Campañas
electorales en ASSA
Mis
estimados lectores, esta semana pretendo llevarles por un viaje onírico en el
tiempo con la intención de que conozcan un pedazo de la historia de mi
sindicato, en materia de campañas electorales, antes de la era -y sobre todo
el boom-, de las redes sociales.
Y es
que, siendo sinceros, en el caso del sindicato de sobrecargos, las campañas son
todo un evento “sui géneris”. Tengo la intención que tanto los ajenos, como las
nuevas generaciones, conozcan cómo era hacer una campaña electoral hace no
muchos años.
Como
se relatan los sueños, y con la finalidad de hacerlo más entretenido, voy a narrar
los acontecimientos con la ayuda de dos sobrecargos imaginarios, que bien
podrían ser cualquiera de ustedes, amables lectores. Así que abróchense sus
cinturones, coloquen el respaldo en posición vertical, listos… despegamos.
Estamos
a principios de los años 90, la revolución tecnológica avanza a pasos
agigantados y hemos dejado atrás un mundo que no regresará. Ya sucedió la caída
del muro de Berlín, así como el final de la guerra fría; y en México estamos
viviendo un nuevo “milagro mexicano”, gracias al Tratado de Libre Comercio,
impulsado por Carlos Salinas de Gortari, después del escándalo del fraude electoral
de 1988.
En
estos años el sindicato de sobrecargos ha vivido varios acontecimientos que lo
han cimbrado. Es momento de que conozcan a los dos sobrecargos, un hombre y una
mujer. Él es Julio, de la vieja guardia, y ella es Claudia, que tiene apenas un
par de años en la empresa y por sus venas corre todo el ímpetu acorde a sus 20
años de edad.
Estamos
en un pasillo del Aeropuerto de la Ciudad de México, justo en el pasillo donde
está “Coordinadora” de Mexicana”, así como “Firmas” de Aeroméxico.
En ese entonces sólo existe una terminal aérea, y nuestros personajes vienen
llegando de vuelo. Hasta ese momento, las campañas electorales habían sido más
bien sobrias, con posters en blanco y negro, y con candidatos repartiendo trípticos
hechos con máquina de escribir, de mano en mano.
Pero
ahora no es así; las impresiones a color son lo de hoy, y mientras
caminan por el pasillo, ven varias caras conocidas, otras no tanto, de
compañeros que se están postulando a un cargo sindical. Una larga sucesión de
posters por todo el pasillo. A lo lejos, un grupo de sobrecargos vestidos de
civil está repartiendo junto con su propaganda (a color, y hecha por una super
poderosa computadora Compaq Pentium III), bolsas para los zapatos, plumas, libretas,
y otros artículos promocionales que van repartiendo junto con incansables
sonrisas.
─
Buenas tardes compañeros, miren, aquí les entrego mi tríptico, donde dice mi
trayectoria y va acompañada de un detallito para ustedes. No se les olvide ir a
votar, del 1º al 10 de noviembre, eh, no se vayan a hacer ojo de hormiga, es
muy importante su voto.
Julio
mira un poco pasmado la velocidad con que la candidata sonriente dispara las
palabras, cual metralleta. Extiende la mano y recibe el tríptico y una pequeña
libreta con su respectiva pluma Bic (que no sabía fallar) con el nombre de la
candidata y el cargo a ocupar, debidamente impreso.
Mientras,
Claudia, que se deslumbra y se siente halagada de que le pidan su voto,
responde emocionada.
─ Gracias compañera, claro que sí, ¡cuenta con
mi apoyo! ─, le alcanza a gritar a la candidata que ya le dio la espalda y
sigue repartiendo propaganda.
Julio trata
de detenerla con un leve codazo, y Claudia sorprendida le pregunta a su
compañero:
─ ¿Que
pasa Julio?, la compañera fue muy amable y tiene cara de que va a hacerlo bien;
mira, me tocó una bolsita para guardar los zapatos de servicio; mi mamá me hizo
una, pero con el trajín, pues ya está muy gastada.
Julio la
toma gentilmente del brazo, y la lleva unos metros más allá de donde están
haciendo campaña los compañeros sobrecargos, y le dice con afabilidad:
─
Claudia, cómo se nota que eres nuevita; no comprometas tu voto así nada más, tienes
que conocer a todos los candidatos y enterarte de todas sus propuestas de
trabajo. Lo de menos es recibir un obsequio, que para mí no es más que una
compra de voto, pero disfrazada.
Una
nube banca y espesa de neblina envuelve a los dos personajes, mientras van
desapareciendo de la escena. Cuando se disipa, podemos ver que ya han pasado
algunos años, y nuevamente los encontramos en el pasillo interno, donde están
las áreas de firmas de las empresas agremiadas a la ASSA. Y sí, otra vez,
estamos en época de proselitismo electoral.
A la
distancia vemos a Claudia corriendo hacia Julio, que está cuidando la maleta de
ella, en lo que iba a su casillero.
─ ¡Julio!,
¡Julio!, ¡mira! Oye, ¿cuánto les habrá costado?, están en todos los casilleros─.
