24 marzo 2017

Cartas anónimas...

Cartas anónimas...

Imagen de Francisco M. McGregor
Piloto comercial por 44 años y 26 mil horas de vuelo trabajando para Aeromexico, Turkish Airlines y JETAirways.
Asesor, instructor y evaluador por 14 años en DC-9, MD, B-757/767 200-300 y B-777 200/300ER.
Miembro de ASPA de México y del Colegio de Pilotos Aviadores de México. Diplomado en Factores humanos, CRM ( Administración de recursos de cabina) investigación de accidentes de Aviación , CEFIT ( accidentes durante vuelo controlado) Marco Jurídico del piloto al mando y Procedimientos terminales y Técnicas de negociación.
En los últimos días, algunos pilotos de Volaris han recurrido a las redes sociales para quejarse amargamente del mal trato laboral y denunciar las amenazas latentes de seguridad de las cuales han sido víctimas. Por su parte, la administración de esta aerolínea también ha tenido turbulentas trifulcas internas intercambiadas entre los miembros del cuerpo administrativo.
Este tipo de asuntos no son nuevos y es de carácter público propagar las formas en las que algunas empresas en México "exprimen" exhaustivamente a sus trabajadores bajo los preceptos de la bendita productividad. Frecuentemente, los jefes desdeñan los aspectos de seguridad y salud de los trabajadores debido a que estos se guían religiosamente por la política administrativa y operativa de una aerolínea.
Me cuesta trabajo comprender la mentalidad de los empresarios y directores de las empresas aéreas mexicanas que, en aras de incrementar esa famosa productividad y mejorar sus estados financieros, atentan directamente contra la integridad de los trabajadores que forman parte de la compañía. Es común, escuchar a los pilotos hablar sobre el establecimiento de una política laboral de "más trabajo y menores salarios".
Desafortunadamente, el alcance de este tipo de políticas no termina ahí. La presencia del maltrato laboral dentro de una aerolínea se extiende incluso desde que los nuevos miembros de la empresa inician su proceso de contratación.
En fin, la gama de tópicos que han agobiado a los pilotos se han plasmado en algunas de sus cartas donde muestran una extensa trayectoria de descontento, cansancio y frustración con el cuerpo administrativo. Lo peor de esto es que muchos pilotos cargan estas tensiones laborales cuando tienen que tomar el mando de sus aeronaves. Estas son cuestiones importantes que la plana mayor de la compañía debe considerar por el posible riesgo de seguridad que pudieran afectar directamente la operación y el rendimiento de los pilotos.

La combinación de la infelicidad, el descontento, la desesperación, la frustración y la fatiga son un peligroso cóctel que no debe de ignorarse, especialmente en el caso de las aerolíneas quienes se hacen responsable de la seguridad de miles de personas diariamente.

Tomando lo anterior en cuenta, los ejecutivos administrativos deben modificar su modus operandis para que se hagan conscientes de que ellos son tan responsables del bienestar y el cuidado de la seguridad de los pasajeros al mismo nivel que los propios pilotos. En sí, ellos son los arquitectos de la política aérea a la que se deben acoplar los pilotos y por ende un gran grado de responsabilidad recae en ellos. Los pasajeros les confían sus vidas tanto a la tripulación del avión como a la junta de ejecutivos de las aerolíneas. Estos últimos deben tomar las acciones necesarias que garanticen esa seguridad por encima de sacar ganancias al propiciar condiciones laborales más precarias.
Por mi cuenta, creo que las cartas anónimas no funcionan y que solo sirven para descargar la frustración de sus autores.
Por otra parte, habría que decir que no basta con que los pilotos salgan a redactar escritos anónimos y mostrar descontento, ni tampoco deben echarle toda la culpa a los administradores e imputarlos con cargos de terrorismo laboral y exceso de trabajo. Después de todo, una gran cantidad de pilotos prefieren aceptar su entorno, soportarlo y sobrellevarlo. No son capaces de tomar una decisión COLECTIVA que dignifique su trabajo, su profesión y a sí mismos. Si existiera este tipo de unión entre pilotos, a cualquier clase de abuso laboral o a cualquier violación a la seguridad de las operaciones no pasaría por alto.
De nueva forma recurro a mi antigua analogía de que una empresa aérea es como una máquina de producir dinero; alguien la inventó, alguien la diseñó, alguien la compró, alguien la administra, alguien le da mantenimiento, pero quien hace que esta máquina funcione son las tripulaciones de los aviones. Estos son los que le dan vueltas a la manivela de esa máquina de donde salen los billetes, aunque los directivos aparentemente no se han dado cuenta (o no quieren darse cuenta) de esto. De alguna forma, piensan que el dinero se genera solamente de sus novedosas políticas financieras.
Sabemos que quienes piensan así están equivocados. Solo se necesita que un día de estos los trabajadores les hagan recordar a los administradores quienes son los agentes que mueven los engranes de la industria aérea comercial.