11 enero 2011

DE LA COLUMNA DE ROSARIO ÁVILES

Opinión de Despegues y Aterrizajes(Rosario Avilés | )


La rifa del tigre


   
Martes 11 de Enero, 2011 | Hora de modificación: 02:04





Una vez que Juan Francisco Molinar Horcasitas dejó su oficina en Xola, cabe preguntarse cuál es el saldo final de su gestión al frente de una de las secretarías más complicadas de la administración pública, sólo para darnos una idea de cómo este segundo tercio también resultó en fracaso.

Y conste que queda claro que esta supersecretaría —que tiene como encomienda el desarrollo de las tres áreas más importantes con las que el Estado debe incidir en la rectoría económica (es decir: telecomunicaciones, infraestructura y transporte)— no es nada fácil. No en balde desde la campaña de Fox se había sugerido escindir en dos sus funciones, pero el hecho de que ni siquiera se haya tomado en cuenta la propuesta ya nos muestra cómo no existe ni siquiera la conciencia de su importancia.

En el sector aéreo el saldo es más que deficitario. Justo cuando la aviación mexicana llegaba oficialmente a los 100 años, sus principales puntales se derrumbaban, carcomidos por una mezcla de corrupción, indiferencia, inexperiencia y verdadera estulticia (que cada quien se adjudique su parte).

Y aunque es verdad que este proceso de deterioro no empezó con Molinar, el hecho, sin embargo, es que fue en su gestión cuando se le dio el tiro de gracia. Veamos:

Transporte aéreo: si en diciembre del 2009 teníamos un mercado más o menos estable que, a trompicones o no, iba creciendo, a fines del 2010 el panorama mostraba un retroceso considerable: Mexicana de Aviación, la aerolínea más antigua y prestigiada de México, poseedora del 30 por ciento del mercado, empleadora directa de 8,000 trabajadores y responsable de otros 25 mil empleos, con una derrama considerable en varias áreas económicas, estaba en vías de extinción.

La secuela de este hecho ni siquiera se ha vislumbrado. Este año habrá una lucha feroz para quedarse con el segmento que Mexicana ya no tiene, a un costo de depredación que tardará años en subsanarse. Nuestro mercado externo está, cada vez más, en manos de aerolíneas extranjeras y, desde luego, no hay ninguna certidumbre para los inversionistas nacionales.

Además, el tema deja dos precedentes nefastos: uno, el hecho de que el concurso mercantil ha dejado de ser la figura que permite a las empresas continuar operando y ser viables a pesar de los problemas financieros que enfrenten; y dos, la impunidad que le permite a los empresarios cercanos al poder eludir sus obligaciones con el Estado, con la sociedad, con sus proveedores, clientes y trabajadores, sin ninguna consecuencia.

Aeropuertos: agenda pendiente desde hace años, el sector aeroportuario no puede seguir sin modernizar su reglamento, sin tener claridad para lo que se pretende en los años que vienen y sin que haya autoridad que esté vigilando que —además de muy bonitas tiendas— la infraestructura operacional esté en buenas condiciones.

Paradójicamente, lo único que tiene visos de funcionar es el biocombustible que ASA está desarrollando con Interjet y la IATA.

Tránsito Aéreo: Hecho un verdadero caos, Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano no sólo arrastra los problemas que ya tenía desde el año 2000, con falta de recursos, pocas plazas para controladores que están mal pagados y hacen horas extras como si fuera destajo a pesar de lo delicado de su encomienda (sólo pregúntenle a los deudos de los fallecidos en el accidente de Juan Camilo Mouriño); el asunto se agrava porque la planta actual de controladores no tardará en comenzar a jubilarse y no se está haciendo nada por prepararse para este futuro.

Autoridad Aeronáutica: Después de haber sido degradada a Categoría 2 por la Agencia Federal de Aviación (FAA) de los Estados Unidos, nuestra autoridad aeronáutica presume de haber pasado (de “panzazo” y condicionada) su examen a título de suficiencia que, desde luego, no la habilita para hacer frente a los retos reales del mercado en el futuro.

En un rápido resumen, lo que tenemos es un sector pobre, degradado, incapaz de situarse en la posición de competitividad que México necesita, a merced de los tiburones financieros que ven en la aviación un pretexto para ganar dinero, pero no para derramarlo entre quienes lo hacen posible.

Nuestro flamante secretario de Comunicaciones y Transportes se ha ganado el tigre en la rifa. Con toda nuestra buena voluntad, esperamos que cuando menos pueda sostener un mínimo nivel de funcionalidad y que se rodee de especialistas que sí sepan del tema. Cuando menos, que escuche a los agentes que sí trabajan en el sector. México se lo merece.

Lo oí en 123.45: la militancia de fin de semana —así sea de años— puede ser un buen mérito para un partido, pero eso no crea buenos funcionarios… ¿así o más clarito?