2012-09-11 | Hora de creación: 21:17:30 |
Ultima modificación: 01:07:03
Muchos ciudadanos en el mundo se preguntan para qué queremos un Estado
que hace poco mal y de malas su trabajo. En el caso mexicano es evidente
que estas funciones son aún menos eficientes que en muchos países del
mundo. Para ejemplificar en el caso que a nosotros nos ocupa, las bajas
calificaciones que tiene nuestra aviación en Estados Unidos y en el
mundo así lo muestran.
Recientemente, por ejemplo, la
de aeronáutica civil (DGAC) se dio el lujo de anunciar que los
operadores extranjeros “ya están” contratando pilotos mexicanos. Lo que
no dijeron, claro, es que el veto a estos tripulantes se dio por el
pésimo nivel en el que está conceptuado nuestro país en las auditorías
de la Organización de Aviación Civil (OACI).
Desde 2007 esta organización hizo un detallado informe que puede
consultarse en los récords oficiales, donde México muestra varios puntos
en los que está a niveles de los países más atrasados. Y lo peor es
que, cinco años después, las cosas no han mejorado y eso que los
compromisos que se han firmado en este sentido al interior de OACI van
aumentando los requerimientos de calidad, de modo que varios operadores
prendieron los focos de alarma.
Hacia julio pasado empezaron a cuestionar la contratación de
tripulantes mexicanos, debido a que se piensa (y tiene lógica) que si
las autoridades aeronáuticas no han hecho su chamba, es obvio que
tampoco vigilan que los operadores mexicanos y las de aviación se apeguen a los estándares .
Este asunto que desde luego no preocupa a nuestras autoridades, ocupadas como están en resolver la retirada estrepitosa al
expulsados del poder, sí constituye un duro golpe a los trabajadores
mexicanos de la aviación. Después del modo tan deplorable como se ha
manejado el sector, de la depauperización que han sufrido, sólo les
faltaba que tampoco en el exterior consiguieran trabajo por un asunto
que no cuestiona su propia capacidad, sino la de quienes son
responsables directos de sus males.
En fin, que gracias a la intervención —se dice— del de OACI, ha sido posible solventar esta situación, pero la DGAC, donde despacha un abogado que parece más encargado que ,
terminó colgándose una medalla que está lejos de merecer. Así es esto y
los mismos trucos se pretenden hacer en todos los órdenes, en los mil y
un pendientes que están por resolverse.
El caso de Mexicana se acerca a un
por el estilo. El viernes pasado el titular de la SCT hizo un
señalamiento que si no fuera porque la situación supone ser seria,
parecería parte del guión de la comedia de equivocaciones.
Dijo que “Mexicana es insolvente” (¡caray! Sí que es perspicaz y sabio
nuestro funcionario). Decir esto, equivale a que un doctor que hubiera
cerrado la llave del oxígeno al enfermo terminal, decretara que el
paciente tiene insuficiencia respiratoria.
Sin duda que él cree que los ciudadanos no tenemos memoria y no nos
damos cuenta de que la propia SCT ha cerrado a Mexicana todos sus
caminos de viabilidad, desde el momento mismo en que no hizo su tarea
para vigilar la buena marcha de esa concesión federal y después cuando
no aplicó sus facultades para la requisa cuando Tenedora K bajó de vuelo
a la aerolínea, cuando decidió que PC Capital era el grupo que
capitalizaría a la empresa y después, mientras juega al gato y al ratón
con el permiso de operación que no desea otorgar para que nadie la
capitalice nunca, además de los mil trucos que ha usado para distraer la
atención del verdadero problema: el enjuague con el que un mal
empresario redujo a cero el valor de una empresa para sacar provecho
personal.
Mientras la SCT no mueva un dedo por aclarar las cosas, mientras no
haya un solo requerimiento de las autoridades para deslindar
responsabilidades, mientras la cortina de humo de los señalamientos a
los actores secundarios siga fluyendo, no habrá justicia y este gobierno
será el culpable real del quebranto de Mexicana de Aviación, aunque
enloden el escenario: Molinar, Duarte y Pérez Jácome son responsables y,
desde luego, el actual Presidente.
Ojalá que el nuevo gobierno pueda destrabar este galimatías antes de
que los derrotados que huyen terminen por dinamitar la plaza y
desparecer todas las pruebas que los condenan, tal como sucede en las
guerras.
Aunque quieran presentar lo ocurrido en julio como ganancia, la verdad
es que la derrota del panismo es ostensible y se debe, sobre todo, a
este tipo de triquiñuelas que quieren disfrazar mediáticamente, trátese
de aviación, de telecomunicaciones, de seguridad pública, de empleo o de
crecimiento económico. Al tiempo