Un
poco de historia
¿Qué
es el tiempo? ¿acaso es el mero paso de las horas?, ¿es lo que marca nuestro transitar
por esta vida? Se conoce como tiempo a la duración de las cosas sujetas al
cambio que determinan las épocas, períodos, horas, días, semanas, siglos,
etcétera. La palabra procede del latín “tempus”, y es un convencionalismo
social que su unidad de medida es el segundo.
Yo, como
amante de la historia, me intereso en hablar de eventos pasados, pero sobre
todo registrar los acontecimientos que se suscitan día a día, para no caer en
las garras del olvido colectivo. “Flaca es la memoria” es una frase que me
gusta decirles a mis allegados cuando dejamos que el paso del tiempo borre nuestra
propia historia.
Y al
parecer eso sucede con la historia ligada a la Asociación Sindical de
Sobrecargos de Aviación de México, mejor conocida simplemente como ASSA. Hoy
hablaré de ese mítico lugar, el único autorizado para dar el visto bueno antes
de poder firmar nuestra planta con la aerolínea a la que habíamos aplicado.
Nuestro
sindicato vio la luz en 1960, y a pesar de ser un gremio mayoritariamente
femenino, en toda su historia sólo ha tenido tres mujeres como Secretarias
Generales. Tengan cuidado si buscan información directamente en la página web de
ASSA. Diré que es una vergüenza que ni siquiera el nombre de una de ellas puedan
escribir de manera correcta.
Para los
“recién” agremiados al sindicato, o quienes tengan menos de 9 años de serlo, el
único Secretario General que conocen es Ricardo Del Valle Solares. Es un hecho
irrebatible que no tienen referentes históricos que les permitan realizar una
comparación y comprobar si el actual, ha sido el mejor representante sindical que
ha tenido ASSA. Por ello hoy los conmino a que me acompañen en esta rápida mención
de algunos de los Secretarios Generales que ha tenido la Asociación Sindical de
Sobrecargos de Aviación de México. Lamentablemente no puedo mencionar a todos porque
no existe un acervo histórico y documental dentro del sindicato que nos ayude a
recordarlos. Hablaré pues, básicamente de las gestiones que me ha tocado ver durante
los 22 años que tengo de ser agremiada.
Con
algunos de los nombrados no me tocó interactuar en tiempo y espacio, pero puedo
afirmar que fueron Secretarios Generales que pasaron por ASSA de México: Jorge
Díaz, Carlos Larios, Alejandro Díaz, Eduardo Eguiza, Jorge Correa, Patricia
Esnarriaga, Alejandra Barrales, Arturo Aragón, Francisco Villarreal, Lizette Clavel
y finalmente, Ricardo Del Valle.
Antes
de entrar de lleno al desglose de los puntos positivos y negativos de sus
gestiones, vuelvo al punto nada menor y que ustedes mismos pueden comprobar, de
la poca presencia del género femenino en la Secretaría General, a pesar de que
el gremio siempre ha estado integrado por una planta mayoritariamente de
mujeres. No creo que sea casualidad. Pensemos que corre el año de 1988. En
julio de ese año a la Secretaría de
Gobernación (responsable de las elecciones presidenciales) “se le cayó el
sistema” y no hubo manera de saber si era la primera vez que el Partido
Revolucionario Institucional perdía una elección.
Unos
meses después quebraría “Aeronaves de México”, nombre original de Aeroméxico, y
en 1989 se daría “la Perestroika” de Mexicana de Aviación, como se le llamó al reajuste
de personal basado en expedientes. En ese momento las dos aerolíneas más
grandes del país eran parte del Estado. De manera concomitante, en medio de
este río revuelto, llega por primera vez una mujer al cargo de Secretaria
General de la ASSA, Patricia Esnarriaga, que después se vio envuelta en una
acusación de fraude supuestamente cometido durante su gestión. Los testimonios
son variados y divergentes, algunos dicen que fue una trampa para sacarla de un
“juego de hombres”, y otros opinan totalmente lo contrario.
