aérea en México ha tenido efectos: la desaparición de otra cosa, la competencia. Mexicana de Aviación era un jugador importante. El juego que jugaba se llama competencia. Su quiebra hizo posibles predicciones generales.
No es un asunto complejo. Los detalles pueden variar, pero no los principios generales. Cuando se reduce la competencia en un mercado, los bienes se encarecen y reducen su disponibilidad y calidad. Fue lo que sucedió al desaparecer esa aerolínea. Hubo, también, otro efecto, el de abrir oportunidades a otros competidores... y también sucedió.
Se tiene en resumen, en este caso, un buen caso que ilustra los beneficios de la competencia. Para las empresas el mundo más deseable es el de ser monopolios, es decir, carecer de competidores. En este sentido, Pemex en México vive en el mundo ideal de toda empresa, lo que beneficia al dueño real, el Gobierno.
Pero para el resto de los ciudadanos, el mundo ideal es otro muy distinto. Los consumidores viven en el mundo ideal cuando existe competencia entre empresas. Cuando existía Mexicana, había mejores precios, más rutas, buen servicio. Ahora no tanto. Insisto, no es un asunto difícil de entender. Incluso me parece estar escribiendo cosas que todos saben, repeticiones innecesarias de lo muy sabido.
Y, sin embargo, bien vale una segunda opinión sobre el asunto. Se ha hablado, por ejemplo, de organizar el mercado aéreo para evitar la competencia depredadora, para evitar que entren competidores extranjeros, para evitar un mercado volátil. En pocas palabras, todo eso significa limitar la competencia y, por ende, lastimar al consumidor. Hay dos causas por las que se propone limitar a la competencia.
Una es ignorancia económica. La otra es el cabildeo de intereses especiales. Comencemos por la ignorancia económica, la de esos quienes proponen limitar a la competencia creyendo que ella es negativa. Su falla es percibir de manera incorrecta a la competencia. La ven como un desorden de acciones alocadas que lleva a apertura de empresas y a su cierre, precios muy cambiantes y, en general un caos aparente.
Y, al entender a la competencia como un caos y un desorden, quieren ellos imponer un orden. Por ejemplo, la política de reciprocidad: si una línea extranjera quiere volar a México se le impone la condición que el país extranjero deba aceptar vuelos mexicanos. La cosa querrá ser ordenada así, pero el efecto no es orden, sino menos competencia y, lo obvio, precios mayores y peor servicio.
La falla está en no ver el orden que realmente existe en un mercado con competencia. Bajo todo esa serie de acciones y reacciones de competidores, hay un patrón estructurado y metódico de beneficios crecientes para el consumidor y que beneficia a otros sectores. La competencia aérea, por ejemplo, ayuda a hoteles y restaurantes.
La otra causa es esa serie de intentos de cabildeo de quienes tendrán una vida más presionada con la competencia. El caso clásico es el de los intentos que hicieron algunas aerolíneas hace tiempo. Querían que el Gobierno impusiera precios mínimos en las rutas. Pero no son sólo las empresas. Los sindicatos también suelen inclinarse por evitar la competencia entre sí, por medio de exclusividad sindical y protección a la empresa que les da más de lo merecido.
En fin, la competencia es un concepto que también está en competencia. No son escasos los que quieren verla desaparecer y muchas veces lo logran, en medio de aplausos, cuando se disfrazan. Uno de los disfraces más efectivos es el del nacionalismo. Con la emoción patriota, se argumenta que, por ejemplo, hay demasiadas aerolíneas extranjeras volando al país sin reciprocidad, o demasiados bancos extranjeros.
Es así que el incauto, sin mucho darse cuenta, defiende una posición que lo daña. Dice, por ejemplo, que deberían quitarse los permisos para que vengan al país tantas líneas aéreas porque se pierde soberanía, sin comprender que así hay más competencia, mejores precios, mejor servicio, más turismo...
En fin, cuando desaparece la competencia también se esfuma uno de los más ingeniosos y simples mecanismos que hacen la vida mejor para todos, ese proceso por el que las ganas de ser exitoso sólo puede lograrse con precios bajos y alta calidad.
eduardo@contrapeso.info
E D U A R D O G A R C í A G A S P A R
Una segunda opinión
Historias de desaparecidos
La desaparición de una línea aérea en México ha tenido efectos: la desaparición de otra cosa, la competencia. Mexicana de Aviación era un jugador importante. El juego que jugaba se llama competencia. Su quiebra hizo posibles predicciones generales.
