Mexicana, a tres años de haber dejado de volar
Mar, 03/09/2013 - 7:02am
Por:
Juan A. José
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Escribo esta nota el 28 de agosto del 2013, día en que se cumplen tres años desde que un Airbus A319 aterrizó en el aeropuerto de la Ciudad de México procedente de Toronto, Canadá, convirtiéndose en el último vuelo que por lo menos hasta hoy ha operado la compañía Mexicana de Aviación, un icono del aerotransporte que le dio enorme prestigio internacional a la aviación mexicana, generó miles de empleos de calidad y sirvió como pocas aerolíneas a los mejores intereses del turismo, el comercio, la integración y el desarrollo nacional, convirtiéndose además en la mejor escuela que haya tenido nuestra aviación.
Me unen lazos profesionales y personales con Mexicana de Aviación. Pocas actividades profesionales me han dado tanto orgullo como portar unos años su uniforme. Creo que no soy el único en haberse enamorado de esa la Mexicana de Don Manuel Sosa de la Vega (su legendario director general por más de 20 años entre las décadas de los 60 y los 90), ni el único que la extraña y menos el único que considera que con su salida del mercado la aviación comercial nacional está perdiendo uno de sus activos más valiosos y está desperdiciando algunos de los más grandes talentos de la industria.
Independientemente de las razones y aceptando la contundente realidad de que el mercado no necesita necesariamente la capacidad que ofrecía Mexicana en sus rutas nacionales e internacionales, lo cierto es que su cese de operaciones debe verse como una de las mayores tragedias de la historia de la aviación latinoamericana. El daño se percibe en particular cuando se constata la manera en la que las aerolíneas mexicanas “modernas” tratan a sus pasajeros y clientes de carga. Muy lejanos me parecen los tiempos en los que la rentabilidad, si bien tan importante como debe ser vista, no era la norma, sino la calidad del servicio, la cual fundamentaba en buena medida a la rentabilidad al permitirle a las aerolíneas hacerse de una clientela leal, aspiración que en mi opinión debería tener toda empresa comercial. Una clientela repetitiva que disfrutaba en este caso de volar en Mexicana porque era atendida —y me consta—, por personal entusiasta, competente, capacitado, adecuadamente remunerado y voluntariamente entregado a su trabajo, en mi opinión requisito para el éxito de cualquier empresa y más para una prestadora de servicios, pero algo que ya no veo en la mayoría de las aerolíneas mexicanas en las que simplemente no percibo satisfacción laboral.
La lección que nos dejan los Pan Am, los Varig y los Eastern es clara y, por qué no decirlo, cruel y tan injusta como es lo que han vivido desde hace tres años los trabajadores de Mexicana de Aviación, una gran aerolínea que me temo cada día se acerca más a quedarse como está en los libros de historia que a regresar a los mercados. Deseo estar equivocado.