Aeroméxico
y la Soberanía Nacional
Para
el ciudadano de a pie, las noticias entorno a las empresas de aviación no
suelen ser muy llamativas, a menos que haya comprado un boleto y esté
preocupado por su vuelo, estará atento a que le respeten su reservación, que le
hagan un reembolso o su cambio de vuelo, que no vaya a perder sus
puntos/kilómetros de su tarjeta de cliente frecuente o como se llame su
respectivo programa de lealtad; la verdad es que para la gran mayoría no
resulta ser un tema muy atractivo.
Pero ¿qué
tal si les contara que las empresas de aviación en este país son concesiones
que otorga el Gobierno Federal para que un particular las explote? Así la cosa
cambia ¿no? y es que las aerolíneas utilizan el espacio aéreo, que es de la
nación. Yo sé que es algo intangible, que no se ve; pero como país es algo
primordial, sobre todo la soberanía aérea, que no es un tema menor.
Hoy toca
el turno de contarles brevemente la historia de la empresa del caballero
Águila, mejor conocida como Aeroméxico. Nació en 1934 como Aeronaves de
México, y a diferencia de Mexicana de Aviación, la empresa quebró en
1988, a raíz de una huelga de trabajadores, y luego fue requisada por el
gobierno. Tras escasos cinco meses fuera del aire, volvió al mercado bajo la
razón social: Aerovías de México.
En los
años 90tas, el gobierno de México aceptó la creación de la empresa controladora
CINTRA, con el pretexto afrontar la crisis financiera por la que atravesaban
las dos líneas aéreas más grandes del país, que eran estatales. Podemos buscar
palabras rimbombantes y tecnócratas, pero se trató de una “privatización”.
Cintra empezó a controlar tanto a Aeroméxico como a Mexicana de Aviación, así
como a la ahora extinta AeroPerú. Como Director de la controladora fue nombrado
Andrés Conesa Labastida, quién no tenía experiencia en el ramo de la aviación,
pero su paso por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, amén de ser
sobrino del candidato a la presidencia Francisco Labastida, fueron credenciales
suficientes para que “el zedillato” colocara a este junior en el cargo.
¿Cómo
quedaron las acciones dentro de la controladora? El gobierno con el 55% y los
bancos acreedores con un 35%. El restante 10% quedó en la Bolsa Mexicana de
Valores. Un punto importante que no debemos olvidar, es que unos años más
tarde, el porcentaje que tenían los bancos quedó en “la panza” del rescate
bancario ejecutado por el Fobaproa, hoy IPAB. Así es, señoras y señores, los
contribuyentes, nuestros hijos, y nuestros nietos estaremos pagando esas
aerolíneas, gracias a ese “rescate” financiero.
Era
momento de empezar a desmantelar la carpa llamada “Cintra”. AeroPerú quebró en
1999, y en 2005 el Grupo Posadas, dueño de los Hoteles Fiesta Americana, compró
a Mexicana de Aviación. Andrés Conesa, como presidente del Consejo de
Administración de Cintra, confirmó que Aeroméxico sustituiría a la emisora
Cintra ante la Bolsa Mexicana de Valores, y en el mismo “enroque”, se quitó la
gorra de CINTRA y se puso la de Aeroméxico. ¿Conflicto de intereses?
¿Información privilegiada? No, por favor, queridos lectores, no sean tan mal
pensados.
Cintra
todavía administraba a otras empresas que representaban hilos sueltos, e
impedían “el carpetazo”, pero se resolverían de una manera por demás práctica. Las
acciones de Seat, empresa de servicios de apoyo terrestre aeroportuario,
Aeromexpress, Alas de América, Sabre SST y el caso de ITR, se dividieron en un
salomónico 50% para grupo Aeroméxico y el otro 50% para Mexicana de Aviación.
