Ahora resulta, a decir del director general del aeropuerto capitalino, Alfonso Sarabia, que la empresa Fumisa, quien durante 20 años manejó los negocios de la terminal aérea, no es acreedora, sino deudora de éste.
En el largo periplo la firma administró el estacionamiento de la terminal uno, los locales mercantiles y los pasillos teleféricos para llegadas y salidas de los pasajeros, que representan una gran veta para publicidad.
La firma propiedad del Grupo Advent que encabeza Juan Carlos Torres habría obtenido un remanente de ingresos sobre lo fijado en el contrato por seis mil millones de pesos.
Falta, pues, hacer cuentas con el aeropuerto.
Como usted sabe, finalizado el contrato otorgado por el gobierno salinista, Fumisa se negó a dejar las instalaciones alegando que aún no recuperaba el plus pactado por su inversión.
La paradoja del asunto es que el grupo Advent está otra vez en el ojo del huracán, en este caso por la negativa de su firma Tenedora K, de endosar las acciones de la base de mantenimiento de Mexicana de Aviación, MRO, a sus acreedores.
La empresa la compró a Gastón Azcarrága Andrade en el precio simbólico de mil pesos vía las acciones del Nuevo Grupo Aeronáutico que incluía también a la línea aérea y sus filiales Click y Link.
La operación la pactó el abogado de Advent, Jorge Gastélum.