Empresa
Alberto Barranco
El Universal
Lunes 16 de agosto de 2010
El escándalo en torno a Mexicana de Aviación podría alcanzar más decibeles en los próximos días, de hacerse efectiva la amenaza del segundo socio en importancia de la compañía de demandar a su presidente. Angel Lozada contra Gastón Azcárraga Andrade
El dueño de la cadena de hoteles Intercontinental y ex accionista mayoritario de la cadena de tiendas Gigante, contra el dueño de la cadena de hoteles Posadas y ex presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios.
De hecho, el primer signo de ruptura, gritos y manotazos al calce, se dio en una reunión del Consejo de Administración de la línea aérea, convocada en la emergencia del alud que la colocó en la lona… sin opción de separar de la catástrofe a sus filiales de bajo costo, Click y Link.
La manzana de la discordia surgió al desnudarse que semanas antes de que la firma solicitara un convenio mercantil o procedimiento de quiebra ordenada, Azcárraga había ordenado sacar de la lista de paquetes VTP (viajes todo pagado) a sus hoteles.
Se diría, pues, que el capitán fue el primero en arrojarse al mar.
Pero aún, hete aquí que el costo de éstos recaía en la línea aérea, no en los hoteles.
Como usted sabe, este tipo de paquetes se pactan vía un convenio entre las partes que implica un sacrificio conjunto, es decir tú le bajas un porcentaje a tus tarifas, y yo hago lo propio con las mías.
La ganancia es el volumen.
Sin embargo, hete aquí que mientras Mexicana cumplía a la letra el cometido, los sitios de la familia Posadas dejaban intactos sus costos al público.
Que se friegue, pues, el eslabón más débil.
Por lo pronto, tanto Lozada como Azcárraga enfrentan la exigencia de la Secretaría del Trabajo de diluir su participación accionaria para entregar un paquete a los trabajadores, es decir pilotos, personal de vuelo y personal de tierra.
La cesión sería a cambio de laxar algunas de las cláusulas del Contrato Colectivo de Trabajo, en afán de devolverle viabilidad a la empresa, es decir los trabajadores renuncian a ciertas prestaciones y en paralelo reducen sus prestaciones salariales y aceptan trabajar bajo las reglas de la empresa, lo que implicaría vuelos contínuos, entre otras cosas.
Haga de cuenta que se vende una parte del Contrato Colectivo de Trabajo, en un escenario en que la Suprema Corte perfila una resolución que le da la razón a la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación en su solicitud de amparo frente al ordenamiento de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que le dio luz verde a la empresa para desmantelarlo.
La resolución, como recordará usted, llegó tras interponer la empresa un Conflicto Colectivo de Naturaleza Económica, alegando que las condiciones laborales hacían inviable su sobrevivencia.
Sin embargo, de acuerdo al criterio de la Suprema Corte el equilibrio habría llegado si el sacrificio hubiera sido doble, es decir si en paralelo al recorte de conquistas laborales de los trabajadores se capitalizaba a la empresa.
El grupo Posadas se negó a colocar un centavo más en la mesa, alegando que sería a fondo perdido.
Sin embargo, en contraste con la ruina que exhibió Mexicana ante la Secretaría del Trabajo, meses después había elaborado un prospecto de colocación de papeles de deuda por 250 millones de dólares en que presentaba un escenario diametralmente distinto.
Como usted sabe, el gobierno se negó a avalar una parte de la colocación, por más que la promesa era pagar por adelantado el préstamo de 91.7 millones de pesos otorgado por el Banco Nacional de Comercio Exterior.
El escándalo previo hablaba de rescatar a la empresa.
Lo cierto es que al margen de las grietas entre socios y la necesidad de darle un par de asientos en el Consejo de Administración a los trabajadores, Mexicana de Aviación debe hacer frente a la peor de sus pesadillas.
Estamos hablando de la extinción de su reserva laboral, es decir los fondos que se utilizan para hacer frente a despidos, a indemnizaciones, a retiros anticipados… El dinero era de los trabajadores.
Como lee usted, el callejón está más que estrecho.
