05 abril 2011

DE LA COLUMNA DE ROSARIO ÁVILES

Una de cal... ¿cuándo acabarán las de arena?
Rosario Avilés | Opinión     2011-04-05 | Hora de creación: 22:18:22| Ultima modificación: 01:40:06





El viernes pasado  se realizó el primer vuelo de una aerolínea mexicana para probar biocombustible derivado de vegetales, en este caso de la jatropha, del cual se obtiene un aceite que se mezcla con la turbosina tradicional y que representa un avance en esta materia, ya que se trata de un vegetal cuyas emisiones son más limpias, no apto para el consumo humano, que además crece en zonas desérticas y es renovable.

El proyecto de sustituir los combustibles fósiles por biocombustibles inició desde hace varios años, apoyado por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) y la propia Asociación Internacional de Energía (IAE), como una alternativa viable para reducir significativamente la emisión de contaminantes a la atmósfera por parte de las aeronaves, que representa un 2 por ciento del total.

Este proyecto se aúna a otras acciones enfocadas a reducir los contaminantes de los cuales es responsable el transporte aéreo, como el rediseño de motores y estructuras de los aviones, mejoras operacionales en aeropuertos o en aerovías e incentivos de mercado. Un paquete de medidas que permitirá reducir sustancialmente las emisiones a pesar del incremento en las operaciones que se espera para los siguientes 20 y 30 años.

El responsable de este primer proyecto en México es un ingeniero de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) Alejandro Ríos, quien lleva varios años trabajando en este tema y ha logrado traspasar los vaivenes de la administración del transporte aéreo nacional que, dicho sea de paso, es ya en sí un enorme logro.

En el resto del mundo, tanto Airbus como Boeing, las principales armadoras de aviones a nivel global, están trabajando con proyectos de esta naturaleza, utilizando diversos tipos de vegetales, como la camelina, el alga spirulina o la higuerilla, además de la mencionada jatropha. Otro importante jugador es la empresa Honeywell, que posee la tecnología de catalizador para lograr que en la refinación del aceite obtenido de estos vegetales pueda convertirse en combustible para los motores de aeronaves.

En México estamos hablando de un consumo de 4,500 millones de litros de turbosina cada año y ASA estima que en el 2012 será posible producir 40 millones de litros, en 2020 un poco más de 700 millones de litros (un 15 por ciento del consumo de entonces) y hacia el 2040 un 50 por ciento.

A nivel mundial, se considera que incrementar la producción en estas proporciones permitirá que el biocombustible se convierta en una real alternativa al combustible fósil, lo cual, por otra parte, también reducirá la dependencia del precio del crudo, que sigue siendo la variable más importante en el costo del transporte aéreo.

En todo este esfuerzo es importante destacar que son varias las aerolíneas que están apoyando el cambio con entusiasmo. En Alemania, Lufthansa ha hecho importante esfuerzos; en Rumania, Romanian Air Transport, y en México, la primera línea en subirse al tema ha sido Interjet, todas ellas apoyadas por Airbus, cuyo principal implicado es Paul Nash, cabeza del departamento de nuevas energías de la armadora europea.

Son, sin duda, buenas noticias, en medio de muchas noticias preocupantes para la aviación. La más importante es que el precio del crudo está remontando por encima de los 130 dólares, cuando las proyecciones a fines del año pasado lo situaban en apenas algo más de 90 dólares promedio y aún en ese escenario se preveían afectaciones serias a los números del transporte aéreo global.

En el caso mexicano, las cosas no se miran mejor. Diez años de ausencia de política en el sector han dejado sus estragos bien evidentes. Mexicana de Aviación sigue sin encontrar soluciones y las declaraciones oficiales continúan mostrando esa falta de coherencia que le hacen gastar al gobierno federal más de 6,000 millones de pesos en spots publicitarios en un año, pero ser incapaz de invertir un peso en enfrentar este problema que –de solucionarse– implicaría la preservación de miles de fuentes de empleo.

A la sumisión con que las autoridades mexicanas se conducen con los asuntos de nuestro espacio y certificación de seguridad en el transporte aéreo,  hoy se cierne una nueva prueba que es difícil que una autoridad tan poco avispada sea capaz de remontar sin riesgo para la aviación nacional: la búsqueda de nuevos acuerdos de cielos abiertos por parte de Estados Unidos.

Este país, dentro de su política de largo plazo para el sector (¡allá sí existe!), tiene como meta la firma de acuerdos de apertura con todos los países del orbe. Ya lleva un poco más de 100 y México está en la mira. Desde luego que podría ser una alternativa si nuestro país tuviera una visión de largo plazo, pero en las condiciones actuales sólo implicaría una nueva entrega sin más beneficio.

Lo oí en 123.45: Hay aerolíneas que antes clamaban por la competencia y hoy se “ven” (como en el “melate”) dueñas de los mercados que nunca ganaron por sí mismas, por lo que están poniéndole zancadillas a las que desean regresar al mercado. Pero, ¡más recato, por favor!
raviles_2@prodigy.net.mx