Cuando
“rotar” no es suficiente
Uno como trabajador se
pregunta ¿qué es lo mejor para mí?, pedir un permiso sin goce sueldo, rotar,
entrar a un paro técnico, que me rebajen el salario o que me pida la empresa de
manera “amable” renuncie de forma voluntaria.
En los tiempos que corren, nos
encontramos con una pandemia que hace estragos en el mundo aeronáutico, orillando
a que muchas aerolíneas hayan bajado la cortina ante esta crisis.
Esto se traduce en algo muy
trágico para quienes trabajan en la industria aeronáutica, quienes buscan diferentes
modelos para sortear lo mejor posible la crisis sanitaria.
Históricamente el esquema de
rotación en la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA,
por sus siglas), ha sido la salvación de fuentes de empleo; procedo a explicar
cómo se estuvo aplicando en el pasado.
En 1994, a raíz del “error de
diciembre” las aerolíneas Mexicana de Aviación y Aeroméxico se vieron
comprometidas económicamente, y una de las opciones que pusieron en la mesa fue
recortar trabajadores, y me refiero específicamente a los sobrecargos. Finalmente,
el gremio y las empresas optaron por “la rotación” y evitar el despido de los
trabajadores.
Pero ¿qué es una rotación?,
¿es lo que un juez llamaría “paro técnico”?, ¿en qué consiste? Vamos con calma,
para mejor entendernos, definiendo cada concepto.
El paro técnico no está
claramente definido en nuestra ley laboral, pero es un procedimiento de
emergencia por el que una empresa modifica o suspende temporalmente las
relaciones laborales previamente establecidas con sus trabajadores con la finalidad
de reducir costos en un escenario de crisis derivado de factores externos o
internos que ponen en riesgo su viabilidad.
Es
decir, el fin primordial es preservar el empleo y la fuente de trabajo. En la
práctica se lleva a cabo mediante acuerdos entre empleador y empleados en los
que, dependiendo de la naturaleza de la empresa, deciden suspender temporalmente
las actividades de los empleados y liberan al empleador de la obligación de pagar
salarios, o bien el acuerdo puede ser la reducción de las jornadas de trabajo
con el pago proporcional de las horas efectivamente laboradas.
El paro técnico es una fórmula
que funciona muy bien en las empresas manufactureras y de producción en serie,
como la automotriz, refresqueras, de alimentos o ensambladoras. En cada hora y
día que paran, puede contabilizarse lo que dejaron de producir con muy poco
margen de error. El tejido fino que debe hacer la empresa es el análisis para
instrumentar su aplicación, determinar cuáles son las áreas a las que se va a
dirigir, para que el ahorro total salve a la empresa. Dichas áreas deben ser de
tal naturaleza que su “paro” no represente mayores riesgos ni para la operación,
ni para la viabilidad del centro de trabajo. Desde el punto de vista económico,
se debe considerar que la suma total que resulta de la disminución del pago de
los salarios y la del ahorro derivado del pago proporcional de las cuotas
obrero-patronales ante el IMSS sea tan trascendental, que genere el ahorro
esperado para evitar que se llegue a la reducción de personal.
El mundo de la aviación, y
refiriéndome concretamente al gremio de los sobrecargos, es evidente que tiene naturaleza,
dinámica y logísticas diferentes. Por eso lo más parecido al “paro técnico” es
lo que históricamente se ha denominado “Esquema de rotación”, híbrido, por llamarlo
de alguna manera; veamos un ejemplo para tener claridad al respecto.
Supongamos que ante una contingencia
fortuita e inesperada, una empresa ficticia que llamaré “Aeroméxico”, propone
el recorte de 100 sobrecargos de su plantilla total de 1000. Entonces el
sindicato convoca a asamblea a sus agremiados para proponer el esquema de
“rotación”, que consistirá en que esos 100 sobrecargos, en lugar de ser
corridos y perder su empleo, no volarán durante un mes y dejarán de percibir el
salario que paga la empresa por ese espacio de tiempo. La diferencia radica en
que los 900 sobrecargos restantes, que siguen volando, aportarán una cierta
cantidad para que a través del sindicato los 100 tripulantes “bajados de vuelo”,
reciban una cantidad de dinero, lo más parecido a su salario regular, y puedan subsistir
por un mes, pues al siguiente regresarán a volar. Se le llama “rotación”, porque
al siguiente mes será otro grupo de 100 sobrecargos los que “bajarán de vuelo”,
pero en las mismas condiciones que los primeros.
