Macario Schettino
Economía Informal
05 de agosto de 2008
Dedo en el renglón
El aparente lanzamiento de toalla por parte de Aero California, a la par de los pasos en la azotea en Aviacsa y Avolar, mantienen firme el dedo en el renglón sobre la exigencia de un rescate a la industria de la aviación
Rechazada por tirios y troyanos la posibilidad de un subsidio a la turbosina, cuyo peso en el gasto de operación es de 42%, la ruta habla de un disfraz: modificar la fórmula con la que se calcula el costo internacional del producto.
La misma gata, pues, sólo que revolcada.
La pretención plantea tomar como base el precio de exportación del petróleo mexicano, aplicándole un ajuste por la paridad del poder adquisitivo mexicano.
Precio México, pues.
En paralelo, se plantea que la paraestatal Aeropuertos y Servicios Auxiliares, en su calidad de distribuidor exclusivo del producto, ofrezca líneas de crédito con apoyo de la banca de desarrollo, y de pasadita, contrate coberturas para garantizar un precio fijo en determinados lapsos.
La exposición de motivos habla de un incremento de 297% en el precio del combustible en los últimos cinco años, es decir, de 2003 al actual.
En contraste, el precio del diesel que consumen los ferrocarriles, barcos y camiones ha crecido sólo 19% en el mismo lapso, gracias al subsidio de que goza.
De hecho, actualmente se paga 107% más por un litro de turbosina que por uno de diesel.
Más allá, el pliego petitorio habla de decretarse una exención temporal en el pago de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), bajo la justificación de que en algunos países no se cobra a las aerolíneas locales por volar en su propio territorio.
Adicionalmente, se plantea una reducción con carácter temporal en la Tarifa de Uso de Aeropuertos (TUA), cuyo costo se elevó sustancialmente tras los atentados del fatídico 11 de septiembre de 2001 en Washington y Nueva York, a pretexto de incrementar la seguridad.
El alegato habla de que mientras en México 25% de la seguridad la pagan las empresas y 75% los pasajeros, en otros países el costo total lo absorbe el gobierno… o los concesionarios de los aeropuertos.
El reclamo lo apuntala, de entrada, la cancelación de vuelos a 44 ciudades del país por incosteabilidad; los números rojos con que opera la totalidad de las empresas aéreas, y el tamaño mismo de la industria.
Estamos hablando de 100 mil trabajadores, en un escenario en que los vuelos le dan juego a siete millones más que integran la cadena turística, es decir, proveedores de servicios, comercios, hoteles, agencias de viajes, choferes, transportistas…
En paralelo, se alude a una grave ausencia de políticas aeronáuticas, lo que ha provocado la proliferación de las llamadas líneas de bajo costo, algunas de ellas apuntaladas en precios depredatorios.
Más allá, México ha firmado 36 convenios internacionales en materia de aviación, lo que ha derivado en que las aerolíneas extranjeras, con énfasis en las de Estados Unidos, tengan más operaciones en nuestro territorio que las propias.
El rosario de lamentos habla además de que, del total de los costos fijos de las aerolíneas, entre 44% y 55% lo representa el combustible; entre 28% y 34% el pago de salarios y prestaciones, y entre 22% y 32% el pago de tributos al fisco.
Por lo pronto, la única acción emprendida hasta hoy por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes apunta a permitir la importación de turbosina por parte de los aeropuertos fronterizos, lo que según ello permitiría abatir el costo del servicio de distribución en 2%.
Lo interesante del asunto es que la presión está llegando también por la vía de la Cámara de Diputados.
¿Otro rescate?