Alberto Barranco
El Universal
Lunes 16 de agosto de 2010
El escándalo en torno a Mexicana de Aviación podría alcanzar más decibeles en los próximos días, de hacerse efectiva la amenaza del segundo socio en importancia de la compañía de demandar a su presidente. Angel Lozada contra Gastón Azcárraga Andrade
El dueño de la cadena de hoteles Intercontinental y ex accionista mayoritario de la cadena de tiendas Gigante, contra el dueño de la cadena de hoteles Posadas y ex presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios.
De hecho, el primer signo de ruptura, gritos y manotazos al calce, se dio en una reunión del Consejo de Administración de la línea aérea, convocada en la emergencia del alud que la colocó en la lona… sin opción de separar de la catástrofe a sus filiales de bajo costo, Click y Link.
La manzana de la discordia surgió al desnudarse que semanas antes de que la firma solicitara un convenio mercantil o procedimiento de quiebra ordenada, Azcárraga había ordenado sacar de la lista de paquetes VTP (viajes todo pagado) a sus hoteles.
Se diría, pues, que el capitán fue el primero en arrojarse al mar.
Pero aún, hete aquí que el costo de éstos recaía en la línea aérea, no en los hoteles.
Como usted sabe, este tipo de paquetes se pactan vía un convenio entre las partes que implica un sacrificio conjunto, es decir tú le bajas un porcentaje a tus tarifas, y yo hago lo propio con las mías.
La ganancia es el volumen.
Sin embargo, hete aquí que mientras Mexicana cumplía a la letra el cometido, los sitios de la familia Posadas dejaban intactos sus costos al público.
Que se friegue, pues, el eslabón más débil.
Por lo pronto, tanto Lozada como Azcárraga enfrentan la exigencia de la Secretaría del Trabajo de diluir su participación accionaria para entregar un paquete a los trabajadores, es decir pilotos, personal de vuelo y personal de tierra.
La cesión sería a cambio de laxar algunas de las cláusulas del Contrato Colectivo de Trabajo, en afán de devolverle viabilidad a la empresa, es decir los trabajadores renuncian a ciertas prestaciones y en paralelo reducen sus prestaciones salariales y aceptan trabajar bajo las reglas de la empresa, lo que implicaría vuelos contínuos, entre otras cosas.
Haga de cuenta que se vende una parte del Contrato Colectivo de Trabajo, en un escenario en que la Suprema Corte perfila una resolución que le da la razón a la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación en su solicitud de amparo frente al ordenamiento de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que le dio luz verde a la empresa para desmantelarlo.
La resolución, como recordará usted, llegó tras interponer la empresa un Conflicto Colectivo de Naturaleza Económica, alegando que las condiciones laborales hacían inviable su sobrevivencia.
Sin embargo, de acuerdo al criterio de la Suprema Corte el equilibrio habría llegado si el sacrificio hubiera sido doble, es decir si en paralelo al recorte de conquistas laborales de los trabajadores se capitalizaba a la empresa.
El grupo Posadas se negó a colocar un centavo más en la mesa, alegando que sería a fondo perdido.
Sin embargo, en contraste con la ruina que exhibió Mexicana ante la Secretaría del Trabajo, meses después había elaborado un prospecto de colocación de papeles de deuda por 250 millones de dólares en que presentaba un escenario diametralmente distinto.
Como usted sabe, el gobierno se negó a avalar una parte de la colocación, por más que la promesa era pagar por adelantado el préstamo de 91.7 millones de pesos otorgado por el Banco Nacional de Comercio Exterior.
El escándalo previo hablaba de rescatar a la empresa.
Lo cierto es que al margen de las grietas entre socios y la necesidad de darle un par de asientos en el Consejo de Administración a los trabajadores, Mexicana de Aviación debe hacer frente a la peor de sus pesadillas.
Estamos hablando de la extinción de su reserva laboral, es decir los fondos que se utilizan para hacer frente a despidos, a indemnizaciones, a retiros anticipados… El dinero era de los trabajadores.
Como lee usted, el callejón está más que estrecho.