En la mano Claudia sostiene un cassette VHS, que viene acompañado de una hoja con
los nombres de los candidatos que participan en dicho video.
─ No
lo sé Claudia, pero una buena lana sí ha de haber costado. No tienen vergüenza,
gastar tanto dinero, ojalá y lo hayan pagado de sus bolsillos y no del dinero
del sindicato.
La
misma neblina los vuelve a envolver, para luego desaparecer. Han pasado un par
de años y en el mismo pasillo, una nueva época electoral se desarrolla. La novedad
ahora es la publicidad “envolvente”, así como figuras de cartón de tamaño real
de los candidatos. Nuestros personajes vienen llegando de tecolote; son casi
las seis de la mañana y ambos están más dormidos que despiertos.
─
Julio, yo me quedo aquí abajo cuidando las maletas en lo que subes a firmar, te
espero aquí; es que ya no aguanto los pies. El regreso estuvo mortal.
─ Está
bien Claudia, pero te atienes a lo que te asignen, no te vayas a quejar después.
─ Sí
hombre, me aguanto; ahorita estoy tan cansada que me da igual.
Julio
deja a Claudia junto a los teléfonos públicos que están ubicados en la planta
baja del aeropuerto y sube las escaleras para dirigirse a firmar su salida,
cuando, ve a lo lejos a una candidata. Como está medio dormido, abre un poco
más los ojos para percatarse que no es la candidata en cuestión, sino solamente
su imagen, de tamaño real, y vaya susto que le ha metido. Mientras camina va observando
la enorme cantidad de publicidad electoral; le duelen la cabeza y los ojos, hay
propaganda hasta en el techo, y en su fuero interno piensa en lo inaudito del
hecho, “¿dónde quedaron las propuestas serias?, esto es un circo de tres pistas”
concluye molesto al salir del área de firmas.
─
Claudia, no me lo vas a creer, pero me duele no solo la cabeza, sino los ojos,
ya se pasaron de la raya, ¿y así piden el voto?, es una basura visual, no te
vayas a espantar si subes, pero hay una candidata de cartón de tamaño natural
al final de la escalera.
─ ¿En
serio Julio?, vaya, ¿y no hay candidatos?
─ Por
suerte no, es muy temprano pero no tardan en llegar…, ¡huyamos!.
Los vemos
salir por una de las puertas del aeropuerto, poco antes de que la neblina
espesa los cubra. Cuando se desvanece, las cosas son diferentes. Ahora vemos
que hay dos terminales, y los sobrecargos están cada quien en su terminal; los de
Mexicana y Click (Aerovías Caribe tiene dos bases: México y Mérida), se
quedaron en la Terminal 1 del AICM, mientras que los sobrecargos de Aeroméxico
están en la nueva Terminal 2; las sobrecargos de Aeromar en su propia terminal,
justo al lado de la T2.
La
propaganda electoral se ha limitado; en ambas terminales está prohibido colocar
posters, y en el caso de la Terminal 2, ni siquiera se puede hacer proselitismo
en la sala de reservas de la empresa del caballero Águila. Vemos a Claudia
platicando con Julio en la sala de reservas, en la que han colocado una carpeta
con toda la propaganda electoral de los sobrecargos. Se sientan para hojearla.
─
¡Vaya!, hasta que acabaron con la basura visual.
─ Ay
Julio, no era para tanto, a mi me gustaba que me dieran regalitos, y ahora,
pues ya ni los vemos.
─ Así
es mejor Claudia, además, como sí no conociéramos a muchos de ellos y de qué
pata cojean; de verdad, ya era un insulto a la inteligencia. Bueno, ¿no
recuerdas que hubo quien hasta dio clases de yoga en el aeropuerto?
─
Claro que me acuerdo, y tampoco me olvido de la manta de la candidata a
Hacienda, ¡tapaba el edificio anexo de la sede sindical!
─
Ahora está mucho mejor, mira que acabo de recoger mis vales en el sindicato y
sólo les permitieron colocar, a cada candidato 7 posters, todos de una sola
medida y únicamente en las ventanas. Ya era tiempo de acabar con la basura
visual.
─ ¿Te
imaginas, Julio, cómo serán las campañas en el futuro? Yo creo que serán por televisiones portátiles que cada quien
traerá en la bolsa…
Ya no
escuchamos el resto de la plática. La sempiterna neblina nos ha traído hasta la
fecha actual. Hoy, con el boom de las redes sociales el proselitismo sindical
es totalmente diferente a como lo conocieron Claudia y Julio hace un cuarto de
siglo. Ya no hay que ir a depositar trípticos a los casilleros. En este mundo
virtual, ni siquiera se necesita acudir a las terminales aéreas, basta con
subir un video a la red, y voilá, das a conocer tu propuesta de trabajo,
a cientos de personas al mismo tiempo.
Quiero
dedicar esta columna a todos aquellos compañeros que, sin importar a qué empresa
pertenecen o a qué sindicato estén afiliados, no dejan de luchar por sus
derechos laborales. Va un abrazo fuerte y a la distancia para todos ustedes con
una férrea petición: nunca dejen de luchar.
Ximena Garmendia
25 de octubre 2020