La oscuridad gubernamental
Rosario Avilés | Opinión 2011-10-18 | Hora de creación: 21:50:16| Ultima modificación: 21:50:16
Parte del problema de este gobierno (y de muchos otros, pero el comentario se refiere a éste) es que no aprende nada de lo que le sucede y lo peor es que los funcionarios creen que los ciudadanos somos ignorantes, tontos y ciegos.
El 4 de noviembre de 2008 sucedió en el espacio aéreo del Valle de México una tragedia: el Learjet en el que viajaba nada menos que el secretario de Gobernación y un grupo de funcionarios de alto nivel, cayó a escasos metros del periférico causando otros daños “colaterales” (según la nomenclatura actual).
A raíz de ese accidente, tanto la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA), así como el dictamen del accidente de la Dirección General de Aeronáutica Civil, realizaron varias recomendaciones para modificar y corregir procedimientos, fallas graves y otras cosas en diversas dependencias públicas, en particular en el organismo de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam).
No se trató de un accidente menor. De hecho, en los anales históricos ese día quedará como uno de los momentos de crisis más agudos en el sexenio que corre. Las recomendaciones, por otra parte, hicieron que los organismos internacionales que cuidan la seguridad operacional, se dieran cuenta –no sin alarma- de las condiciones reales en que ha caído la aviación mexicana.
Esas recomendaciones de OACI y FAA debieron haber sido atendidas de manera expedita y tan no lo fueron, que meses más tarde nuestro país fue degradado a la categoría 2 por parte de FAA y, lo más importante, en el Seneam todo sigue siendo exactamente igual que el día 4 de noviembre de hace 3 años.
En días pasados hubo dos eventos que mostraron a las claras que la cosa ya no está para juegos. El apagón del 28 de septiembre en el AICM y la falla de procesamiento de información de radar y plan de vuelo del 12 de octubre pasado (¿se enteró usted, señor secretario?) son indicios de que el sistema no aguanta más.
El apagón del día 28 también derivó en incidentes por inhalación de humo tóxico en el Centro de Control México y lo del día 12 no sólo afectó a este sitio, sino que sus derivaciones se sintieron en los centros de Mazatlán, Mérida y Monterrey. La mala noticia es que esto es susceptible de volver a ocurrir.
Que a estas alturas del partido el secretario de Comunicaciones se llame sorprendido y prometa que investigará, suena no sólo ridículo sino ofensivo, incluso para la memoria del otrora mejor amigo de su jefe.
En innumerables ocasiones el Sindicato de Controladores (Sinacta) ha llamado la atención sobre el estado de obsolescencia de los equipos y sobre la necesidad de contar con más personal, capacitación y recursos.
A las autoridades “competentes” no les ha interesado y el resultado es que hoy, tanto el sistema de control de tránsito aéreo como la operatividad del Aeropuerto de la Ciudad de México están mostrando la realidad: son más vulnerables que nunca.
La advertencia de lo que puede pasar ahí está. Ojalá que no lo echen en saco roto, otra vez. Lo más caro es lo irreparable, señores funcionarios.
Lo oí en 123.45: La voz de Miguel Angel Granados Chapa se escuchaba fuerte y clara en todas las frecuencias. No era, la mayor parte de las veces, agradable para los hombres (y las mujeres) del poder, por más que hoy envíen condolencias ante su partida. Los periodistas hemos perdido un faro, una importante conciencia crítica que hace falta a este país, perdido entre las intrigas palaciegas y la violencia desatada.
Su última columna apareció el viernes pasado, él partió el domingo, demostrando con ello que esta lucha es incansable, no se arredra con la amenaza ni se dobla frente al poder. Por eso, habrá que seguir hablando de la misma forma: fuerte y claro.
Granados hizo una última reflexión frente a la podredumbre que parece oscurecer el cielo mexicano: ésta, dijo, no es inexorable y es deseable que la vida renazca.