Pero apenas 5 años más tarde Mexicana dejaría de volar a consecuencia de un
fraude sin precedentes por parte de Grupo Posadas, y operado por el todavía
prófugo de justicia Gastón Azcárraga. ¿Quién se quedó con ese 50% de Mexicana?
Efectivamente, hoy Aeroméxico detenta el 100% de las empresas antes señaladas.
Una
vez que se disolvió Cintra, Banamex se interesó en comprar Aeroméxico, pero
recordemos ese 35% de acciones que están en la panza del IPAB, igual que una
larga lista de créditos “incobrables” de Banamex. ¡Santos impedimentos legales
que impiden esa operación! No se preocupen, para eso llegó a la Presidencia de
la Nación el generoso Felipe Calderón, quien arregló la venta para el banco y
sus 14 socios. Con verdaderos artilugios y alquimia bursátiles, que en otra
ocasión desglosaremos en este espacio, el entonces dueño de Banamex, José Luis
Barraza, que algunos recordarán por apoyar el fraude electoral de 2006, compró
Aeroméxico por 241 millones de dólares, y sin pagar impuestos. ¿Dije alquimia
bursátil? Sí, dije bien.
José
Luis Barraza, acusado por Andrés Manuel López Obrador de beneficiarse del
Fobaproa y financiar la "campaña sucia" en su contra
en 2006, adquirió Aeroméxico y Aerolitoral, con una flota de 108 aeronaves
(29 más que Mexicana), 1,234 permisos para aterrizar y despegar (slots)
en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, así como su propia
terminal del AICM, la Terminal 2.
Nada
mal. Sin embargo como sucede en estas historias, José Luis Barraza se deshizo
de sus acciones para vendérselas a Eduardo Tricio, quien a su vez, en 2016, vendió
a Delta Airlines el 39.8% de acciones. Al día de hoy, de manera pública, Delta
tiene el 49% de las acciones de la aerolínea del caballero Águila.
Esta
es la razón, por la cual Aeroméxico puede acogerse al Capítulo 11 de la Ley de
Quiebras en Estados Unidos. En el país vecino del norte la transacción se dio a
conocer como una “fusión” entre Delta y Aeroméxico, pero que por así convenir a
sus intereses comerciales, ambas marcas seguirían funcionando de manera
paralela. En México se le dio el trato de “compra de acciones”. Primero de un
39.8%, hasta llegar al 49%.
Las reformas
estructurales de la década de los noventas, así como los cambios legislativos y
flujos de Inversión Extranjera Directa en México es tema para una tesis
doctoral, y merecen un capítulo aparte. Lo que no voy a dejar para después es
mi afirmación contundente de que en nuestro país la mentira, el engaño y sobre
todo la opacidad de las ventas aquí narradas no son causalidad. El usuario promedio
y el ciudadano de a pie desconocen estos detalles, que pueden ser todo, menos
pequeños.
Que
quede claro, cuando digo que “el cielo es nuestro” es para que no perdamos de
vista que el espacio aéreo es de la nación, y el gobierno que nos representa
está autorizado a concesionar, pero sigue siendo de todos los mexicanos,
volemos o no. No olvidemos que la larga cadena de estatizaciones,
privatizaciones y rescates de las líneas aéreas de México nos otorga el derecho
de vigilar lo que se hace, y lo que se deja de hacer con ellas. No acepto el
argumento simplista de que “son acuerdos entre particulares”. La soberanía
nacional brinca de espanto cada vez que se afirma que Aeroméxico es nuestra
línea bandera, cuando en los hechos está comprobado que es más gringa que
mexicana, por eso recurre a la legislación estadounidense, antes que a la
nacional.
El
tema va mucho más allá de la compra de un boleto, una reservación, reembolsos,
cambios de vuelo, y de acumular millas, puntos o kilómetros en un monedero. Los
costos han sido muy altos para todo el pueblo, en general, como para dejarlo en
manos de unos cuantos, que sí vuelan.
Ximena Garmendia