Aeropuerto reflejo del país
El AICM es, además, un desafío para el sentido olfativo. En algunos de sus baños se perciben olores fétidos y, muy temprano por la mañana, el viento acarrea un insoportable olor a cadáver.
07 de Marzo de 2016
Por razones laborales, viajo mucho en avión. Por tanto, uso con frecuencia el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) donde podemos observar, de primera mano, algunas de las peores realidades de nuestro país.
Por ejemplo, la mala planeación y el uso reiterado de parches. Cuando el presidente Fox suspendió el proyecto de un nuevo aeropuerto, el gobierno construyó la Terminal Dos (T2) a fin de solucionar la saturación de la Terminal Uno (T1). El parche funcionó por un breve tiempo: contar con más puertas de embarque mejoró el bienestar de los pasajeros, quienes antes perdían mucho tiempo trasladándose en “salas móviles” donde se viajaba como sardinas enlatadas a una velocidad de tortuga.
La T2 se inauguró al final del sexenio de Fox y rápidamente volvió a saturarse. Cada vez se hicieron más frecuentes las salidas en aviones estacionados fuera de la terminal a los que había que llegar en unos camioncitos que salían por la infame Puerta 75. Este sitio parecía más un desordenado tianguis callejero.
Estamos supuestamente a cuatro años y medio que se inaugure un nuevo aeropuerto capitalino. Mientras tanto, el actual AICM está ampliando las instalaciones de la caótica Puerta 75. En lo que realizan este nuevo parche, habilitaron la Puerta 74 para los vuelos que salen de la T2, pero que no tienen una puerta de embarque directa. Así que, en lo que construyen el parche, hicieron otro abominable parche: hoy los pasajeros bajan por un pasillo telescópico hasta unas improvisadas carpas donde hay una especie de caballerizas para hacer la fila del autobús.
A pesar de su carísimo precio, el estacionamiento de la T2 a menudo se llena, por lo que se hacen unas enormes filas de automovilistas esperando su turno para parquear sus coches. De esta forma, los pasajeros corren el riesgo de perder su vuelo si tiene la mala suerte de realizar esta faena.
El AICM es, además, un desafío para el sentido olfativo. En algunos de sus baños se perciben olores fétidos y, muy temprano por la mañana, el viento acarrea un insoportable olor a cadáver.
La justicia fallida y los conflictos políticos también están presentes en el AICM. En el antiguo espacio que ocupaba Mexicana de Aviación en la T1, hoy se encuentra un sitio de protesta lleno de cartulinas y mantas de pilotos y sobrecargos que siguen exigiendo una solución a la quiebra de la aerolínea. Tristemente, algunos de sus exempleados, vestidos con sus antiguos uniformes, venden alimentos para sobrevivir en una improvisada tiendita que colocaron en esta zona.
Somos un país que presume con tratar bien a los extranjeros. La realidad es otra. En cuanto llegan a México, los agraviamos. Ya son muchas las veces que llego de un vuelo del extranjero y observo filas larguísimas, de más de dos horas, para que los extranjeros pasen migración. Mientras tanto, los módulos del Instituto Nacional de Migración, dependiente de la Secretaría de Gobernación, están vacíos. Como mexicano, miento madres cuando me hacen lo mismo en un país extranjero.
Para conectar la T1 con la T2, construyeron un trenecito. En una ocasión llegué a la medianoche y no pude tomarlo porque inexplicablemente lo cierran a las 11 pm. Tuve que hacer el viaje en un taxi que me cobró una fortuna. La semana pasada intenté tomar el trenecito más temprano: a las seis de la tarde. A la entrada de la estación, un letrero informaba que no había servicio, pero que habían habilitado un camión gratis para trasladarse a la T2. En un desvencijado autobús viajamos como sardinas enlatadas recordando las “gloriosas” épocas de las “salas móviles”. Me tardé una hora. Alguien en Twitter luego me informó que el trenecito lleva cerrado varios días por “mantenimiento”.
En el actual AICM podemos observar, de primera mano, muchos de nuestros problemas nacionales: saturación, mala planeación, crónicos parches, olores desagradables, irresueltos conflictos políticos, justicia fallida, maltrato a los extranjeros y servicios deficientes. Afortunadamente, el gobierno ya está construyendo uno nuevo. Espero que ahí sí funcionen las cosas como merece este país y no acabemos extrañando al viejo.
Twitter: @leozuckermann