13 diciembre 2012

DEL CORREO DEL BLOG

David Páramo
 
 
Falso
La Secretaría de Comunicaciones y Transportes emitió un comunicado en el que puede leerse: “Los representantes de la empresa propietaria de la aeronave han informado a las autoridades que la utilización del mismo por parte de la señora Jenni Rivera y sus acompañantes fue en calidad de promoción en virtud de que, según se ha dicho, se encontraba interesada en adquirirlo”.
Evidentemente la dependencia que encabeza Gerardo Ruiz Esparza ni la DGAC están dando por buena esta versión, sólo refieren a los dichos; sin embargo, aquí es necesario que la investigación se haga más a fondo.
La afirmación de la empresa está destinada a quitarse cualquier imputación de que estuviera realizando operaciones conocidas como de cabotaje, es decir, que un avión con matrícula extranjera y tripulación certificada en otro país dé un servicio de aerotaxi.
Como hemos denunciado en este espacio, el mercado de la aviación privada floreció al amparo de controles mucho más que laxos por parte de la autoridad mexicana durante el sexenio pasado, en que incluso la DGAC fue degradada de categoría. Hasta el momento no se ha cumplido una gran parte de las promesas que se hicieron para recuperar el nivel.
La DGAC cometería un error verdaderamente grave si no va más allá en la investigación, no sólo del accidente aéreo, sino también en las condiciones en las que se está dando la aviación privada.
Para comprobar cómo se usaba este avión quizá bastaría ver las bitácoras de vuelo, pero lamentablemente muchas de ellas no tienen los nombres de los pasajeros que viajan en estas naves.
Más allá, hoy es muy fácil contratar los servicios de este tipo de empresas que caminan en la frontera de la ilegalidad, puesto que entre otras cosas se manejan en dólares en efectivo, los cuales podrían estar vinculadas a la delincuencia organizada.
El accidente del fin de semana pasado sólo abre una ventana hacia un negocio en que la administración de Alejandro Argudín, al frente de la DGAC, no se tiene que quedar en sólo en esta tragedia, sino poner orden en un mercado que ha crecido sin regulación y de una manera sumamente peligrosa.