Ojalá que su deseo —que es el de muchos— se concrete. Hasta siempre, y esperemos en un cielo despejado
raviles_2@prodigy.net.mx
Rosario Avilés | Opinión 2011-10-18 | Hora de creación: 21:50:16| Ultima modificación: 21:50:16
Parte del problema de este gobierno (y de muchos otros, pero el comentario se refiere a éste) es que no aprende nada de lo que le sucede y lo peor es que los funcionarios creen que los ciudadanos somos ignorantes, tontos y ciegos.
El 4 de noviembre de 2008 sucedió en el espacio aéreo del Valle de México una tragedia: el Learjet en el que viajaba nada menos que el secretario de Gobernación y un grupo de funcionarios de alto nivel, cayó a escasos metros del periférico causando otros daños “colaterales” (según la nomenclatura actual).
A raíz de ese accidente, tanto la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA), así como el dictamen del accidente de la Dirección General de Aeronáutica Civil, realizaron varias recomendaciones para modificar y corregir procedimientos, fallas graves y otras cosas en diversas dependencias públicas, en particular en el organismo de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam).
No se trató de un accidente menor. De hecho, en los anales históricos ese día quedará como uno de los momentos de crisis más agudos en el sexenio que corre. Las recomendaciones, por otra parte, hicieron que los organismos internacionales que cuidan la seguridad operacional, se dieran cuenta –no sin alarma- de las condiciones reales en que ha caído la aviación mexicana.
Esas recomendaciones de OACI y FAA debieron haber sido atendidas de manera expedita y tan no lo fueron, que meses más tarde nuestro país fue degradado a la categoría 2 por parte de FAA y, lo más importante, en el Seneam todo sigue siendo exactamente igual que el día 4 de noviembre de hace 3 años.
En días pasados hubo dos eventos que mostraron a las claras que la cosa ya no está para juegos. El apagón del 28 de septiembre en el AICM y la falla de procesamiento de información de radar y plan de vuelo del 12 de octubre pasado (¿se enteró usted, señor secretario?) son indicios de que el sistema no aguanta más.
El apagón del día 28 también derivó en incidentes por inhalación de humo tóxico en el Centro de Control México y lo del día 12 no sólo afectó a este sitio, sino que sus derivaciones se sintieron en los centros de Mazatlán, Mérida y Monterrey. La mala noticia es que esto es susceptible de volver a ocurrir.
Que a estas alturas del partido el secretario de Comunicaciones se llame sorprendido y prometa que investigará, suena no sólo ridículo sino ofensivo, incluso para la memoria del otrora mejor amigo de su jefe.
En innumerables ocasiones el Sindicato de Controladores (Sinacta) ha llamado la atención sobre el estado de obsolescencia de los equipos y sobre la necesidad de contar con más personal, capacitación y recursos.
A las autoridades “competentes” no les ha interesado y el resultado es que hoy, tanto el sistema de control de tránsito aéreo como la operatividad del Aeropuerto de la Ciudad de México están mostrando la realidad: son más vulnerables que nunca.
La advertencia de lo que puede pasar ahí está. Ojalá que no lo echen en saco roto, otra vez. Lo más caro es lo irreparable, señores funcionarios.
Lo oí en 123.45: La voz de Miguel Angel Granados Chapa se escuchaba fuerte y clara en todas las frecuencias. No era, la mayor parte de las veces, agradable para los hombres (y las mujeres) del poder, por más que hoy envíen condolencias ante su partida. Los periodistas hemos perdido un faro, una importante conciencia crítica que hace falta a este país, perdido entre las intrigas palaciegas y la violencia desatada.
Su última columna apareció el viernes pasado, él partió el domingo, demostrando con ello que esta lucha es incansable, no se arredra con la amenaza ni se dobla frente al poder. Por eso, habrá que seguir hablando de la misma forma: fuerte y claro.
Granados hizo una última reflexión frente a la podredumbre que parece oscurecer el cielo mexicano: ésta, dijo, no es inexorable y es deseable que la vida renazca.
Ojalá que su deseo —que es el de muchos— se concrete. Hasta siempre, y esperemos en un cielo despejado
raviles_2@prodigy.net.mx