El de atrás paga
Rosario Avilés | Opinión 2011-02-08 | Hora de creación: 22:02:14| Ultima modificación: 01:02:49
En menos de lo que nos imaginábamos, las autoridades del sector transporte aéreo cambiaron y es casi seguro que los nuevos funcionarios tarden al menos algunas semanas para enterarse de las particularidades de su nueva encomienda. Les tenemos dos noticias, una buena y una mala: la buena es que el proverbial optimismo del mexicano les concede un bono de confianza que puede durar alrededor de tres meses y algo más.
La mala es que los que se fueron dejaron tal tiradero que les será difícil disfrutar de este bono a menos que se enteren muy rápidamente de cuáles son los platos rotos, los pendientes y lo que pueden hacer no para resolver la situación (dos años es muy poco para recuperarse de un deterioro que lleva años gestándose) pero sí para restañar algunas heridas y sentar las bases de una solución que al menos empiece a perfilar una verdadera salida de esta crisis que ya ha durado muchos años.
Difícilmente encontraremos en la historia moderna del país un momento tan crítico para la aviación como este. Con toda la buena voluntad que, no dudamos, don Humberto le puso a su trabajo, los resultados fueron la pérdida de valor del sector, empleos peor remunerados que antes y una situación de la estructura organizacional del sistema de administración aérea bastante crítica.
Su jefe, Juan Molinar, puede argüir en su favor que el tamaño del organismo que le tocó encabezar hace imposible una gestión eficiente. SCT conjunta tres tipos de actividad que por su complejidad merecerían tratamientos diferenciados: Telecomunicaciones, un sector que en los años recientes ha cambiado y se ha modernizado a ritmos frenéticos, cuya tecnología lo hace inmensamente complicado y donde confluyen algunos de los intereses más poderosos en este país.
Transporte e Infraestructura, por su parte, tienen características también muy complicadas. El transporte es sumamente sensible porque implica la seguridad de las personas y la capacidad de un país para funcionar razonablemente bien. La infraestructura, además de costosa, es la base de la competitividad de una nación y en esta administración es, además, una prioridad.
Por todo ello, quien sea que se encuentre a cargo de esas tres actividades difícilmente podrá quedar bien en las tres, pero podríamos aspirar a que al menos se les dé importancia a las áreas más sensibles y a tratar de aprovechar las ventajas que se tienen.
Como todo esto no ha sucedido, los agravios que los nuevos funcionarios vienen a tratar de paliar son variados y en el caso de la aviación, uno de los muchos pendientes de este monstruo, son particularmente críticos en este momento.
Parte de las pifias de don Humberto fue minimizar el quebranto de Mexicana de Aviación. Como si se tratara de un fabricante de tornillos o paletas de agua, la suspensión de vuelos de esta empresa no mereció mayor atención ni una intervención del Estado (que es el que otorga la concesión pública que –todavía- está definida en la Constitución que nos rige). No se trataba de rescatar a la empresa, sino de evitar un deterioro mayor y apoyar su reingeniería de procesos y de costos de una manera eficiente, sin perder mercados, empleos o recursos.
Para este momento, las opciones se estrechan pero no se han cancelado y ésta será una de las primeras cosas que deberá atender el nuevo subsecretario. Y las consecuencias de este descuido también deberán atenderse: desde la nueva conformación del mercado nacional hasta la recuperación de empleos de calidad, de rutas a Estados Unidos y de credibilidad, sin olvidar los slots del Aeropuerto de la Ciudad de México.
Pero las cosas no paran ahí. La degradación de nuestra autoridad aeronáutica a la categoría dos en Estados Unidos no se derivó de un capricho ni fue algo circunstancial. La DGAC tiene que transformarse, profesionalizarse, dejar de ser una dependencia más y convertirse en una institución de excelencia que pueda estar en línea con la seguridad que debe vigilar.
Otro tanto ocurre con Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), que requiere cambios urgentes para incrementar sus plazas, tener mejores salarios y equipos, capacitación suficiente, directivos de primer nivel y planes de carrera para sus funcionarios.
Otro pendiente de muchísima importancia es romper el ciclo que parece infinito de tomar decisiones que no estén sustentadas en planes de largo plazo. Lo único que hasta ahora se ha conseguido es que las acciones inconexas hagan que la aviación carezca de rumbo y que los platos rotos se queden para que el que el próximo, el que viene detrás, pague.