Poco
tiempo después, se empezó a gestar dentro de la planta de sobrecargos un
movimiento de renovación sindical, llamado “MURS” (Movimiento Unido de Renovación Sindical), pues a la representación sindical la integraba una
mayoría de sobrecargos antiguos de Mexicana de Aviación, y los sobrecargos
jóvenes no se sentían representados por estos compañeros. Estos tuvieron un
acercamiento con Hernández Juárez, líder de los telefonistas, quien terminó
apadrinando de manera política a la que dentro de algunos años sería la segunda
mujer en ocupar la Secretaría General.
No hay
plazos que no se cumplan, así es que los sobrecargos esperaron pacientemente
organizados. Su movimiento aprovechó el “olvido” del entonces Secretario
General Eduardo Eguiza, quien no ratificó el emplazamiento a huelga de los
sobrecargos de Mexicana. Ese error acarreó su destitución, dando paso franco a la
llegada de Alejandra Barrales, quien para ese entonces ya había ocupado un
cargo dentro del Comité Ejecutivo, como Secretaria de Prensa, lo que aprovechó
para sentar las bases para una buena relación con los medios de comunicación.
Hábil
oradora, sabía manejar a la asamblea y podemos decir que su primera gestión fue
bastante exitosa. Lo malo viene cuando el poder engolosina y la ambición de
continuar al frente del sindicato se hace más grande. Alejandra Barrales
consiguió la reforma del estatuto para poder permanecer “un periodo más”, esto
es, un total de seis años de gestión en
el mismo cargo. Así llegó al final de la segunda gestión, ya no tan exitosa
como la primera, y parecía no estar satisfecha. Empezó a buscar entonces la
reforma estatutaria para poder lanzarse como candidata una tercera ocasión,
pero no puso todos los huevos en una sola canasta. De manera paralela, y animada
por su padrino Hernández Juárez, exploró la posibilidad de “brincar” a la
política.
En
este nuevo periplo, “La Negra”, como la llaman sus más cercanos, tocó a las
puertas de Rosario Robles, entonces Jefa de Gobierno del D.F., una vez que
Cuauhtémoc Cárdenas se había ido a buscar la presidencia de la República,
abanderado por el Partido de la Revolución Democrática. Rosario Robles, que no
olvidaba el origen de su carrera política en las huestes del Sindicato de la
UNAM, le aconsejó a Barrales que para poder aspirar a una diputación federal
necesitaba llevar a cabo alguna obra social. Una Guardería de Sobrecargos sería
una excelente idea. Hemos de recordar dos eventos claves: Uno, la guardería que
se materializó con dinero de los sobrecargos agremiados, nunca funcionó, pues
incluso antes de su construcción, ya había una negativa expresa por parte del Instituto
Mexicano del Seguro Social para operar; y dos, el fraude en el Seguro de Vida
de los sobrecargos, en el que no solo se intentó ocultar los dividendos de la
póliza. Aunque la responsabilidad recayó totalmente en el agente de seguros
(Broker) de Inbursa, nunca se investigó que dicho personaje había abierto cuentas
bancarias en Bancomer con documentación y firmas que solamente podían salir del
sindicato.
Las
piezas y los tiempos sindicales no se estaban dando para los fines de Barrales.
Aunque buscó la reforma estatuaria para lanzarse por tercera vez como
candidata, nunca consiguió los votos necesarios. Al ver truncados sus sueños de
continuar al frente de la asociación sindical, acomodó piezas clave, en puntos
estratégicos dentro del sindicato, para que le cubrieran las espaldas. La candidata
a la Secretaría General, por ejemplo, fue su amiga Leticia Varela, personaje
involucrado en las irregularidades antes mencionadas
Sin
embargo, una planta de sobrecargos crítica, activa y participativa, votó por el
candidato de la oposición, y Arturo Aragón Sosa arrasó en las elecciones
sindicales. Este personaje, sobrecargo de Mexicana de Aviación, es de los pocos
representantes sindicales que no quiso usar al sindicato como trampolín
político; compañero afable, tranquilo, y
muy zen; tan zen que me desesperaba, pues todo lo tomaba con calma chicha. Su
gestión fue muy tranquila, sin sobresaltos, con ganancias en los contratos
colectivos que no eran nada del otro mundo. No obstante la gente de Alejandra
Barrales que quedaba en la representación sindical, le hizo la vida de
cuadritos. Arturo concluyó su vida laboral, se jubiló bajo el esquema de pago
único y hoy, puedo afirmarlo, es un hombre muy feliz.
