14 noviembre 2021

Un castillo de naipes

 

Un castillo de naipes

 

Hemos escuchado muchas veces frase ¨ERA UN CASTILLO DE NAIPES¨, y es que desde que la utilizó por vez primera el célebre poeta y escritor inglés John Milton, en el siglo XVII, su significado no ha cambiado mucho. Un castillo de naipes es una estructura frágil, que aparenta tener la estabilidad necesaria para mantener bella y de pie, pero un leve soplo de aire, un golpe o movimiento ingenuo en las tarjetas, o incluso el más ligero cambio en la mesa sobre la que descanse la derriban irremediablemente. Hoy en día, cualquier cosa que tenga una aparente estabilidad exterior, pero la probabilidad de un colapso total o casi total puede considerarse que es “un castillo de naipes”

 


Esto es justamente lo que los agremiados a la ASSA de México hemos presenciado, la caída de una dictadura tan frágil como un castillo de naipes, y ha sido posible gracias a los sobrecargos. Ya en otras columnas he hablado de las cabezas más visibles que generaron este cambio, pero hoy quiero aprovechar para agradecerles a ustedes “la gran masa silenciosa”.

 


Les llamo así, sin intención alguna de faltarles el respeto, todo lo contrario; quiero corresponderles pues sin su importante, aunque silencioso trabajo, el cambio no hubiera sido posible. Son ustedes precisamente a quienes hay que reconocer, quienes desde su anonimato, han gestado e impulsado este inspirador soplido que hace que el castillo que construyó Ricardo se empiece a venir abajo.

 

Ustedes, compañeros sobrecargos, en sus castigados vuelos, en las pocas pernoctas que quedan, desde los galleys y las reservas, observaron minuciosamente el actuar de la representación sindical. Sin la necesidad de llegar a una confrontación directa con sus verdugos, se liberaron de las cadenas de la censura, el escudriñamiento, el pago de favores de la representación sindical; ¿requirieron de una revolución armada y violenta?, ¡no!, decidieron usar el simple pero poderoso “voto libre, directo, personal y secreto”.

 

Sabemos que falta mucho camino por andar, que la recuperación del sindicato de las manos de Ricardo Del Valle no es una tarea fácil y que no está terminada; estamos conscientes de que habrá escollos en el sendero todavía vigentes, que  convirtieron en una “dictadura perfecta” aquel sindicato democrático que gozamos durante muchos años, y al que anhelamos regresar.

 

¿Construyó Ricardo ese castillo, sin percatarse que era de naipes? Si parecía tan sólido su liderazgo ¿en qué momento se torció la historia? Sin duda alguna el gran responsable del colapso es el propio Secretario General, de quien sabemos de sus limitadas facultades intelectuales. Él es el primero en reconocerlo, y por eso desde siempre ha buscado gente que se encuentre en su mismo nivel cognitivo, para evitar que alguien de su “equipo” lo pueda opacar.

 


Detrás del membrete de Secretario General, está Ricardo, el personaje gris, sin carisma ni personalidad, sin talento para hablar y comunicarse. El mismo que buscó paliar sus deficiencias con premios y castigos y que puso a su círculo cercano a colocar a los sobrecargos en “problemas” (reales o ficticios) para posteriormente, salir él como el gran “héroe” que los rescata del abismo, y justo ahí obligar al sobrecargo vulnerable a firmar con sangre el pacto de fidelidad y obediencia absoluta.

 

Déjenme contarles, a manera de anécdota, cómo fue que San Richie buscó infructuosamente que la de la voz “cayera” en su trampa. Corría el mes de agosto del año 2011, justo cuando ganó las elecciones para Secretario General. Es conocido por muchos de ustedes que en ese entonces resguardé como perro embravecido el expediente de las elecciones, temerosa que me fueran a tirar el proceso (la burra no era arisca, ya había pasado por una negativa a la Toma de Nota), así que me reuní varias veces en el despacho de Arturo Alcalde, para revisar las actas y que no hubiera un solo error que pudiera echar abajo el proceso. En esas reuniones, también acudía Ricardo, con Doris, pues siempre iban juntos.

 

Una vez entregado el expediente a la autoridad, debo ser franca, me sorprendió el tiempo récord en que nos dieron la Toma de Nota. A menos de una semana de terminadas las elecciones, y tomando en cuenta que el Secretario del Trabajo y Previsión Social era nada más que Javier Lozano, el mismo personaje que dos años antes (2009) había metido al sindicato en camisa de once varas al negarnos una Toma de Nota.

 

El tiempo y la distancia dan claridad a los hechos. A toro pasado no me extraña en lo absoluto que esa Toma de Nota no fuera entregada ni al entonces Secretario del Interior, ni a una servidora, como Titular de la Secretaría de Actas. Javier Lozano se la entregó directamente a Ricardo en las oficinas de la Secretaría del Trabajo Federal, acompañado de Doris y de Arturo Alcalde Justiniani.

