Escuchamos muchas razones para que subsista Mexicana de Aviación. La
principal de ellas es que el mercado las necesita y desde la fecha de su
ausencia lo único que vive el público es una constante alza en las
tarifas. Se presentan estadísticas señalando que el retorno no dañaría a
las aerolíneas que hoy participan, sino por el contrario, sería una
especie de bendición.
Como analistas tienen razón, pero el problema de fondo es cuando se
paran ante los recursos necesarios para echarla a volar. En la década de
los ochenta Alfa estaba prácticamente quebrada y fue decisión del
gobierno salvar al grupo y más empresas de la región, a tal grado fue el
agradecimiento empresarial que hasta un monumento le erigieron a José
López Portillo.
En la última gran crisis se constituyó la UCABE, que era el organismo
de gobierno por el cual transitaron decenas de empresas con una cruz en
la espalda. Por cierto, que una de ellas y que se hizo famosa fue el
grupo Martí, de Alejandro Martí, que hoy es una consorcio dedicado a los
gimnasios bajo la dirección de Alfredo Harp.
En Estados Unidos, paso algo muy parecido. Cuando General Motors y
Chrysler atravesaron por graves problemas, pues llegó el gobierno de
Barack Obama y los rescató. Hizo que la empresa anterior quebrara y se
erigió una nueva, ya sin el lastre de contratos colectivos de trabajo
que datan de más de 80 años. Hubo que acabar con el pasado, para iniciar
el futuro.
No existe empresario alguno que compre los problemas que arrastra
Mexicana de Aviación, entre los que se encuentran indemnizaciones,
salarios caídos, deuda con proveedores, fiscales, etc. No es
responsabilidad de los nuevos inversionistas, sino de la pérdida de
valor de los anteriores propietarios. Aquí lo que se necesita es un
salvamento de gobierno, un esquema que permita ofrecer una empresa
operable, sin una carga financiera.
La única manera de que Mexicana vuelva a volar es con el salvamento y
aval del gobierno federal. Que ofrezca las garantías necesarias, absorbe
las pérdidas del pasado, de tal manera que los nuevos operadores
aporten el dinero suficiente para operar en un ambiente de intensa
competencia, como ocurre en el sector aéreo.
No se crea que sólo por el hecho de ser Mexicana todo mundo va a
inclinar la frente, por el contrario, Volaris e Interjet, por decir
algunas, van a defender el mercado que hasta ahora se ha ganado. El
problema es que el gobierno federal no quiere ser ese salvador de una
causa que hoy está perdida.
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