El
apocalipsis ambiental que se avecina
El
proyecto más importante de la administración de Enrique Peña Nieto, el nuevo
aeropuerto de la ciudad de México, NACM, cuya primera etapa de construcción
terminará en cinco años, provocará en los terrenos donde va a asentarse 73
impactos ambientales, según la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA)
presentada por el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México en septiembre
pasado.
A
pesar de que 86.3% de esos impactos son negativos y ocasionarán
irremisiblemente la destrucción de flora y fauna en esa zona de Texcoco, la
Manifestación fue aprobada hace tres meses por la Dirección General de Impacto
y Riesgo Ambiental (DGIRA) de la Semarnat.
La
mayoría de dichos impactos adversos —44 en total— ocurrirán durante las etapas
de preparación del sitio y construcción de la obra; los 29 restantes sucederán
durante los periodos de operación y mantenimiento.
Según
la Manifestación, las obras modificarán de manera inevitable “las
características fisicoquímicas de los cuerpos de agua por contaminación”,
eliminarán vegetación en altísimas cantidades, “lo que provocará la disminución
de nichos ecológicos”, y provocarán, “debido a su lento desplazamiento”, una
gran mortandad entre los anfibios que actualmente habitan en la zona.
Habrá
también “modificación de los esquemas de migración de aves protegidas por la
NOM-059-SEMARNAT-2010”, se afectará o dañará material arqueológico durante las
operaciones de despalme y excavación, y “se disminuirá la disposición hídrica
de la zona, debido a la desecación de cuerpos de agua”.
La
Manifestación asegura que todos esos impactos pueden ser mitigados: los
relacionados con la hidrodinámica, por ejemplo, a través de vasos de regulación
y de la creación de nuevos cuerpos de agua; los netamente ambientales, mediante
programas de compensación y reubicación de especies.
Diversas
organizaciones ambientalistas, como el Centro Mexicano de Derecho Ambiental,
Cemda, han señalado, sin embargo, que la Evaluación de Impacto aprobada por la
Semarnat presenta errores, no cumple los estándares internacionales, admite
serias fallas estructurales y es usada por el gobierno como “mecanismo de
validación de impacto”.
Un
dato importante es que el despacho que elaboró la Manifestación fue creado por
el actual subsecretario de Planeación y Política Ambiental de la Semarnat,
Rodolfo Lacy Tamayo, lo que ha generado entre los grupos ambientalistas la idea
de que la aprobación fue realizada “de manera discrecional”.
Las
organizaciones han comprobado que el número de especies documentadas por la
Manifestación es mucho menor a las que ha identificado la mayor autoridad en la
materia: la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad,
Conabio.
Entre
otros errores, dicen, la Manifestación no estipula la existencia de especies
endémicas, aunque en esa región de Texcoco existen 17. Las críticas señalan
también que el documento es contradictorio: afirma por ejemplo que el lago
Nabor Carrillo fungirá como cuerpo de agua para el control de fauna, y más
tarde presenta el mismo lago como vaso regulador de drenaje.
Según
la Cemda, no existe información que contraste la presentada por el Grupo
Aeroportuario de la Ciudad de México, ni se han abierto vías para que el millón
13 mil 470 personas que habitan un radio de siete kilómetros alrededor del
nuevo aeropuerto, tengan acceso a información que les indique la magnitud del
apocalipsis ecológico que se avecina.
La
operación aérea se realizará sobre zonas densamente pobladas, Ecatepec y
Nezahualcóyotl, y obligará a la población a habitar en conos de ruido insoportables
(130 decibeles: el despegue de un avión).
La
vigencia del resolutivo aprobado ¡es de cien años! No tardaremos en ver, sin
embargo, la politización del debate. Una lucha encarnizada entre el gobierno
federal y los partidos políticos que, alrededor del aeropuerto, están
pastoreando ya a los grupos sociales de Texcoco.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com