04 julio 2011

DE LA COLUMNA DE ROSARIO ÁVILES

Crónicas del desperdicio
Rosario Avilés |  Opinión     2011-06-28  | Hora de creación: 21:11:08| Ultima modificación: 01:12:14





 Seguramente hemos de ser el país más rico del mundo. Sólo así es posible concebir que en esta economía, dicen los clásicos, ya no hay pobres, pero sí personas que viven por debajo de la línea de pobreza (supongo que habrá alguna distinción entre dos conceptos que se parecen horrores), los gobiernos puedan gastar el dinero de los contribuyentes y desperdiciar inversiones, otorgar los créditos a sus amigos y negárselos al resto de los mortales, que no merecen ni una miradita de los funcionarios en turno.

 El caso es que hay algunos ejemplos que sería muy divertido mirar si no fuera porque son trágicos y que en realidad muestran una realidad indignante. En el sector del transporte aéreo hay algunos botones de muestra.

 En el año de 2003 se constituyó la empresa Administradora Mexiquense del Aeropuerto Internacional de Toluca (AMATI), a iniciativa del Gobierno del Estado de México, para tratar de resucitar una obra que nació prácticamente muerta décadas atrás, en la época en que todos los gobiernos estatales presumían su propio aeropuerto.

 El problema del aeropuerto de Toluca es recurrente por la simple y sencilla razón de que está ubicado en un lugar problemático. Esto no tiene nada de particular, sabemos que hay decenas de aeropuertos que están ubicados en lugares problemáticos y, si algo ha avanzado en la era de la aviación, es la tecnología para equipar esta clase de sitios.

 Pero esta tecnología es cara. Y además, usualmente se invierte en ello porque no existe más remedio, es decir, porque no hay alternativa viable y lo más caro es lo que no hay, así de simple. Pero da la casualidad que el aeropuerto de Toluca tiene alternativas que resultan mejores.

 Primero porque la ciudad de Toluca y sus alrededores (que no sean el DF) no poseen el tráfico suficiente para que un aeropuerto sea rentable en el corto plazo; segundo, porque la alternativa más próxima, el AICM, está demasiado cerca y posee tal masa crítica que es difícil que se sustituya uno por otro; y tercero, porque si éste fuese un país serio con un gobierno serio, podríamos pensar en  un crecimiento razonable del transporte aéreo, pero eso es soñar demasiado.

 Sin embargo, vista la saturación que llegó a tener el aeropuerto de la ciudad de México, fue necesario echar mano de esta terminal aérea que, así, en 2005 fue concesionado a AMAIT y tras una inversión de 3,200 millones de pesos (sí: tres mil doscientos millones de pesos, algo así como 300 millones de dólares), parte de los cuales los puso el gobierno federal, fue posible abrir a las operaciones normales.

 Tanto dinero fue invertido en hacer operable este aeropuerto, cuya altura y condiciones orográficas y climáticas le imponen restricciones fuertes. Por eso fue necesario adecuar las pistas con luces, un leve alargamiento, recubrimientos y equipos ILS categoría 3 que le posibilitaban una operación bastante normal.

 Salvo algunos detallitos que nunca nadie explicó, como el hecho de que las tripulaciones de las aeronaves también deberían haber sido certificadas categoría 3 y otras cosas del género, esta terminal aérea otorgó facilidades (léase subsidios) a los nuevos operadores de bajo costo -que suelen llamarse de alta eficiencia a pesar del subsidio- para que le dieran suficiente tráfico.

 Pero como no hay saturación que dure 100 años ni aeropuerto que los aguante, raudos y veloces nuestros funcionarios decidieron ponerse a idear la manera de revertir la saturación del AICM y de paso romperle la cara a la aviación mexicana. Lo lograron en tiempo récord. Al salir Mexicana de Aviación del aire, los operadores que amaban a Toluca le cantaron aquello de “nosotros que nos queremos tanto debemos separarnos” y se abalanzaron sobre “el panista Benito Juárez”.

 A pesar del apoyo del gobierno del estado, de que la empresa aeroportuaria puso no sólo dinero, sino esfuerzo y mil cosas más, poco a poco ha ido perdiendo tráfico porque, en la medida en que les es posible, sus antiguos y amantes clientes los dejan colgados de la brocha. No importa las filiaciones políticas que juran tener, el negocio es el negocio y ya habrá tiempo de compensarle al Edomex esta pequeña infidelidad.

 No hay duda: somos un país rico… con habitantes pobres y con funcionarios paupérrimos en transparencia, rendición de cuentas, eficiencia y probidad.

 Qué lástima, 3,200 millones de pesos atorados porque quienes deben hacer su chamba no la hacen. Porque el país se da el lujo de desperdiciar 300 millones de dólares en una categoría 3 que nadie usa, pero no en invertirlos para que un grupo de profesionales tenga empleo y se recupere una de las mejores empresas de aviación que haya tenido el mundo. Qué vergüenza para el partido del orden y la generosidad.




 raviles_2@prodigy.net.mx