11 octubre 2011

DE LA COLUMNA DE ROSARIO AVILÉS

Nadie sabe, nadie supo...
Rosario Avilés |  Opinión     2011-10-11  | Hora de creación: 22:10:01| Ultima modificación: 01:12:32



 Como si fuera película de terror o programa cómico (o ambas cosas a la vez), en la situación que sigue viviendo Mexicana de Aviación nadie sabe nada y nadie ha visto nada, y por tanto nadie se hace responsable a pesar de las graves omisiones que se advierten.

 Los funcionarios, sin embargo, “ni ven ni oyen” lo que ocurre y este es un grave caso que deja en ridículo al panismo “humanista y democristiano” de Calderón, pues la indiferencia frente al deterioro social y económico que propicia la falta de esta aerolínea en el mercado, haría revolverse en su tumba a Gómez Morín, González Luna y cuanto fundador del PAN se asomara a este mundo a ver qué fue de sus ideales.

 Una de las preguntas más obvias es por qué (y quién) decidió que Mexicana dejara de volar. El mecanismo llamado “Concurso Mercantil” que se entronizó en este país en el año 2000, se estableció justamente para impedir que las empresas quebraran, no para precipitar quiebras. Pero un requisito casi indispensable es precisamente que esas empresas en problemas sigan operando.

 Los funcionarios de la SCT se lavan las manos (a estas alturas de la vida nadie sabe de qué son responsables esos “servidores públicos”, pero si están ahí y cobran, debe ser por algo). Le achacan la decisión a la fantasmal Tenedora K, que es una entelequia cuya única cabeza —invisible pero legible a través de sus recados— es un abogado.

 Los demás, por ejemplo Juan Carlos Torres de Advent y otros nombres que aparecieron en su momento, pero que nadie ha visto verdaderamente, simplemente desaparecieron después de haber pagado la fabulosa cantidad de mil pesos y firmado una serie de compromisos con Gastón Azcárraga que tampoco nadie conoce. No obstante, ello no exime ni a estos personajes ni a la administración federal de su responsabilidad.

 El hecho es que hace más de un año que Mexicana no vuela. Independientemente de si el concurso mercantil saldrá adelante con lo que hay o no, la decisión de bajar de vuelo a la aerolínea sigue siendo un tema que debería investigarse porque justamente este elemento estorba en la recuperación de la aerolínea y SIN LUGAR A DUDAS constituye un elemento que precipita el desastre.

 El haber propiciado que Mexicana dejara de volar y —en su caso— el haber consentido que un servicio público concesionado dejara de prestarse, son actos que deberían investigarse y castigarse con rigor.

 Si en este país existiera la legalidad, si la Secretaría de la Función Pública fuera algo más que una oficina para cuidarle las espaldas a los cuates y si los humanistas panistas fueran de a de veras, este asunto ya estaría resuelto.

 Hace unos días se lanzó la propuesta de que Mexicana retome temporalmente operaciones en la modalidad chárter. Para ser una propuesta temporal no es mala, aunque sea incompleta, pero desde luego no puede ser una solución. Y es que no tendría sentido recuperar esa marca, esas instalaciones y esa experiencia a un costo tan alto, sólo para hacer vuelos de fletamento. Sobre todo, tomando en cuenta que las concesiones de aerolíneas están de oferta para cualquiera que las solicite.

 Una empresa como Mexicana de Aviación debería estar operando a todo lo que da. Tal vez si el autismo oficial no fuera tan grande, la secretaria de Turismo y sus corifeos y el secretario de Comunicaciones y su séquito ya hubieran visto lo que es obvio: que si quieren multiplicar el número de pasajeros (turistas o no) y el número de operaciones (regulares, charteras o de carga) no necesitarían discursear, sino trabajar. Y que Mexicana es una aerolínea que agrega valor a la actividad aérea.

 El subse y su director de aeronáutica habrían dejado de buscarle tres pies a cada gato que se encuentran y estarían cumpliendo la ley al promover las operaciones de una empresa que es concesión federal y que, más allá de ello, se ha hecho con el patrimonio de la Nación.

 El pasmo y la ceguera de tirios y troyanos son más que incapacidad intelectual (con todo y que ello existe), porque nadie convencerá a la opinión pública que sus omisiones fueron involuntarias. Hasta para fingir demencia hay que ser inteligentes

 raviles_2@prodigy.net.mx