Sindicalismo
moderno
Hace
unos días en redes sociales estaba discutiendo con otro usuario sobre el
sindicalismo. Visto de manera ramplona y sin un mayor análisis, en México
pareciera que todos los sindicatos son charros y que son un cáncer para nuestra
sociedad.
Pero
¿qué tan cierta es esa premisa? Sin verdadero análisis de por medio, por
supuesto que llegaremos a la conclusión de que los sindicatos son un tumor
maligno que impide el crecimiento de las empresas, pero ¿es esto cierto? ¡Por
supuesto que no!, ese es el discurso que la gran mayoría de los empresarios,
principales antagonistas de los sindicatos, buscan que permee entre la clase
trabajadora.
Les
platico: cuando entré a la carrera de Historia en la UNAM, una de las primeras
materias que me tocó estudiar fue la de “Materialismo histórico”. A grandes
rasgos, es un marco conceptual marxista para concebir la historia; sí, son
teorías realizadas por Engels y Marx, en las que se ven, a través de las
revoluciones políticas y sociales, los cambios en los medios de producción, los
dueños y la fuerza laboral, para vislumbrar claramente la existencia de una
lucha de clases.
Algo
de lo que sus académicos de la UNAM suelen ufanarse, es de que sus estudiantes
adquieren “conciencia de clase”. Más allá de que el término es marxista,
significa tener conciencia de la explotación que la burguesía ejerce contra el
proletariado. Estoy apretando mucho los conceptos, pero quiero llegar al origen
del sindicalismo.
Sé
que a muchos, todo lo anterior, les ha de sonar y oler a “comunismo”, ese gran
villano creado con la intención de que su contraparte sea el héroe de la
película: el capitalismo rampante, y los dueños de los medios de producción.
Lo
que más odian los grandes empresarios y oligarcas es ver a un grupo de
trabajadores exigiendo sus derechos. En la actualidad vivimos una especie de
neo-feudalismo, en donde el gran terrateniente tiene a siervos trabajando para
él de sol a sol y dando las gracias por el wifi gratis.
Analicen
a profundidad sus condiciones laborales, y verán el grave retroceso que hemos
vivido; vayamos a la industria aeronáutica, donde antes se podía “hacer
carrera” y vivir dignamente, pues era sabido que se pagaba bien. Hoy ya no es
así; cada vez las condiciones de los trabajadores de todas las áreas son más
que deplorables.
Esa
es la razón por la que se requieren sindicatos fuertes, democráticos y
transparentes, que en todo momento ejerzan una férrea defensa de los derechos
de sus agremiados.
Uno
de los países que tiene el mayor Estado de Bienestar, es Islandia y no es de
sorprender que el 92% de sus trabajadores estén agremiados. Sus sindicatos garantizan,
según la página de su gobierno:
- ·
Los salarios deben estar de acuerdo
con los convenios colectivos de salarios.
- · La jornada laboral no podrá ser superior a la permitida por la ley y los convenios colectivos.
- · Las diferentes formas de vacaciones
pagadas también deben estar de acuerdo con la ley y los convenios colectivos.
- · Los salarios deben pagarse durante la
licencia por enfermedad o lesión y un empleado debe recibir un comprobante de
pago cuando se pagan los salarios.
- · Los empleadores están obligados a
pagar impuestos sobre todos los salarios y deben pagar los porcentajes
correspondientes a los fondos de pensiones y sindicatos de trabajadores
correspondientes.
- · Los beneficios de desempleo y otros
apoyos financieros están disponibles y los trabajadores pueden solicitar
compensación y pensión de rehabilitación después de una enfermedad o accidente.
¿Cuál
es el secreto que esconden? No es tan difícil adivinar, los sindicatos nórdicos
siguen siendo fieles a su esencia, es decir son agrupaciones de trabajadores
que ven la organización como lo que es: una asociación de personas en el que
todos tienen el mismo peso e importancia. Y una de las mayores claves de su
éxito es que los representantes se dedican a verificar que las condiciones
laborales de sus representados sean acatados por las empresas con las que se
tiene contratación.
Son
un ejemplo vivo y mucho más dinámico, que contrasta con nuestro anquilosado
sindicalismo mexicano, que ha convertido la defensa de los trabajadores en un
proyecto político personal, en el que más gente agremiada, es sinónimo de más
carne de cañón que servirá para la negociación de prerrogativas personales del
líder.
Es
por ello que nos urge tener claro cuál es el sindicalismo que se debe buscar, o
al que debemos aspirar como trabajadores, como sindicalizados, como ciudadano,
como país. Necesitamos un sindicalismo en el que los agremiados sean tomados en
cuenta para todas y cada una de las decisiones; debemos entender que el Comité
Ejecutivo tiene únicamente la función de “ejecutar” lo que le dictamine el
máximo órgano de un sindicato: la Asamblea.
Y en
el caso de mi sindicato, ASSA de México, es evidente que después de tantos años
de manejarse como una extensión de Aeroméxico, ahora vive una terrible confusión
de lo que debe ser un sindicato moderno. Las elecciones pasadas no pueden, ni
deben tomarse como un “quítate tú para que me quede yo”. De nada sirve la
alternancia si no se va a buscar la transformación de raíz.
En
los personal, tengo grandes hitos que se vuelven quejas o inconformidades con
la autodenominada Cuarta Transformación.
Una de ellas es la simulación en la impartición de justicia por parte de
las autoridades jurisdiccionales del país; otra es la “defensa” que de dientes para afuera hace
la Secretaria Luisa María Alcalde de los derechos laborales.
Y es
que estamos a 45 días de que concluya el tiempo para la legitimación de
contratos; y podemos decir por todo lo alto que con solo el 10% de los contratos
legitimados, estamos ante un fracaso estrepitoso de la aplicación de la reforma
laboral de 2019. Pero que en los hechos -y esto debería alarmarnos- no habrá
ninguna consecuencia. Es el mejor ejemplo de que “todo cambia, para no cambiar”.
¿Ese
es el sindicalismo que nos merecemos? ¿Estamos acaso condenados a la
mediocridad? Yo creo que no. Y pongo de ejemplo, a pesar de todos los defectos
que pueda tener y las claras diferencias que tengo con ellos, al sindicato de
Pilotos (ASPA). Ellos han encontrado y defendido la democracia sindical, la
transparencia y la rendición de cuentas; si alguno de ustedes tiene un amigo
piloto, pídanle que les muestren la página oficial del sindicato, y verán que “todo”
lo pueden consultar: estados de cuenta en su Caja de Ahorro y Préstamos,
circulares y boletines; ellos saben exactamente a dónde y como se aplican sus
cuotas sindicales, con solo un click, desde su computadora o teléfono
inteligente.
Los
trabajadores “venden” su fuerza laboral, y no es cosa menor; sin ella, los
dueños de los medios de producción (los empresarios) no podrían generar las
grandes ganancias, que se transforman en fortunas, a costillas de todos ustedes.
En el momento que se den cuenta y se convenzan de lo que valen, en realidad podremos
llegar a la revolución del proletariado. La información es poder, y un
trabajador que la busca, difícilmente podrá ser “apantallado” con el coco del
comunismo, ni caerá en la trampa de que un Mesías llegará a redimirlo.