Después
de Aragón, vino Francisco Villarreal, a quien yo designé como “mi némesis” y lo
apodé “tío Villis”. Durante la segunda y última gestión de Alejandra Barrales estuvo
a cargo del Centro de Estudios; compitió para ser Secretario de Trabajo, pero
perdió ante Sergio Loza, uno de los fundadores del MURS, que por diferencias
políticas con Alejandra, tomó su propio camino.
No hay
duda, en ese momento el sindicato estaba dividido en dos corrientes: los “barralistas”,
que respaldaban a Francisco y los “lozistas”. Alejandra movía hilos para en
algún momento recuperar el poder, pero en primera instancia para impedir el
avance de las investigaciones efectuadas bajo la gestión de Arturo Aragón,
donde se destapó el fraude de la guardería y los Seguros de Vida. La batalla
legal había alcanzado tales dimensiones que Alejandra demandó penalmente a
Arturo. El horno no estaba para bollos, así que Barrales requería una mano
amiga que apagara los fuegos al interior del sindicato.
Esa
era la función del nuevo Secretario General Francisco Villarreal, mejor
conocido en la planta de Mexicana como el Príncipe Machabelli. Su estatura
física era tan alta como su inteligencia, y la mejor de sus armas, la oratoria.
Se había aprendido de memoria el estatuto y podía citar los artículos y su
contenido como si fuera esgrima intelectual. Disfruté todos los debates
entablados con este ilustre personaje. Con él trabajé directamente como
Secretaria de Actas del Sindicato, a diferencia de Arturo Aragón, con quien
solo estuve como adjunta en su último año de gestión.
Yo
había llegado al Sindicato gracias a los votos de gente contraria a Villarreal.
En aquel momento pensé que como Secretario General no iba a pedir mi bajada de
vuelo, y que mi gestión sindical me la pasaría volando, pero no fue así. Este hombre
inteligente y maquiavélico sabía cuándo aflojar la cuerda para no tensarla
demasiado. Pragmático, antes que sectario, en alguna ocasión me pidió apoyo para
que difundiera en mi blog una circular del sindicato. El objetivo era informar
a los sobrecargos, y en ese momento el blog era lo más parecido a las redes
sociales.
La de
Villarreal fue una gestión que le exigió temple y carácter. Le toca estar al
frente de la ASSA cuando Mexicana de Aviación es desincorporada de Cintra, y es
vendida a Grupo Posadas. Misma época en que Leticia Varela queda como
Secretaria Tesorera. Él recibe la demanda por Conflicto Colectivo de Naturaleza
Económica de AMX contra sus sobrecargos. Él estuvo a la altura de la
investidura de ser el líder de ASSA, y brindó sin chistar el apoyo necesario a “la
contra” de ese entonces para salir en unidad con un amparo colectivo, después
de que la de la voz y un grupo de sobrecargos nos amparamos de forma individual
de dicha demanda.
La
terminar su gestión, Villarreal regresó a volar, y buscó retirarse cuando consiguió
trabajo como asesor en Aeroméxico. Lo recuerdo bien, era el 9 de agosto de 2010
cuando la Secretaría General recibió su solicitud de retiro. Solo 19 días más
tarde nos bajarían de vuelo, para no regresar a volar hasta el día de hoy, y
contando.
Villarreal,
al igual que Arturo Aragón, hizo oídos sordos a los cantos de reelección que
emitían las sirenas. Ambos prefirieron regresar a la línea a volar. Así llegamos
al caso de la tercera mujer en ASSA como Secretaria General. No es cosa menor
que ese Comité Ejecutivo, por primera vez en el sindicato, estuvo integrado
mayoritariamente por mujeres. Lizette Clavel a la cabeza como Secretaria
General, Pilar Manrique como Secretaria del Trabajo, Margarita Doshner como
Secretaria de Conflictos, María del Ca como Secretaria de Previsión Social, Alejandra
Lara como Secretaria de Relaciones, Ximena Garmendia, o sea yo, como Secretaria
de Actas y Wendy Perea como Secretaria Tesorera. Solo los cargos de Secretario
del Interior, Secretario de Cultura y
Deportes y Secretario de Prensa, estaban ocupadas por hombres.