Lo oí en 123.45: Lo peor que le puede pasar a los trabajadores de la aviación y de Mexicana es que terminen divididos y sin castigar a los verdaderos culpables del desastre que están viviendo. Por eso es importante que no haya impunidad, que se perfile un futuro donde quepan todos y que se tomen acciones realistas para que esto suceda, aunque no vaya a ser inmediatamente. Nada fácil pero no es imposible.
raviles_2@prodigy.net.mx
Rosario Avilés | Opinión 2011-02-08 | Hora de creación: 22:02:14| Ultima modificación: 01:02:49
En menos de lo que nos imaginábamos, las autoridades del sector transporte aéreo cambiaron y es casi seguro que los nuevos funcionarios tarden al menos algunas semanas para enterarse de las particularidades de su nueva encomienda. Les tenemos dos noticias, una buena y una mala: la buena es que el proverbial optimismo del mexicano les concede un bono de confianza que puede durar alrededor de tres meses y algo más.
La mala es que los que se fueron dejaron tal tiradero que les será difícil disfrutar de este bono a menos que se enteren muy rápidamente de cuáles son los platos rotos, los pendientes y lo que pueden hacer no para resolver la situación (dos años es muy poco para recuperarse de un deterioro que lleva años gestándose) pero sí para restañar algunas heridas y sentar las bases de una solución que al menos empiece a perfilar una verdadera salida de esta crisis que ya ha durado muchos años.
Difícilmente encontraremos en la historia moderna del país un momento tan crítico para la aviación como este. Con toda la buena voluntad que, no dudamos, don Humberto le puso a su trabajo, los resultados fueron la pérdida de valor del sector, empleos peor remunerados que antes y una situación de la estructura organizacional del sistema de administración aérea bastante crítica.
Su jefe, Juan Molinar, puede argüir en su favor que el tamaño del organismo que le tocó encabezar hace imposible una gestión eficiente. SCT conjunta tres tipos de actividad que por su complejidad merecerían tratamientos diferenciados: Telecomunicaciones, un sector que en los años recientes ha cambiado y se ha modernizado a ritmos frenéticos, cuya tecnología lo hace inmensamente complicado y donde confluyen algunos de los intereses más poderosos en este país.
Transporte e Infraestructura, por su parte, tienen características también muy complicadas. El transporte es sumamente sensible porque implica la seguridad de las personas y la capacidad de un país para funcionar razonablemente bien. La infraestructura, además de costosa, es la base de la competitividad de una nación y en esta administración es, además, una prioridad.
Por todo ello, quien sea que se encuentre a cargo de esas tres actividades difícilmente podrá quedar bien en las tres, pero podríamos aspirar a que al menos se les dé importancia a las áreas más sensibles y a tratar de aprovechar las ventajas que se tienen.
Como todo esto no ha sucedido, los agravios que los nuevos funcionarios vienen a tratar de paliar son variados y en el caso de la aviación, uno de los muchos pendientes de este monstruo, son particularmente críticos en este momento.
Parte de las pifias de don Humberto fue minimizar el quebranto de Mexicana de Aviación. Como si se tratara de un fabricante de tornillos o paletas de agua, la suspensión de vuelos de esta empresa no mereció mayor atención ni una intervención del Estado (que es el que otorga la concesión pública que –todavía- está definida en la Constitución que nos rige). No se trataba de rescatar a la empresa, sino de evitar un deterioro mayor y apoyar su reingeniería de procesos y de costos de una manera eficiente, sin perder mercados, empleos o recursos.
Para este momento, las opciones se estrechan pero no se han cancelado y ésta será una de las primeras cosas que deberá atender el nuevo subsecretario. Y las consecuencias de este descuido también deberán atenderse: desde la nueva conformación del mercado nacional hasta la recuperación de empleos de calidad, de rutas a Estados Unidos y de credibilidad, sin olvidar los slots del Aeropuerto de la Ciudad de México.
Pero las cosas no paran ahí. La degradación de nuestra autoridad aeronáutica a la categoría dos en Estados Unidos no se derivó de un capricho ni fue algo circunstancial. La DGAC tiene que transformarse, profesionalizarse, dejar de ser una dependencia más y convertirse en una institución de excelencia que pueda estar en línea con la seguridad que debe vigilar.
Otro tanto ocurre con Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), que requiere cambios urgentes para incrementar sus plazas, tener mejores salarios y equipos, capacitación suficiente, directivos de primer nivel y planes de carrera para sus funcionarios.
Otro pendiente de muchísima importancia es romper el ciclo que parece infinito de tomar decisiones que no estén sustentadas en planes de largo plazo. Lo único que hasta ahora se ha conseguido es que las acciones inconexas hagan que la aviación carezca de rumbo y que los platos rotos se queden para que el que el próximo, el que viene detrás, pague.
Lo oí en 123.45: Lo peor que le puede pasar a los trabajadores de la aviación y de Mexicana es que terminen divididos y sin castigar a los verdaderos culpables del desastre que están viviendo. Por eso es importante que no haya impunidad, que se perfile un futuro donde quepan todos y que se tomen acciones realistas para que esto suceda, aunque no vaya a ser inmediatamente. Nada fácil pero no es imposible.
raviles_2@prodigy.net.mx