¿Cómo
afecta la corrupción a la aviación? (Parte 2)
Antes de continuar mi columna de
la semana pasada, quiero y ser clara y precisa en el sentido de que no le
corresponde a esta columna arrogarse atribuciones de agente investigador, mucho
menos de Ministerio Público o de Fiscalía Especializada. Estoy convencida de
que ese monopolio lo tiene el Estado, y de que así debe ser. Lo que sí pretendo
con este texto, es invitar a mis amables lectores a profundizar un poco más en
la pregunta que le da título, y sobre todo desde el siguiente planteamiento: ¿A
mí, el usuario de una línea aérea, ¿me afecta la corrupción que impera en la
aviación mexicana? Y es que, desgraciadamente, la del ramo aeronáutico parece
tener raíces muy profundas; es en el caso de los sobrecargos, en los que hoy me
enfocaré.
Sexenios van y vienen, y entre
la burocratización de las dependencias oficiales y los tripulantes sin
escrúpulos, se ha creado un amasiato que se antoja difícil disolver. No estoy
descubriendo “un hilo negro”, es por todos conocidos que existen compañeros que
no deberían tener licencia para volar.
En Medicina de Aviación, hay
una red de doctores que permiten ser comprados y entregar exámenes con “hermosos”
APTOS para volar, que si fueran realmente rigurosos y nada corruptos, serían
negados y estos compañeros sobrecargos no estarían dando servicio a bordo de un
avión. Pongo solo un ejemplo, aclarando que tristemente son muchos más los
casos.
Por razones de privacidad,
porque tampoco es correcto ni ético hacer leña del árbol caído, solo pondré las
iniciales de esta persona de sexo femenino. S.C.F. canceló su licencia de
sobrecargo, alegando un problema en la columna. Hace más de diez años consiguió
una pensión por incapacidad permanente por parte de IMSS por dicha lesión. Lo
anterior no sería nada extraño, pues es un riesgo que se corre al volar y son relativamente
frecuentes los daños a la columna, y que compañeros se lastimen. Hasta ahí todo
normal.
Pero ¿qué pensarían sí S.C.F. recuperara
la salud de su columna y con ella su licencia de sobrecargo, ambas de manera casi
“mágica o milagrosa”?. Esta compañera sanó completamente, y ahora además de
volar, dedica sus ratos de ocio a correr maratones.
Con este ejemplo sólo expongo
una parte pequeñita de los casos de asistentes de vuelo que han recuperado sus
licencias después de haberlas perdido de por vida, ya sea por problemas de
salud, por depresiones severas, o por problemas de adicciones.
Puesto así, estimados lectores
y usuarios de las aerolíneas, es más que claro el tamaño de las repercusiones a
las que ustedes quedan expuestos: a tripulantes con serias dependencias
farmacológicas, inestables mentalmente, y que a todas luces ponen en riesgo la operación
y seguridad de los vuelos.
Con más optimismo que otra
cosa, hago votos por que la recién creada Agencia Federal de Aviación Civil
(AFAC por sus iniciales), al mando del Capitán Gonzalo Carrasco, corrija todas
las irregularidades que hay en Medicina de Aviación, y dejen de dar “Aptos” a
personal no calificado.
Sin embargo existe un tema más
escabroso, en el que el optimismo no es suficiente. En la aviación existe el dicho
“entre gitanos, no nos leemos las manos”, y es que este gremio es muy pequeño y
todos nos conocemos. Sabemos que existe otro tipo de “corrupción” más delicada,
porque involucra un tema por sí solo espinoso. Sirva lo siguiente de semblanza,
pues en su momento ha sido documentado por diferentes medios de comunicación, y
en consecuencia, ha sido del conocimiento de las autoridades responsables.
Empresa y agencias
ministeriales federales saben que el narcotráfico ha extendido sus brazos hasta
algunos tripulantes. Es por ellos conocido que existe en Aeroméxico un llamado “cártel
del galley”, dedicado al tráfico de estupefacientes. Algunos de ellos también
trafican con armas y las notas periodísticas que lo respaldan no son pocas.
Entre los sobrecargos es un secreto a voces y saben perfectamente quiénes son
los que se dedican a ello. Para muestra, dejo algunos links al respecto. Aunque
diferente, es otro tipo de corrupción igualmente peligrosa, que al final puede
pasar facturas, desde inocuos retrasos o cancelaciones de vuelos, hasta involucrar
a personas inocentes con intercambio de maletas con sustancias prohibidas, o
incluso violentos “ajustes de cuentas” en cualquiera de nuestros aeropuertos.
Otro tipo de corrupción, abyecto
y desagradable, son los sobrecargos amantes de lo ajeno; especímenes que se
dedican a bolsear a los pasajeros durante el vuelo.
Como usuarios del servicio,
una de las principales y más grandes exigencias debería de ser la seguridad,
que los tripulantes sean aptos para volar, que no tengan “malas mañas”. Entre
más rigurosos sean los filtros para ingresar a una línea aérea, y los procesos
de evaluación sean efectivos, periódicos y permanentes, el ambiente laboral
interno será más sano, pulcro y seguro. Para nuestra desgracia, en el caso de
la empresa bandera y casi monopólica de nuestro país, Aeroméxico, esto parece
no importarle mucho.
Llenando sus filas de
sobrecargos con licencias de dudosa procedencia, sin hacer una evaluación
correcta de sus perfiles, haciéndose de la vista gorda con las anomalías
suscitadas en Medicina de Aviación, y relajando hasta extremos criticables los
protocolos de evaluación y adiestramiento de su personal los focos de emergencia
se ponen al rojo vivo. Sí, trabajadores de estas características aceptarán sin
chistar salarios menguados y precarias condiciones de trabajo, lo que se
traduce automáticamente en ahorros y mayor margen de ganancia para la empresa.
Teóricamente, la función de la
Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA) es evitar tales
atropellos e irregularidades, pero hoy por hoy, eso no sucede. Mientras le
generen ahorros a la empresa, este tipo de trabajadores seguirán siendo arropados
por el líder sindical, Ricardo Del Valle, que sabe perfectamente, quién es quién
en la aviación. Y es que si el sindicato y su líder es corrupto, sus agremiados
también lo son, al solaparse unos a otros en aras de una enferma, distorsionada
y corrupta “solidaridad”.
No hay manera de tapar el sol
con un dedo. La corrupción no solo afecta a la aviación… la carcome.
Ximena Garmendia
22 de febrero 2020
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