2013-01-15|
Hora de creación: 22:10:41 | Ultima modificación: 00:18:10
Es difícil que quienes no conocen el tema aéreo caigan en la tentación de
hacer diagnósticos ligeros y crean que tienen la mágica a todos los que se presentan. Pero esto no es tan
simple, ni aquí ni en .
La reciente exhortación de los
diputados para que la Comisión Federal de Competencia intervenga en el asunto
del aéreo , específicamente investigando a Aeroméxico
por presuntas prácticas monopólicas, es un ejemplo claro de que aún no se ha
comprendido el verdadero del sector mexicano.
Sí hay problemas,
y muchos, pero el origen de estos problemas es una profunda crisis estructural
que vive la aviación mexicana, crisis que aunque ya se venía gestando a fines
del siglo anterior, se profundizó y agudizó por la de visión de las administraciones de los
últimos dos sexenios.
Atender esta crisis, ir al fondo, reestructurar el
sector aéreo, son tareas inaplazables y que deben atenderse inmediatamente
porque la pérdida de competitividad en este rubro sí es un indicador del enorme
atraso que tiene el país en el concierto internacional.
Hay al menos 5
problemas de fondo que el sector tendría que resolver antes de que existieran
condiciones para tener un mercado eficiente (y entonces ya no habría necesidad
de pedir que la Cofeco haga nada).
El primer problema tiene que ver con
la estructura normativa del sector. Muchas actividades económicas viven aún en
la esquizofrenia entre el modelo económico antiguo, el de la intervención
gubernamental absoluta y el modelo que —se supone— adoptó este país en los 80
con la liberalización del comercio, la desregulación económica,
etcétera.
Pero la aviación es, si cabe, la más esquizofrénica de ellas.
El régimen jurídico en el que vive es, constitucionalmente, estatiza y
restrictivo; en las leyes y normatividad asociada que lo reglamentan hay un
trasfondo más liberal; en la práctica, es un sector sujeto a la discrecionalidad
del gobierno en turno. El resultado es un coctel explosivo que impide el
crecimiento y el fortalecimiento del transporte aéreo en México.
Un
segundo problema es que tomar decisiones es casi imposible. Hay demasiados
intereses en pugna inscritos en la esquizofrenia normativa, de modo que si —por
ejemplo— se plantea la impostergable decisión de hacer un nuevo aeropuerto, es
imposible conformar un grupo desinteresado, desapasionado, multidisciplinario y
que utilice criterios explícitos y públicos en la decisión. Normalmente, ésta ya
está pre-cocinada y llevamos 30 años postergando lo que debería ser
impostergable.
La falta de infraestructura aeroportuaria eficiente en el
Valle de México hace que exista un tope máximo de capacidad que tiene que ser
repartida entre varios que luchan por incrementar su presencia y hacer economías
de escala. El hecho de que el pastel a repartir sea tan pequeño en el principal
centro concentrador y distribuidor de vuelos del país hace que la rebatinga sea
despiadada. Obviamente, si alguien crece rápidamente incrementa su participación
porcentual, se hace sospechoso de acaparar mucho. ¿Cuánto es el 90 por ciento de
10? ¿Qué pasaría si en lugar de ser 10 fuera 100? Es evidente que ahí hay un
cuello de botella.
Un tercer problema es la anquilosada estructura
operativa del sector. Como es un sector que continuamente crece y decrece, hay
un grupo pequeño de técnicos que resisten pero no mejoran. Si quieren algo
mejor, tienen que emigrar o cambiar de giro. Por un lado, no hay dinero para
hacer mejoras, y como no hay mejoras la estructura es débil, y como la
estructura es débil el ingreso es bajo. Todo esto aplica para la autoridad
aeronáutica y para los organismos de regulación y de servicios como Medicina de
Aviación, Seneam, ASA, etcétera.
El cuarto problema a anotar es la
disparidad entre el régimen de las aerolíneas y el de los aeropuertos. Como si
los aeropuertos existieran al margen de las líneas que los alimentan y les dan
vida, el régimen de los aeropuertos los pone por encima de los operadores
aéreos, de modo que no tienen ni incentivos para invertir, ni mecanismos para
que se sienten a negociar con sus contrapartes (ni autoridades que velen por el
mejoramiento de esta relación).
El quinto problema del que hablaremos hoy
es el desfase que existe con la aviación global. El mundo va cada día más
rápido. Entre las pugnas, los desaciertos, la improvisación y el caos
administrativo, hemos pasado demasiados años desvinculados de lo que ocurre
afuera. Hay quien habla de cielos abiertos sin entender en qué consiste, hay
quien piensa que hay que tener más relaciones bilaterales para incentivar el
turismo, hay quien cree que basta con un decreto para que el mercado se
equilibre y crezca, y hay quien cree equivocadamente que desaparecer una
aerolínea (como Mexicana, emblema nacional) sería la forma de restablecer el
orden.
Y aunque hay quien esté dispuesto a sentarse a diseñar un sector
moderno y eficiente, se requiere el marco para que la nueva política aérea sea
una realidad. Nos urge