Despegues y aterrizajes(Rosario Avilés )
¿Qué tan bajo es el bajo costo?Martes 14 de Julio, 2009
Recientemente la aerolínea de origen irlandés RyanAir sorprendió a todos cuando propuso un nuevo modelo de avión, donde los pasajeros viajarían casi de pie. Una especie de galerón repleto de filas de asientos verticales, donde los viajeros sólo se sostuvieran con cinturones de seguridad, lo que permitiría mayor capacidad dentro de un fuselaje del tamaño de un Boeing 737. Desde luego que la armadora estadunidense se apresuró a decir que no construiría semejante aparato y todo quedó en un mal chiste.
Sin embargo, esta aerolínea, así como la europea Easy Jet y la estadunidense Southwest, no deja de asombrar a todos y de provocar la envidia de los operadores aéreos de todo el mundo, vistas las innovaciones que han introducido y que hoy provocan que muchos pasajeros se pregunten si las tarifas que pagan en las líneas tradicionales realmente valen la pena.
No obstante, la verdad es que los viajantes que suelen recurrir a estas aerolíneas saben muy bien que eso del bajo costo es sólo una condición que puede ser encontrada en estas empresas, pero que no necesariamente se cumple siempre. Un kilo de más (incluso si hablamos de la figura personal) puede costar demasiado caro. No digamos una maleta extra, un cambio de itinerario, una concesión para abordar rápidamente y tratar de elegir un asiento más o menos potable.
Y ya a bordo, cualquier cosa, hasta un vaso de agua y, en el absurdo, en RyanAir hasta el acceso a los toilettes, pueden ser bastante costosos (una libra y 60 peniques —unos 32 pesos— por ejemplo, cada vez que alguien requiera utilizar los servicios sanitarios). Ello sin contar con que no siempre las tarifas son tan bajas como se cree, o no iguales para todos, como suele ocurrir en la aviación tradicional. Es decir, al fin y al cabo las cosas toman su nivel siempre.
Los estadunidenses suelen decir que no hay almuerzos gratis y tienen razón. No los hay, pero hay almuerzos más caros que otros. Y no nos referimos a la tarifa que paga un pasajero, sino a cosas de mayor fondo y que, incluso, pueden ser críticas.
Todo el mundo se deshizo en elogios y admiración hacia Chesley Sullenberger, para más señas el comandante del vuelo 1549 de USAirways que el pasado 15 de enero condujo a la aeronave —cuyos dos motores habían sido golpeados por aves— a un acuatizaje perfecto en el Río Hudson, donde fue posible salvar a todos los pasajeros y tripulantes en una rápida y bien ejecutada maniobra.
Claro, el señor comandante tenía suficiente experiencia y horas de vuelo como para saber qué hacer y en qué momento. En algún lapso de su vida vio a su comandante tomar decisiones y aplicar su sentido común en miles de maniobras que, aunque estén descritas en los manuales, son más de vivencia que de libro, y eso es aprender y luego actuar.
Recientemente, los pilotos de British Airways comentaban que la obsesión de los operadores por bajar los costos laborales tiene un trasfondo poco percibido. La aviación se convertirá en una profesión "de paso", como trabajar en McDonald's, que es algo que algunos estudiantes hacen mientras terminan sus estudios y se dedican a lo suyo, porque los bajos salarios, el escaso reconocimiento de ese trabajo y la poca movilidad dentro del negocio no permiten pensar en eso como una profesión a largo plazo.
El resultado será que no habrá ni pilotos ni sobrecargos (que son auxiliares de seguridad a bordo) experimentados, por lo que la industria y, sobre todo, los pasajeros, habrán perdido su pasaporte a niveles de mayor seguridad y confiabilidad porque la experiencia no se improvisa. Así de simple.