No es un asunto complejo. Los detalles pueden variar, pero no los principios generales. Cuando se reduce la competencia en un mercado, los bienes se encarecen y reducen su disponibilidad y calidad. Fue lo que sucedió al desaparecer esa aerolínea. Hubo, también, otro efecto, el de abrir oportunidades a otros competidores... y también sucedió.
Se tiene en resumen, en este caso, un buen caso que ilustra los beneficios de la competencia. Para las empresas el mundo más deseable es el de ser monopolios, es decir, carecer de competidores. En este sentido, Pemex en México vive en el mundo ideal de toda empresa, lo que beneficia al dueño real, el Gobierno.
Pero para el resto de los ciudadanos, el mundo ideal es otro muy distinto. Los consumidores viven en el mundo ideal cuando existe competencia entre empresas. Cuando existía Mexicana, había mejores precios, más rutas, buen servicio. Ahora no tanto. Insisto, no es un asunto difícil de entender. Incluso me parece estar escribiendo cosas que todos saben, repeticiones innecesarias de lo muy sabido.
Y, sin embargo, bien vale una segunda opinión sobre el asunto. Se ha hablado, por ejemplo, de organizar el mercado aéreo para evitar la competencia depredadora, para evitar que entren competidores extranjeros, para evitar un mercado volátil. En pocas palabras, todo eso significa limitar la competencia y, por ende, lastimar al consumidor. Hay dos causas por las que se propone limitar a la competencia.
Una es ignorancia económica. La otra es el cabildeo de intereses especiales. Comencemos por la ignorancia económica, la de esos quienes proponen limitar a la competencia creyendo que ella es negativa. Su falla es percibir de manera incorrecta a la competencia. La ven como un desorden de acciones alocadas que lleva a apertura de empresas y a su cierre, precios muy cambiantes y, en general un caos aparente.
Y, al entender a la competencia como un caos y un desorden, quieren ellos imponer un orden. Por ejemplo, la política de reciprocidad: si una línea extranjera quiere volar a México se le impone la condición que el país extranjero deba aceptar vuelos mexicanos. La cosa querrá ser ordenada así, pero el efecto no es orden, sino menos competencia y, lo obvio, precios mayores y peor servicio.
La falla está en no ver el orden que realmente existe en un mercado con competencia. Bajo todo esa serie de acciones y reacciones de competidores, hay un patrón estructurado y metódico de beneficios crecientes para el consumidor y que beneficia a otros sectores. La competencia aérea, por ejemplo, ayuda a hoteles y restaurantes.
La otra causa es esa serie de intentos de cabildeo de quienes tendrán una vida más presionada con la competencia. El caso clásico es el de los intentos que hicieron algunas aerolíneas hace tiempo. Querían que el Gobierno impusiera precios mínimos en las rutas. Pero no son sólo las empresas. Los sindicatos también suelen inclinarse por evitar la competencia entre sí, por medio de exclusividad sindical y protección a la empresa que les da más de lo merecido.
En fin, la competencia es un concepto que también está en competencia. No son escasos los que quieren verla desaparecer y muchas veces lo logran, en medio de aplausos, cuando se disfrazan. Uno de los disfraces más efectivos es el del nacionalismo. Con la emoción patriota, se argumenta que, por ejemplo, hay demasiadas aerolíneas extranjeras volando al país sin reciprocidad, o demasiados bancos extranjeros.
Es así que el incauto, sin mucho darse cuenta, defiende una posición que lo daña. Dice, por ejemplo, que deberían quitarse los permisos para que vengan al país tantas líneas aéreas porque se pierde soberanía, sin comprender que así hay más competencia, mejores precios, mejor servicio, más turismo...
En fin, cuando desaparece la competencia también se esfuma uno de los más ingeniosos y simples mecanismos que hacen la vida mejor para todos, ese proceso por el que las ganas de ser exitoso sólo puede lograrse con precios bajos y alta calidad.
eduardo@contrapeso.info