Sí, trabajar
ahí era la locura, pero al mismo tiempo, era un ejercicio de democracia en todo
su esplendor; en las discusiones de las juntas de comité cada quien planteaba
su postura, tejía alianzas y al final, con todo y nuestras diferencias podíamos
salir en unidad en pro de los trabajadores. Pero hay que decirlo, nos tocó la
peor época, Lizette recibió la Secretaría General con una espada de Damocles
sobre nuestras cabezas llamada demanda por Conflicto Colectivo de Naturaleza
Económica, por parte de Mexicana de Aviación; por si fuera poco, estaba el
fantasma amenzante de otra demanda del mismo tipo, pero ahora por parte de
Aeroméxico; sumen la pandemia por AH1N1, y la división interna del sindicato derivada
de una pésima destitución que nos llevó a quedarnos sin Toma de Nota a una
tercera parte de los representantes sindicales.
Estuvimos
con una parálisis económica al interior del sindicato por espacio de 6 meses, o
un poco más, y es que para sacar dinero de las cuentas de la asociación, se
requieren las firmas mancomunadas del Secretario General y del Secretario
Tesorero. Ideológicamente divididos en dos bandos, todo era complicado; Wendy
no quería firmar si firmaba Clavel, porque esta última estaba “destituida”,
pero para el banco ella seguía siendo la titular junto con la tesorera, así que
estábamos enredamos en estos menesteres, y todos los mencionados antes, cuando en
Mexicana llegó la “amenaza” de Gastón Azcárraga de quebrarla si no aceptábamos
sus nuevas condiciones; nos agarró a toda la representación sindical, con los
dedos en la puerta.
Estábamos
sin Toma de Nota, colapsados económicamente y en cuanto bajaron de vuelo a
Mexicana, creímos que era el fin del sindicato, pues se dejaron de percibir la
mitad de los ingresos. Era la hora de serias decisiones: ¿nos pagamos los
emolumentos o les pagamos a los trabajadores del sindicato?, siempre tratamos
de que los trabajadores al servicio del sindicato no salieran perjudicados.
Nadie me lo cuenta, yo estuve ahí.
En
medio del caos, tuvimos que salir a una desgastante Reforma Estatutaria, que
nos costó casi dos meses. Yo me enfermé de AH1N1 y me sacaron enferma de mi
casa para poder “abrir” la asamblea de votación. Se trataba de una reforma que
nos permitiría salir a elecciones para renovar no uno, sino dos tercios del
sindicato. Sí, en esas elecciones, por un margen de 68 votos de diferencia,
Ricardo Del Valle ganó como Secretario General.
Del
Valle Solares no ha dudado en culpar a “pasadas administraciones”, en especial
la encabezada por Lizette Clavel, de ser más mala que la carne de puerco en
cuaresma, y que todo lo negativo es obra de ella. Cuando Ricardo utiliza esta
frase de “las pasadas administraciones” yo me pregunto ¿acaso olvida que las
tres pasadas administraciones son las él? ¿o es que considera que del 2011 a la
fecha se cuenta como “una sola” administración? Por si ya se le olvidó contar,
le recuerdo: esta es su cuarta gestión.
No
olvidemos la historia, porque quien la olvida está condenado a repetirla; hace
mucho ASSA era un gran sindicato democrático y ejemplo a seguir. Me queda claro
que a pesar de ser un gremio mayoritariamente femenino, las compañeras
prefieren impulsar hombres en cargos claves. Me queda claro que jamás se
percataron que a pesar de todos los inconvenientes y presiones externas, bajo
la última gestión democrática los sobrecargos eran libres de expresarse sin
recibir represalia alguna, nunca hubo amenazas ni chantajes. En ningún momento
se les pidió actuar en contra de su libre albedrío.
Dicen
que para conocer “a los mejores”, también hay que conocer “a los peores”. No
tienen que buscar ejemplos en otros sindicatos. ASSA tiene mucha historia de la
que se puede echar mano. Yo solamente les dejé algunos de los ejemplos más
recientes.
Invito
a los actuales agremiados a que no tengan miedo, y que con imparcialidad y
libertad evalúen a su actual representación. Ellos no deben enojarse si lo
hacen, es una parte fundamental de todo gremio democrático. Si no soportan que
su planta observe y critique su diario actuar, entonces seguramente no son las
personas indicadas para estar en el frente de batalla.
Ximena Garmendia
11 de octubre 2020