En la empresa ficticia que
acabo de crear, la asamblea acordó varios puntos importantes sobre las reglas
de la rotación, en función de la certeza y transparencia que dé confianza a sus
agremiados:
1.- El tiempo preciso que
durará que la rotación.
2.- Que la rotación será por
escalafón general, de abajo hacia arriba.
3.- Que independientemente de que
cada trabajador conoce su número de escalafón, cada mes será publicada la lista
de los 100 sobrecargos que entran a rotación.
4.- Se establecieron las causas
válidas por las que se puede “modificar” el orden de la rotación, por ejemplo,
en el caso de que a un matrimonio de sobrecargos les tocara rotar el mismo mes,
casos de incapacidad médica, o bien de que el sobrecargo en cuestión requiriera
rotar dos meses seguidos, etc.
5.- El compromiso rotundo y
sin vacilar de la representación sindical de que ninguno de los agremiados será
recortado.
Como pueden observar queridos
lectores, en la “rotación” hay un claro ejemplo de la empatía y solidaridad por
parte de los trabajadores con su gremio. Es de subrayarse lo loable y plausible
de esta dinámica donde se apoya la petición de la empresa para ahorrar, sin que
los trabajadores sean los que tengan que pagar. Un ejercicio que debe ser
transparente y democrático. Un ejercicio en el que se hacen efectivos los
derechos y prerrogativas propios de una vida sindical.
Sin embargo, y ustedes lo
saben, la fantasía literaria que acabo de plasmar dista muchísimo de lo que en realidad
está sucediendo hoy en Aeroméxico. En esta ocasión, el esquema de rotación que
se aprobó en la última asamblea llevada a cabo por ASSA, fue todo, menos un
ejercicio loable y digno de aplaudir.
No es precisamente placentero,
pero sí muy necesario. Procedo a desmenuzar la “propuesta de rotación” que se
aprobó por la Asamblea General de ASSA el pasado 17 de Marzo de 2020. ¿Me acompañan?
Estamos en un salón del Hotel
Fiesta Americana Reforma; a todos nos han entregado guantes de látex y
cubrebocas; la representación sindical está sentada en espera de que los
sobrecargos ocupemos los lugares; poco a poco nos vamos sentando en las sillas y
esperamos la hora para la primera y segunda convocatoria y así entrar de lleno
a la asamblea.
Comienza la explicación por
parte de la representación acerca de la situación por la cual está atravesando
la empresa Aeroméxico, y anuncian la propuesta de la misma, que era recortar 1,360
sobrecargos. El Secretario General de ASSA declara que eso no lo permitirá, y
procede a explicar la contrapropuesta al recorte.
Partiendo del hecho que la
plantilla de sobrecargos de la empresa se encuentra integrada al día de hoy por
2,720, propuso que por cada mes rotaran grupos de 900 sobrecargos. Según esa
información, pasarían dos meses antes de que el mismo grupo volviera a rotar.
Es decir, un sobrecargo rotaría “un mes, y dos meses no”.
Hasta aquí la contrapropuesta
no sonaba tan descabellada. No obstante, en este nuevo esquema, el líder anunció
que la empresa estaría pagando su parte proporcional de las aportaciones al IMSS,
del Seguro de Gastos Médicos Mayores, y de la cuota sindical, pero (y es el
pero más importante) no habrá “aportación” entre el resto de los trabajadores para
crear una bolsa que cubra y garantice el ingreso de los sobrecargos que “bajen
de vuelo”.
Aclarado el punto, el líder sindical
prosigue en su exposición y anuncia que en un eventual caso, podría requerirse que
rotara hasta la mitad de la planta, es decir 1,360 sobrecargos.
La asamblea continúa
y quien encabeza el sindicato avisa que la rotación no se hará con el escalafón
general, sino por categoría: Segundos y Ejecutivos. Una noticia más, que se señala
como una medida necesaria para afrontar la contingencia económica por la que
atraviesa la empresa: el receso para los vuelos transoceánicos será de 24 horas
y sin pago.
