10 julio 2012

DE LA COLUMNA DE ROSARIO AVILÉS

La cultura de la mediocridad
Rosario Avilés | Opinión    
2012-07-10 | Hora de creación: 21:36:58 | Ultima modificación: 00:21:02

La primera década del siglo XXI será recordada como el periodo más aciago de la industria del transporte aéreo mexicano. Además de que en el 2010 la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) puso a nuestro país en categoría 2 por considerar deficientes los procedimientos de vigilancia sobre la operación aérea por parte de la autoridad aeronáutica, por estos días es posible que nos llevemos otra sorpresa de similar envergadura, ahora a cargo de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).

Como se sabe, hay una serie de compromisos aprobados en las asambleas de este organismo internacional, con objeto de incrementar los niveles de seguridad de las operaciones en todos los países firmantes, y que van desde la adopción de todos los anexos del convenio, normatividades, estándares y procedimientos, hasta la aceptación de ser auditados por los equipos técnicos de OACI, los cuales verifican que dichos acuerdos se estén cumpliendo.

México siempre se había distinguido por su cuidado y capacidad técnica aeronáutica, al grado de que su liderazgo regional nos permitió tener el Centro de Adiestramiento de Aviación Civil Internacional (CIAAC), auspiciado por OACI, donde se forjaron generaciones enteras de tripulantes y técnicos de la industria de América Latina.

Hoy, sin embargo, en diversos círculos de la industria aérea a nivel global, se está empezando a difundir el hecho de que nuestro sistema de operación aérea ya no está a la altura de los requerimientos de OACI. Las primeras alarmas se prendieron cuando, después del accidente en el que falleció Juan Camilo Mouriño, técnicos de la OACI y de la FAA que participaron en la investigación, encontraron una serie de fallas en los procesos, normatividades y el cumplimiento de estándares en diversas dependencias del sector.

De ahí, las auditorías que estas dos dependencias hacen para verificar que nuestra autoridad aeronáutica cumpla con lo mínimo en materia de seguridad y de ahí que la FAA haya sancionado a nuestro país al imponerle categoría 2, es decir, una degradación que —se supone— se subsanó. No obstante, todo parece indicar que la auditoría que la OACI estaría realizando por estos días ha arrojado malos resultados.

Esto implicaría que todas las empresas del sector (aeropuertos y aerolíneas, sobre todo, pero también las personas, los técnicos y tripulantes que son certificados por la autoridad aeronáutica) estarían bajo la lupa, ya  no sólo en Estados Unidos, sino a nivel mundial.

Existen 8 elementos críticos que la OACI considera esenciales para que un Estado establezca y mantenga en orden un sistema efectivo de vigilancia de la seguridad, que van desde la legislación primaria, el entrenamiento de especialistas, procedimientos e información y funciones de vigilancia, hasta la certificación de licencias, las visitas de inspección y las resoluciones de quejas y alertas de seguridad.

Aparentemente, nuestro país estaría incumpliendo algunos de estos requerimientos y esa sería la razón de que la OACI pusiera a México en estado de vigilancia especial. Ello implicaría que nuestras aerolíneas, servicios aeroportuarios y de tránsito aéreo no tendrían los procedimientos adecuados de operación y vigilancia, y que nuestros técnicos y tripulantes podrían ver obstaculizado el empleo fuera de México debido a que la calidad de sus licencias estaría en duda.

Las repercusiones que tendría este nuevo fracaso de la administración y de esta área específica —a cargo de Felipe Duarte y en la DGAC del abogado Sergio Romero— son todavía inciertas, pero de acuerdo a los protocolos de OACI tendrían que pasar al menos nueve meses antes de que México estuviera en condiciones de volver a aplicar a una auditoría que le permita recuperar su estatus anterior.

La falta de visión y de comprensión del papel del Estado que ha vivido nuestro país en estos años ha generado una cultura de pasividad, del “ahí se va” y, en resumen, de mediocridad, cuyos resultados están a la vista. Muchas aerolíneas que se crearon al amparo de esta pequeña estatura han contribuido a generar el clima de degradación que hoy vivimos.

Todavía está fresco en la memoria de los profesionales de la aviación el berrinche que hicieron las autoridades cuando un ex presidente del Colegio de Pilotos Aviadores firmó un desplegado donde advertía de estas anomalías y sus consecuencias y cómo su empresa contratante, Volaris, decidió sacrificarlo para contentar a los funcionarios que tienen así postrada a nuestra aviación. Entre el servilismo y la conveniencia de corto plazo, esas empresas han contribuido a este resultado. Ojalá que  recapaciten porque tener contratos de protección pareciera un buen negocio pero a largo plazo es la peor inversión

raviles_2@prodigy.net.mx