 

Hoy se me hace más que evidente esa colusión entre el abogado y Ricardo, junto con Javier Lozano. Le entregué la cartera a Doris, y le dije que le entregaba todos los libros de actas, de mi puño y letra, que me había sido imposible transcribir las actas pero los acuerdos estaban transcritos y entregados, tal cual lo marca el estatuto. Le mencioné que tenía que limpiar la “laptop” que se me había proporcionado para desempeñar mi cargo, porque tenía cosas del sindicato y personales y que quería hacer un respaldo y ordenarle todos los archivos.

 

La respuesta inicial de Doris fue “claro, no te preocupes”. Con lo cual me dediqué durante 3 meses a realizar dicho trabajo; en el inter, tuve una llamada de Ricardo quien me “invitó” a ser su centro de estudios, que me esperase a que lo hiciera oficial en la Junta de Comité. La verdad es que yo nunca me esperé dicha propuesta, pero le di las gracias. Al cabo de esos tres meses, cuando le entregué finalmente a Doris la “laptop”, fui citada por la Comisión de Vigilancia, estando Mariano y Cristina Occelli como representantes de dicha comisión, quienes me dijeron así tal cual “Doris te consignó por robarte las actas”. Ya sabrán la cara que puse ¿robarme las actas?, le expliqué que no pude transcribirlas pero que estaban en los libros de actas de mi puño y letra, que al final es lo que vale para la autoridad.

 

Ambos trataron de intimidarme, intentando hacerme creer que estaba metida en un gran problema; les dejé a ambos con la palabra en la boca y subí al quinto piso, enfurecida y sin anunciarme entré a la oficina del Secretario General para gritarle lo siguiente: “dile a tu gente que no me amenace, gracias a que cuidé el proceso electoral con mi propia vida, es que ustedes pueden estar ahora aquí sentados… ¿y ahora quieren acusarme de un “robo”?, si es que robé algo se están tardando en levantar un acta por sustracción de documentos en el Ministerio Público. A mi no me va a amenazar nadie”.  En vano trató Ricardo de “tranquilizarme”, diciendo que iba a hablar con “su gente”. Para mí fue una clara muestra de su modus operandi, el policía malo y el policía bueno.

 


Los que me conocen personalmente, o quienes me ha leído por algún tiempo, saben muy bien que conmigo no van ese tipo de juegos. Le dije al Señor Del Valle que su centro de estudios se lo metiera por salva sea la parte, y que no estaba mi dignidad en venta. Al año siguiente, en 2012, me lancé como candidata a la Secretaría de Prensa, y Ricardo por su parte apoyó a Claudia Quijas. Fue entonces que comenzó la leyenda negra que su círculo cercano no se cansó de repetir, hasta la náusea: “ella es gente de Clavel”.

 




Mi anécdota es solo un botón de muestra de lo que fue el pan de cada día con todos y cada uno de los agremiados al sindicato; les citaban en Relaciones Laborales, o en Vigilancia, les amedrentaban diciendo que habían hecho “algo muy gordo” y les sugerían “ve a hablar con Ricardo”, como sí de un dios todopoderoso se tratara y dependiendo el sapo, era la pedrada.

 



No todos, pero la gran mayoría de la planta de sobrecargos observó por años esta manera tan burda y cruel de mantenerlos a raya; jugaron con las reglas planteadas por Ricardo y su círculo. Si había que dar likes en sus publicaciones de Facebook lo hacían, sí tenían que tomarse la foto cada vez que iban a ASSA y poner su mejor sonrisa lo hacían, todo con tal de no levantar las aguas y poder seguir remando.

 

Las palabras de afecto, las fotografías, las porras, los aplausos, todos eran impuestos y nada fue de manera orgánica. Del Valle construyó su liderazgo bajo amenazas de perder el empleo. Prácticas como obligar a escribirle palabras de agradecimiento, o tomarse fotos al final de las asambleas, se convirtieron en un largo “besamanos”, había que quedar bien, pero nada era sincero, todo era falso.

 

Es por eso que al verse libres del yugo que representó por años que el voto no fuera libre y secreto, la gran masa silenciosa decidió votar por una opción distinta, cansados de no poder hablar, de no poder decir lo que viven día a día, esa masa tuvo la fuerza suficiente para que constara que, aunque no se ven, no se escuchan, saben el poder que tienen en sus manos, lo han recuperado. Hago votos porque jamás lo vuelvan a perder. No necesitan encabezar ningún movimiento, ejerciendo su voto, ahora fue en las elecciones, pero en las asambleas, en las Juntas Particulares, la voz de esta masa se tiene que seguir escuchando fuerte y claro.

 

Gracias por hacerme recuperar la esperanza de tener de nueva cuenta, un sindicato democrático.

 

 

Ximena Garmendia

14 de noviembre 2021