Vaya!, y con estupor los
asistentes piensan “esto no puede empeorar”. Oh sorpresa!, nuestro líder toma
el micrófono y de manera atropellada expresa el acuerdo que se someterá a
votación; pregunta ¿quién está de acuerdo?, y todos volteamos a vernos, los
rostros de incredulidad son los más y no sabemos si levantar la mano o no. El líder,
con el rostro desencajado por el impasse, aclara la garganta y pregunta de forma
peculiar ¿quién no está de acuerdo?, unas pocas manos se levantan dubitativas.
Entonces nuestro representante sindical vuelve a pedir la votación por la
afirmativa: ¿sí están de acuerdo en rotar?, pero ahora su tono de su voz es
amenazante. Unos cuantos levantan tímidamente la mano y así la mantienen así hasta
que todos finalmente la levantamos sin entender muy bien lo que está pasando. El
micrófono en manos del Secretario General registra la exhalación de breve
suspiro, e inmediatamente le pide a la Comisión de Vigilancia el número de
votos, para poder sentenciar “aprobado por unanimidad”.
Amables lectores, en esta
asamblea sindical no se abordó más el tema de la rotación. Sin embargo conforme
pasaron los días dos cosas quedaron patentes en el escenario: nula información
por parte del sindicato y una perenne negativa a hacer pública la lista de los
sobrecargos que comenzarían a rotar el 1° de abril. Pocos días antes de que
terminara el mes de marzo, el sindicato sacó una circular informando que de
manera individual a cada sobrecargo le llegaría directamente a su iPad la
información de si debía rotar ese mes, o no. Con este método, además de incertidumbre
laboral, se genera una gran opacidad con respecto a quien rotará y quien no.
Pero aquí no acaba la historia.
La primer sorpresa fue que no rotarían únicamente los 900 sobrecargos conforme al
acuerdo de asamblea; ni siquiera la mitad de la planta como dejó entre ver el
Secretario General, es decir 1,360 sobrecargos. ¡No!, a escasos días del
comienzo de este nuevo “esquema de trabajo”, la cabeza de ASSA dio a conocer
que rotará el 68% de la plantilla, lo que se traduce a 1,849 sobrecargos.
Como si todo esto no fuera
suficientemente devastador, la segunda sorpresa la traía el líder sindical
debajo de la manga, y era el aviso de que los sobrecargos rotarán “un mes sí y
un mes no”, trastocando por completo el acuerdo tomado en asamblea, que marcaba
que se rotaría un “mes sí y dos no”.
A los asistentes a la asamblea
en cuestión se les preguntó ¿rotamos o no? Pero las condiciones planteadas ese
17 de marzo son totalmente diferentes a las que se presentaron después. El esquema
que está ejecutando la empresa Aeroméxico con la venia del Sindicato no es
aquel ejercicio solidario para mantener las fuentes de empleo, en el que todos
cooperaban para que aquellos que estuvieran un mes rotando, pudieran llevar pan
a su casa. Hoy al interior del gremio existen opiniones de todo tipo, desde las
que piensan que la rotación debió de hacerse estrictamente bajo el escalafón
general y no por categorías, y también hay otras que claman por un recorte de la
sobrada planta.
En fin, lo que debería ser solidaridad
entre los trabajadores, se está diluyendo en las miasmas de un pésimo esquema
de “rotación”, que no salvará a los sobrecargos de Aeroméxico de la guadaña del
recorte. No lo digo haciendo contacto con mis sentimientos.
Me veo obligada a
ser fría y calculadora. Lo hago con la experiencia adquirida en el Conflicto de
Naturaleza Económica, en el que después de muchos años de litigio la Suprema
Corte de Justicia de la Nación nos dio la razón a un grupo de sobrecargos y le
ganamos a la empresa Mexicana de Aviación, demostrando que no era nuestro salario
y prestaciones los que afectaban las finanzas de la empresa. En este caso, lo
que Aeroméxico pueda ahorrar con la rotación del 68% de sus sobrecargos no va a
sanear las finanzas de una empresa que sigue sin aviones, que cada día cancela más
rutas, que sigue esperando que el gobierno la rescate y que confía en que la
pandemia del COVID 19 se va a terminar en un mes.
Lo digo con el corazón en la
mano, por mis compañeros, espero estar equivocada en este análisis.
Ximena Garmendia
5 de abril 2020