Pero como los amantes del bajo costo aman lo barato, quizás tendremos eso en adelante: una industria barata que, a la larga, como todo, nos costará cara. Lo oí en 123.45: Por vacaciones, esta columna sale del aire hasta el 4 de agosto
¿Qué tan bajo es el bajo costo?Martes 14 de Julio, 2009
Recientemente la aerolínea de origen irlandés RyanAir sorprendió a todos cuando propuso un nuevo modelo de avión, donde los pasajeros viajarían casi de pie. Una especie de galerón repleto de filas de asientos verticales, donde los viajeros sólo se sostuvieran con cinturones de seguridad, lo que permitiría mayor capacidad dentro de un fuselaje del tamaño de un Boeing 737. Desde luego que la armadora estadunidense se apresuró a decir que no construiría semejante aparato y todo quedó en un mal chiste.
Sin embargo, esta aerolínea, así como la europea Easy Jet y la estadunidense Southwest, no deja de asombrar a todos y de provocar la envidia de los operadores aéreos de todo el mundo, vistas las innovaciones que han introducido y que hoy provocan que muchos pasajeros se pregunten si las tarifas que pagan en las líneas tradicionales realmente valen la pena.
No obstante, la verdad es que los viajantes que suelen recurrir a estas aerolíneas saben muy bien que eso del bajo costo es sólo una condición que puede ser encontrada en estas empresas, pero que no necesariamente se cumple siempre. Un kilo de más (incluso si hablamos de la figura personal) puede costar demasiado caro. No digamos una maleta extra, un cambio de itinerario, una concesión para abordar rápidamente y tratar de elegir un asiento más o menos potable.
Y ya a bordo, cualquier cosa, hasta un vaso de agua y, en el absurdo, en RyanAir hasta el acceso a los toilettes, pueden ser bastante costosos (una libra y 60 peniques —unos 32 pesos— por ejemplo, cada vez que alguien requiera utilizar los servicios sanitarios). Ello sin contar con que no siempre las tarifas son tan bajas como se cree, o no iguales para todos, como suele ocurrir en la aviación tradicional. Es decir, al fin y al cabo las cosas toman su nivel siempre.
Los estadunidenses suelen decir que no hay almuerzos gratis y tienen razón. No los hay, pero hay almuerzos más caros que otros. Y no nos referimos a la tarifa que paga un pasajero, sino a cosas de mayor fondo y que, incluso, pueden ser críticas.
Todo el mundo se deshizo en elogios y admiración hacia Chesley Sullenberger, para más señas el comandante del vuelo 1549 de USAirways que el pasado 15 de enero condujo a la aeronave —cuyos dos motores habían sido golpeados por aves— a un acuatizaje perfecto en el Río Hudson, donde fue posible salvar a todos los pasajeros y tripulantes en una rápida y bien ejecutada maniobra.
Claro, el señor comandante tenía suficiente experiencia y horas de vuelo como para saber qué hacer y en qué momento. En algún lapso de su vida vio a su comandante tomar decisiones y aplicar su sentido común en miles de maniobras que, aunque estén descritas en los manuales, son más de vivencia que de libro, y eso es aprender y luego actuar.
Recientemente, los pilotos de British Airways comentaban que la obsesión de los operadores por bajar los costos laborales tiene un trasfondo poco percibido. La aviación se convertirá en una profesión "de paso", como trabajar en McDonald's, que es algo que algunos estudiantes hacen mientras terminan sus estudios y se dedican a lo suyo, porque los bajos salarios, el escaso reconocimiento de ese trabajo y la poca movilidad dentro del negocio no permiten pensar en eso como una profesión a largo plazo.
El resultado será que no habrá ni pilotos ni sobrecargos (que son auxiliares de seguridad a bordo) experimentados, por lo que la industria y, sobre todo, los pasajeros, habrán perdido su pasaporte a niveles de mayor seguridad y confiabilidad porque la experiencia no se improvisa. Así de simple.
Pero como los amantes del bajo costo aman lo barato, quizás tendremos eso en adelante: una industria barata que, a la larga, como todo, nos costará cara. Lo oí en 123.45: Por vacaciones, esta columna sale del aire hasta el 4 de agosto